Vida diaria

Hasta su nariz lleva la taza de chocolate que tanto disfruta tomar en las mañanas. Llevada a su sentido del olfato por su mano derecha, la misma que utiliza al gesticular cuando tiene una buena idea que escribir. -¿Viste cómo nos miraban bajo el puente Santa María?- una voz interrumpe su placer. –Parecía que veían a Dioscontinúa diciendo con sonrisa ensayada. -No te hagas el sorprendido, sabes que nos interesa su desgracia. Pisotear su dignidad, si es que a esos pobres individuos les queda. -Ellos ya están conscientes de su realidad-, agrega. Para que les solucionen sus problemas tienen que ser expuestos a toda la nación. Lo saben, y están dispuestos a posar sobre su desdicha para lograrlo, responde con cierta burla. -Bueno, la culpa no les pertenece a ellos. Pobres infelices. Es que han entendido que sus épocas hábiles en este triste pueblo son las desgracias naturales y los famosos tiempos de elecciones, irrumpe el intelectual, con su acostumbrada actitud de sabelotodo. -Son aquellos infames corruptos, “seres depredadores del erario público” los culpables, continúa diciendo. -Aunque siendo honestos, dice mientras reflexiona, los corruptos que nos destruyen no son de otro país. Fueron nacidos y criados aquí. Educados en nuestras escuelas y colegios, egresados de nuestras universidades. -¡Tú no te metas!-, escuchó de la nada. -Sabes muy bien lo que es importante lo que deseamos, lo que anhelamos. Calar a como dé lugar. Tener nuestros nombres en las primeras líneas de la literatura matutina. Aquel momento en que olvidamos lo importante de nuestra carrera, y solo pensamos en nosotros, quizás fruto de la escasa remuneración que recibimos, fue donde se “fuñó” todo. Nos creímos las grandes estrellas, no estando conscientes de que somos un mísero alfiler de todo el negocio. ¡Lo sublime no es decir lo que pasa, es hacer que pasen! Varios sorbos del humeante chocolate disipan el momento. Utilizando aquel dejo de irresponsabilidad característico.