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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Maternidad en la adolescencia

Katty es una chica muy buena estudiante. Todos los profesores tienen conciencia de ello. Con 16 años de edad, cursa el tercero del bachillerato. Sus padres están orgullosos de ella. Han puesto todo en sus manos para que ningún tropiezo entorpezca su desarrollo escolar. Sin embargo, a Katty no le ha sido suministrada la orientación debida como para controlar los impulsos que protagonizan la vida de cualquier adolescente. A su corta edad salió embarazada de su novio, quien al igual que ella cursa la secundaria. La acción, por supuesto, ha sido repudiada por su familia y la dirección de colegio donde estudia. En cambio, las leyes que rigen el desenvolvimiento de la ciudad donde vive Katty, la protegen totalmente, y a la hora de juzgar, son los padres quienes deben responder por el suceso. Los profesores también tienen su cuota de responsabilidad y por eso son cuestionados al respecto. Afortunadamente en esa comunidad tienen claro que “después del palo dao, ni Dios lo quita”, y cuando sucede algo como lo ocurrido a Katty, la tarea es buscar una solución a la situación. Tantos los progenitores como los maestros tienen la obligación de velar por el sano desarrollo del embarazo. Una buena alimentación, rutinas médicas seguras, buen trato físico y emocional, son aspectos que envuelven a los padres tanto de la adolescente como del padre de la criatura. En lo que al centro educativo respecta, garantizar que la joven continúe sus estudios, y reforzar los programas de orientación sexual, es su misión. En esta ciudad se trata de que estos casos sirvan de ejemplo para que otras eviten cometer la falta, pero se hace sin sacrificar a la adolescente afectada. Con la misma chica se realizan conferencias que, a partir de su experiencia ayuden a ilustrar a las estudiantes sobre los riesgos de salud física y emocional que acarrea el traer al mundo un niño sin la debida preparación corporal, mental y económica que se necesita para desempeñar bien el rol de madre. Con la actitud de los padres y del centro educativo, no importa que sea público o privado, logran que la maternidad en la adolescencia sea menos traumática y, por supuesto, se apuesta a la salud emocional tanto de la madre como del bebé. El único inconveniente que ha tenido Katty durante su maternidad a sus 16 años, es que su realidad es otra: vive en República Dominicana, donde las jóvenes reciben poca orientación en el hogar, en la escuela y por parte de las autoridades competentes. Y por si fuera poco, cuando salen embazadas, tienen que lidiar con su estado, en ocasiones, con el rechazo de su familia y la sociedad, así como con un régimen escolar que prácticamente las aniquila para que no se conviertan en un mal ejemplo para las otras estudiantes del centro. Como si fueran unas escorias, son sacadas de las filas educativas no importa en qué etapa esté el año escolar. Eso sucede porque aquí no existe un voto de confianza que les permita a esas chicas decidir, junto a sus padres, si quieren seguir asistiendo a clases embarazadas o prefieren tener a su bebé y regresar luego. Esta mala práctica que se implanta en el país, ha ayudado a la deserción escolar y a aumentar las frustraciones por parte de la madre. Definitivamente somos seres humanos, y cometemos muchos errores, los cuales no suponen que nos trunquen nuestro desarrollo o que nos sentencien a muerte. Pero las normas están ahí, y a Katty sólo le queda aferrarse a una fábula para llevar a un feliz término su embarazo.

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