COSAS DE DUENDES
Las cartas de Grace Don
Alguien que se identifica como la señora Grace Don ha escrito por dos ocasiones a mi correo electrónico. La primera me decía que yo era una persona afortunada porque ella me había escogido para un asunto confidencial que me beneficiaría. Me explicaba que había recibido unos millones, de los cuales debía disponer en lo inmediato y para ello quería contar con mi ayuda. Pedía, con urgencia, que le diera un número de cuenta bancaria para hacerme el depósito que, por mi linda cara, ella me iba a regalar. Le di “delete”, a borrar, a la amable carta de la señora Don. Me dije que debía ser una broma pero ayer volví a recibir otra misiva suya. Me pedía disculpas por enviarme un correo no solicitado. En esta carta, Grace Don se identifica como una ciudadana de Sierra Leona, en África, viuda del difunto señor Don que fue responsable de “El Oro Leona y Diamond Corporation”. Dice que espera que yo esté enterada de la guerra que ha asolado su país en los últimos años y que su esposo fue víctima de uno de los ataques de los rebeldes junto a tres de sus hijos. Dice que ella se escapó de un campo de refugiados, con tan buena suerte, digo yo, que antes de morir su marido le confió que había depositado la suma de 12 millones 500 mil dólares en una empresa de finanzas. Empresa con la que ella se ha comunicado y les ha dicho que está invitando a socios extranjeros para la liberación y el traslado de los fondos hasta sus países. Me dice que debe tratar el asunto de manera urgente y confidencial y me ofrece un generoso 20 por ciento de ganancia por mi ayuda en esta transacción. Es decir, por pasarle nombres y datos de posibles socios. Los correos de donde me ha escrito la señora Don son gracddon@cantv.net y gracedon035@yahoo.com. El primero no aparece en Google y el segundo corresponde a una página comercial de Colombia. Yo le quiero contar algo a la señora Don: Cuando tenía como quince años, varias de mis amiguitas estaban muy entusiasmadas con unos enamorados que las llamaban desde Estados Unidos hasta diez veces al día. Se fueron “presentando” amigos, por teléfono, una a la otra, hasta que se convirtió en una moda el tener uno de estos enamorados. Pero yo no entré al grupo. Me resultaba extraño que esos hombres llamaran a cualquier hora, porque no entendía en qué trabajaban, y que una mujer dijera en inglés algo que ninguna entendíamos y a lo que debíamos responder “yes”. Nadie hacia caso a mis dudas hasta que, en una ocasión, el teléfono sonó con una de aquellas llamadas y yo le pasé el auricular a una amiga que hablaba inglés. Ella me explicó que preguntaban si aceptaba una llamada por cobrar. Los “novios” eran reos en una cárcel de EU con una guía de nuestro país. Así que sé que somos tercer mundistas; que nos creemos cualquier cosa y, además, que por dinero parecemos capaces de todo. Pero la señora Don debería elegir mejor sus presas y poner más cuidado en sus fechorías. Porque el mundo es un pañuelo y los delitos por Internet son internacionales y aunque las víctimas de estafadores como esta supuesta señora Don vivamos muy lejos, tal vez, a donde ella esté le llegue un policía, de su país, que sí se encuentre cerca.