COSAS DE DUENDES
Las lecciones de Cuquín
Concertamos un encuentro digital con los lectores de listindiario.com y Cuquín Victoria, el veterano y querido humorista. Pensé que el invitado se había retrasado, cuando alguien me dijo que, por una confusión, a Cuquín lo habían dejado esperando en la recepción. Salí de inmediato a buscarlo, preparada mentalmente para encontrarlo muy molesto porque, entendí, que debe resultar ofensivo para una figura de su nivel que no lo hicieran pasar de inmediato. Pero encontré a don Cuquín muy calmado, sentado en una silla junto a otros visitantes que esperaban ser anunciados. Cuando le presenté mis disculpas, reaccionó con naturalidad, como si no hubiese pasado nada. Su humildad me impresionó y fue la primera lección que recibí de este hombre de la televisión y el humor cuyo rostro ha formado parte de la vida de los dominicanos durante casi cuatro décadas. La segunda lección aprendida tiene que ver con el talento que Dios le regaló a Cuquín Victoria, su increíble sentido del humor y capacidad para hacer reír. Debía comunicarse con los lectores leyendo sus preguntas y escribiendo las respuestas, pero se le quedaron los lentes. En lugar de resabiar, Cuquín agradeció que otra persona digitara las respuesta que él iba respondiendo en voz alta. Al aceptar la propuesta para llevar a cabo el encuentro de esa manera, nos dijo que esa era la opción más lógica a menos que, y ahí lanzó el primer chiste de aquella mañana, la entrevista digital se pudiese hacer a través del sistema Braille que, como todos saben, es el método que utilizan los no videntes para leer. Así soltamos Omar, el web master de listindiario.com, y yo la carcajada inicial, que precedió a muchas otras motivadas por las ocurrencias de don Cuquín. Pero la tercera lección que nos transmitió, contrastaba con esa capacidad para encontrarle el lado gracioso a todo. Es la actitud hacia el trabajo. En cuanto llegó, Cuquín pidió que le explicaran en qué consistía el encuentro y se puso a trabajar hasta la última pregunta. Entre los cuestionamientos, muchos se refirieron a sus compañeros que ya han partido, en especial, a Freddy Beras Goico. Pese a que las preguntas sobre Freddy se repetían, Cuquín volvía a responderlas como si fuera la primera sobre el tema. No perdía, además, la oportunidad de reír. Una risa que casi no marcaba líneas de expresión en un rostro ya sexagenario. Al mirarle ha sido la primera vez que sentí que estaba delante de alguien que puede ser testimonio de que quienes ríen más se mantienen más tiempo jóvenes. Al terminar el encuentro digital, le tuve que decir a don Cuquín que podía invitar a los lectores para sus presentaciones este mes de noviembre en Casa de Teatro porque tuvo la delicadeza de no tocar el tema. Por supuesto, al despedirse, volvió a hacernos reír señalando que si las páginas en negro en la pantalla digital colgada en la redacción, donde aparece la diagramación del LISTÍN DIARIO impreso, indicaban las esquelas mortuorias. Al otro día, cuando llegué a mi oficina, un correo de don Cuquín agradecía el trato recibido y la oportunidad de conversar con los lectores. Así que la cortesía y el detalle de dar las gracias conformaron la lección final.
