TERCER CAMINO

Gajes de la adolescencia

Avatar del Listín Diario
Lavinia Del VillarSanto Domingo

Tengo una amiguita que le dicen Cheíta. Aunque hace años la distancia nos separa, en nuestra adolescencia éramos inseparables. Ella me lleva unos tres años, que en esa edad es una diferencia, por lo que la admiraba, y trataba de imitarla. No obstante, hacía cosas a las que yo no me atrevía, como tener novio por ejemplo, y cuando la cuestionaba sobre a qué sabían los besos, con aires de grandeza me decía que yo era muy chiquita para esas cosas. Siempre tenía proyectos imaginarios, que hacía creíbles ante mis ojos: Zapatos nuevos que nunca enseñaba, viajes que nunca se realizaban, serenatas que nunca se escuchabanÖ, en fin, se las arreglaba para impresionarme con su glamur de estrella, a pesar de los inconvenientes. Una vez llegó a mi casa muy triste porque había terminado con su novio, y traía consigo una carta de amor para él. No pude creer lo que leía. Una carta perfecta en contenido, coherencia, ortografíaÖ y además destilando amargura por las cuatro esquinas. “¿Tú escribiste esto?” le pregunté. “Claro, ¿y quién más?” me contestó. No la conocía en ese aspecto, y entonces la admiré más. Convinimos en que cuando yo tuviera un novio ella me escribiría las cartas de amor. Un día, pasé a recogerla para irnos a una clase, y cuando esperaba que se vistiera, me llamó la atención un libro que estaba sobre una mesa, titulado: “Cartas de amor para toda ocasión.” ¡Cuál fue mi sorpresa al abrirlo!.. Cartas para enamorar a alguien, para despedirse en un viaje, para un amor imposible, etc. Busqué en “Para terminar un noviazgo” y ahí, exactamente igual, estaba la carta de la que tanto ella presumió. ¡Esta Cheíta!.. Aunque me decepcionó saber que no era auténtica, todavía fue la encargada de escribir mi primera carta de amor.

Tags relacionados