EN OTRA DIMENSIÓN
Viva por un milagro de Dios
Carta o pequeña historia para un amigo que está ahí, y para quien tengo los mejores de todos los deseos en su nuevo trabajo. Se trata de José Sanz Jiminián, sin todos esos títulos, ni galones, ni nada de eso, porque no es un amigo así para mí. Lo primero que él tiene es que darle gracias al Todopoderoso porque yo pasé dos días de rodillas para agradecer que puedo escribir estas notas. Suelo transitar por el famoso Malecón, controlando, creía hasta ese día, las bocinas interminables de camiones de empresas conocidas ¡encendidos! Para que te le quites del medio ¡porque ahora van ellos! Lo que me dio más curiosidad fue ver y vivir que eso pasó segundos después de que el director de la AMET salía por los canales de televisión en conversaciones humanas con esos choferes de camiones del tamaño de un edificio que van a todo lo que les da el tanque por esa avenida. Bueno, ese mediodía fue tal la insistencia del camionero para que me quitara del medio que me quité y terminé con mi pequeño auto metida en un contén, cuyo daño sabe tan solo Dios, y, claro, el sitio donde llevaré mi auto a arreglar, cuánto me costará. Pero no me pasó nada, lo peor fue ser testigo de algunas muchachas que salían de la Universidad del Caribe que uno no sabe qué será lo que harán para no maltratar tanto esa avenida con ese desorden que mantienen las 24 horas que tiene el día en esos tramos. Las pobres chicas como no andaban en autos, ante la insistencia y las bocinas del camionero se tiraron como Dios las ayudó a las aceras. Cuando sus majestades, cinco camiones, repito de empresas reconocidas pasaron, además sonriendo, las chicas recogían sus libretitas, sus carteras y demás pertenencias, pálidas igual que quien escribe. En medio de la impotencia me hice algunas preguntas. Segurito no tienen hijas en esa universidad. ¿Qué nos pasa? Será que pensarán que quienes andan guiando son personas ricas y hay que quitarlas del medio, o es que nunca ninguno se ha puesto a pensar con el trabajo que cada cual compra su carrito. La verdad que se ha llegado al punto de pensar que todos los que tienen un carrito lo han conseguido robando. Sería el colmo que ya uno no pueda ni siquiera dar una vuelta por el Malecón, que hasta donde sé es el único sitio que no cuesta dinero. Digo, si es que tienes con qué comprar la gasolina. Qué pena, qué desorden y, sobre todo, qué falta de conciencia.