MEMORIAS DE VIAJES

“¿Sabes quién fue Molly Malone?”  

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Carmenchu BrisíloffSanto Domingo

En la guía azul de Dublín está su foto, aunque sin pie explicativo. Y durante el tour en el bus de hop-on, hop off, la mencionaron. Es la escultura de Molly Malone levantada en un extremo de la calle Grafton, por la cual de cabo a rabo camino sin encontrarla. A punto de desistir, de buenas a primeras la veo en una plazoletica. ¡Caray! Había pasado a su lado pero un gentío en su entorno la ocultaba. Ahora apenas hay uno que otro vacacionista mirando, y puedo con detenimiento conocer el famoso conjunto escultórico de esta mujer de despampanante busto de pie junto a la carreta donde dicen que llevaba berberechos y mejillones para vender. Con la finalidad de leer cualquier tarja que ofrezca explicaciones sobre este conjunto escultórico y su historia, le voy dando la vuelta. A la vista, al menos a la mía, no hay cosa alguna que aporte información al visitante. Perpleja estoy cuando una pareja de jóvenes encuestadores tomándome desprevenida se acerca a preguntar: “Do you know who was Molly Malone? (¿Sabe quién era Molly Malone?). Me quedo en blanco, mas por no pecar de mal educada respondo que el guía nos recomendó conocer el monumento y que, imagino, tiene que ver con la guerra nacionalista. Por la sonrisa que asoma a sus labios, y el cruce de miradas entre ambos, me doy cuenta que metí la pata, como probablemente la meten muchos otros vacacionistas que retenemos un nombre sin recordar lo que de éste nos cuentan. Mientras me desplazo por la calle Clarendon, se me ocurre pensar que Molly Malone era alguien que ayudaba cuando la gran hambruna de la patata (papa), que habiendo ocurrido por la escasez de este alimento básico en la dieta irlandesa tuvo por consecuencia la muerte de más de dos millones de personas después de 1846. Pero también me equivoco. Es después, a través de la web, que me entero de quién fue, o no fue, Molly Malone. Unos dicen que existió, habiendo sido vendedora de día y prostituta de noche. Otros, que es una fantasía. Sea cual fuere la verdad, su popularidad alcanza toda Irlanda convertida en una especie de heroína en torno a quien se ha creado una leyenda y una popular canción cuyo estribillo así dice: “She died of a fever, and no one could save her, and that was the end of sweet Molly Malone. Now her ghost wheels her barrow through streets broad and narrow, crying, ‘cockles and mussels, alive, alive oh!’” (“Murió de una fiebre, no pudieron salvarla, y ese fue el final de la dulce Molly Malone. Ahora su fantasma rueda su carreta por las calles anchas y estrellas, gritando, ‘berberechos y mejillones, vivos, vivos, oh!’”) Atenta por si aparece un salón de belleza para arreglarme el pelo hoy en la tarde o mañana, hacia un lado de la calle Clarendon tropiezo con la fachada de la iglesia de Santa Teresa, abierta en 1810. Al poco rato decido entrar a una heladería, pese a que la temperatura es bastante fría, por lo cual la única clienta soy yo. Se me antoja una batida. El antojito me cuesta 5.95 euros. Pienso que fue un poco caro, y vuelvo a deambular por Grafton, donde los transeúntes se detienen brevemente a mirar a uno que otro individuo que proyecta sus habilidades a la espera de propina. Me entretengo con tanto movimiento, pero echando solamente un vistazo, ¡y sigo de largo!

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