TERCER CAMINO
Adiós doctor del Villar
“El hombre toma un trago, el trago toma otro trago, y el trago toma el hombre.” Proverbio chino. Mi hermano Yoryi murió en el año 1997, víctima de una afección del hígado, producto de su alcoholismo. Era un ser humano maravilloso, un médico con una carrera profesional exitosa, y una familia hermosa. Un hombre compasivo, caritativo, y servidor de los humildes. Me entristece todavía pensar que yo, la “especialista en adicciones”, no pude ayudarlo aunque traté, y Dios lo sabe. Primero, porque para combatir una adicción la persona, como primer paso, tiene que reconocer que tiene un problema, y él nunca se entregó; y segundo, porque el factor emocional nos quita objetividad, nos convierte en co-dependientes, y por ende en parte de la negación, que es uno de los mecanismos de defensa más fuertes de la familia alcohólica. Aunque hice muchas intervenciones encaminadas a convencerlo de que necesitaba ayuda, él terminaba afirmando que podía hacerlo solo, que “todavía” estaba en control de su patrón de tomar, y que no había de qué preocuparse. Yo sabía que no era así, pero como mientras más inteligente el individuo, más racionaliza, me dejaba con las manos atadas. Los dos factores principales del alcoholismo se conjugaron en su comportamiento: Progresión y Compulsión. El primero, el indicador de que la enfermedad es lenta pero progresiva, y el segundo el determinante del momento en que la persona no puede “no beber”. Tuvo muchos lapsos de abstinencia, pero nunca un período de sobriedad. En abstinencia, entendemos que no beber es un gran sacrificio que nos hace la vida miserable, aburrida y deprimida. En sobriedad, no beber es un regalo que nos proporciona, paz mental, alegría y equilibrio. En la abstinencia nos sentimos víctimas; en la sobriedad, retados. Siempre lo admiré, aún cuando fallaba, y todavía me duele saber que una persona que salvó tantas vidas y ayudó tanta gente, se confió en su propia enfermedad. Después de 12 años, lo sigo extrañando, y con deseos de que este testimonio sirva para salvar una vida, públicamente le digo: “Adiós mi querido Dr. Del Villar”.