Positivismo

Viajar ha sido mi receta en estos días de cambios emocionales. Me he conectado más que nunca con las cosas que me apasionan: el mar (pese a las lluvias, he tenido mis rayitos de sol), y personas especiales, un antídoto que nunca debe faltar cuando se quiere alcanzar felicidad. Este fin de semana pasado, se lo dediqué a mi tierra: la Novia del Atlántico, Puerto Plata, sabiendo siempre el por qué de una forma u otra de allí pertenezco. La gente es rica, pero no porque el dinero abunde en cada esquina, sino porque en aquella tacita de plata sobrevive un soldado solidario y humilde que convive en cada uno de sus espacios. Allá estrené mi cambio de imagen (bien aceptado, por cierto), y fui feliz recordando sueños de mi infancia, de mi adolescencia, y hasta de mi hoy: “adultez”. Ha sido grato este trayecto en el que debes tejer sueños rotos para ver terminada la obra de una nueva conquista. Uno debe renovarse todos los días con el latir del corazón, por la voluntad de Dios. Y aún cuando todo parezca perder su luz, siempre encontrar motivos para ver las estrellas. Es necesario enamorarse de la vida y sus laberintos, del amor y su falta de cordura. De alguien que con tan solo verle nos cargue de positivismo, y se nos dibuje un ángel en cada palabra escuchada. Es preciso buscarle sentido a cada abrir y cerrar de ojos, pese a que el sentimiento muera en algún diván diseñado para platónicos…