¿Ofuscado? Mira el horizonte...

Estaba en un tapón días atrás. Ya eran pasadas las siete de la noche, y los semáforos estaban descompuestos. Las filas de vehículos eran interminables y no se veía salida aparente a la gran confusión. Así como estaba el tránsito, así estaba mi cabeza. Mucho trabajo, muchas preocupaciones, muchos temores, mucho cansancio, mucha soledad. Escuchaba a los conductores vociferar improperios, y los miraba hacer ademanes de desesperación. Las luces de los postes comenzaban a iluminarse, y el sol se iba ocultando y mientras eso sucedía, no conseguía ni un momento de paz. De repente, en medio del caos, encendí la radio con la finalidad de huir de allí con alguna melodía agradable, que me transportara algún lugar en mi memoria donde hubiése algo de paz, de amor, de armonía, de comprensión, algo de lo que no había en esos momentos en mi entorno. Y allí, encontré una melodía que me hizo elevar mi mirar por encima de los carros, las bocinas, los reproches de los transeúntes que bailaban en un pas de deux junto a mis pesares internos, dando un baile magistral en mi cabeza que en ese momento me tenían completamente ofuscada. En lo que escuchaba una hermosísima melodía que traía a mi memoria hermosos recuerdos, observé de repente cómo dos preciosas nubes se entrelazaban y formaban en el cielo una especie de corazón, su forma algodonada se hacía semejante a un cojín gigante y cómodo que ofrecía a mi cansancio un lugar para recostar mi cabeza y descansar.