MEMORIAS DE VIAJES

Un templo en medio de la calle

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

A la sombra de la Catedral ortodoxa griega, en Atenas, se levanta una recoleta y casi desapercibida iglesia: Panagia Gorgoepikoos, que en griego significa “la Virgen que no tarda en responder las plegarias”. Arropada por la imponencia del edificio religioso a su lado, casi paso por alto este templo del siglo XII. Me acerco mirando cómo, sobre el suelo, le rodea una franja de mosaicos con dibujos que recuerdan las serpentinas. No intento averiguar qué representan ni qué significado tienen. Al fin y al cabo, este templo de mármol se eleva sobre las ruinas de un templo antiguo, y en su construcción se utilizaron piezas de otros monumentos de épocas y estilos diversos. Desde la calle Mitropoleos por la cual camino, tomo por una calle aparentemente peatonal, salvo por los muchos motores en ella estacionados, donde funcionan numerosos cafés al aire libre. Y, de repente, cuando llego a la más conocida calle comercial Ermou, mi vista en vez de tropezarse con una tienda lo que encuentra es ¡un templo!, justo en medio de la vía. No lo puedo creer, me digo, mirando y admirando su sobria estructura donde se mezclan el color tierra y los ladrillos de sus muros, y la cúpula y techo de tonos rojos. Sobre el murito externo que rodea esta iglesia, levantada a un nivel inferior que el de la calle, personas de ambos sexos pasan el rato. Leen, fuman, piensan, esperan Antes de entrar a conocerla busco el plano del barrio Monastiraki, y en él encuentro su nombre: iglesia Kapnikarea, de arquitectura bizantina. Una guía la data en el siglo XIII. Otros escritos en el siglo XI. Por su deterioro y ubicación intentaron destruirla, mas se interpuso la Universidad de Atenas, que se responsabilizó de restaurarla. Para entrar, doy la vuelta hasta encontrar los escalones. En su interior, destaca la imagen del Dios todopoderoso: un pantocrátor, como en Grecia le identifican cuando con tal adjetivo a Dios se refieren. A la vista, no hay altar. Una cortina corrida me impide verlo. Tal parece que únicamente es abierta para ceremonias religiosas. El espacio es pequeño y encanta. Subo de nuevo, esta vez a deambular por la adoquinada Ermou, donde en una sola cuadra se suceden locales, de marcas internacionalmente conocidas: United Colors of Benetton, Gap, Zara, Sprider Stores… No hay duda alguna, el mundo es una aldea global. Ni edificios ni vitrinas llaman, empero, mi atención, salvo una construcción de esquina que aloja la tienda Bill Cost. Es que tiene una fachada con salientes que, al menos desde cierta distancia parecen de madera, con remates en hierro forjado; y de hierro forjado tienen también trabajos sus balcones. Me gusta. En otra esquina, alegre e informal funciona un puesto de flores al exterior. A su lado, otro puesto de ventas al aire libre, pero éste es de panes, panecillos y tortas de harina. Por alguna razón se me hace extraño, que se pueda comprar al aire libre, este tipo de mercancía. ¡Cosas veredes! En mi lenta caminata descubro que Bill Cost tiene en Ermou varios locales, cada uno con distinto tipo de mercancía.Y en unas pocas cuadras hay, además, varias zapaterías. Unas con

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