MEMORIAS DE VIAJES
En Paseo de Recoletos: 2 nuevos restaurantes
Madrid me recibe con lluvia. ¡Otra vez! Y con baja temperatura. ¡Otra vez! Este año 2011 no es de extrañar. Llego en la segunda quincena de marzo. El 2010 llegué en junio. En esta oportunidad ando aviada con suéteres y trinchera forrada de lana. En la calle Villanueva, donde funciona Apartamentos Recoletos, la acera de enfrente, colindante con la Biblioteca Nacional y el Museo de Arqueología, ha sido ampliada de tal manera que en ese lado ya no existen los estacionamientos. El espacio de parqueo ha disminuido en un 50 por ciento. Para los peatones, excelente solución. Para quien llega en vehículo y debe, como yo, esperar a que el conductor apee la maleta, el asunto puede a ciertas horas tornarse en peliagudo. Detenido el taxi en medio de la calle, uno empieza con nerviosismo a ver cómo se va formando una fila de autos. E, incluso, escucha a algún impaciente tocar el claxon. Pese a ello, me encanta la ubicación del aparta hotel donde me alojo: al doblar del más antiguo de los bulevares madrileños: el Paseo de Recoletos, una preciosa alameda con fuentes y restaurantes en su corta extensión de algo más de 500 metros, entre la Plaza de Cibeles y la Plaza de Colón. Cuando a la mañana siguiente camino por la zona, descubro que en este lapso de nueve meses entre uno y otro viaje a la capital de España han abierto dos restaurantes en una misma acera del Paseo de Recoletos: Marca, con su halo de popularidad futbolística, entre tantas cosas, y Block House, especializado en carnes, de una cadena que en su promoción en España afirma, en inglés, que tiene los “Best steaks since 1968” (Los mejores bistecs desde 1968). Es a Block House donde, atraída hoy por el menú del día que a su entrada anuncia por 11.90 euros, decido llevar a almorzar a mi nieto Angelucho, quien se encuentra en Madrid estudiando. (Para fines de presupuesto, calculo el cambio de un euro por 50 pesos dominicanos, más o menos). Ya sentados a la mesa y leer la carta, pese al ambiente decorativo un tanto frío por las columnas de metal, ante tantos platos apetecibles olvido la oferta del menú con su módico precio. Angelucho se inclina por el Gaucho Steak, con papas y salsa “sour” (11.50 euros) y cerveza de barril (3 euros). Yo, por pavo con setas y papas fritas (9.90 euros) y una copa de vino tinto de la casa (por cierto, copa grande y abundante, 3 euros). De postre: fresas con bola de helado, y fresas con salsa de chocolate caliente. Cada porción de fresas cuesta 2.50 euros. A lo que se agrega, el helado, 2.10 euros, y la salsa, 1.50 euros, pero rinde para los dos. En modo alguno me puedo quejar. El ambiente es agradable, la comida (tanto los platos salados como los postres) es buena y el costo asequible. Y aunque no es gastronomía española, se puede recomendar, sobre todo para llevar a un nieto veinteañero a quien le encanta la carne que, cierto o no, la traen de Argentina. Si no la traen, la preparan como tal.