TESTIMONIO
Lucía Alonzo: ‘Ser madre es crear con Dios’
Siendo una jovencita de 15 años, Lucía Alonzo tuvo un sueño que la marcó. En éste se veía con tres hijos: dos hembritas y un varón. Ocho años más tarde, cuando dio a luz a su segunda hija tras un embarazo que, como el primero, le trajo complicaciones de salud, la mujer rechazó la sugerencia del médico de practicarse una histerectomía para evitar exponerse a nuevos riesgos. Estaba convencida de que tendría los hijos que vio en su sueño y aún le faltaba uno. Así fue. A Milcia, nacida en 1983, y Paola, en 1984, les siguió Milton en 1990. Curiosamente, fue el más pequeño quien, luego de la muerte de su padre a causa de un tumor en el cerebro, le recordó a Lucía que debía enjugar sus lágrimas y levantarse. Y la mujer oriunda de Fantino, Sánchez Ramírez, que había luchado para levantar a su familia junto a su esposo Milton Jiménez, tomó sola las riendas de su hogar tras el deceso de éste en el 2002. Aunque reconoce que no fue fácil –“la parte económica se afecta, la parte emocional más”–, ya tenía experiencia dando el todo por el todo. Si antes había elaborado artesanía, revestido jacuzzis y dado masajes y terapia física a domicilio, ahora sacaría a los suyos adelante. Claro, hubo que hacer algunos ajustes en casa, como prescindir del servicio y las clases de francés de Paola, quien, con su madre laborando fuera y Milcia terminando la universidad y a punto de casarse, tuvo que fungir como tutora de su hermano menor. Pero la vida es así. “Las cosas más hermosas pasan con dolor”, expresa la mujer que el próximo mes cumplirá 49 años. Igual que el acto de dar a luz, del cual ella dice que es “como cocrear con Dios”. 'Siempre existen muchos duendes que te dan la mano'Tras la muerte de su esposo en 2002, Lucía Alonzo y sus tres hijos, Milcia, Paola y Milton, no quedaron desamparados. “Siempre hay muchos ‘duendes’ que te dan la mano”, comenta la mujer, una de cinco hijos criados por una madre divorciada. “Yo no puedo decir que lo he hecho todo sola”. Sus hermanos en la fe, que le dieron soporte emocional y material cuando lo necesitó; su jefe, que confió en su capacidad y la empleó cuando perdió su trabajo en una institución estatal, y sus profesores y compañeros universitarios, que la animaron a terminar la carrera que tantas veces postergó para dedicarse a sus hijos... Todos ellos pusieron un granito de arena. Un fuerte lazo afectivo Si la unidad de su familia se mantuvo se debió, según Lucía, a la entrega que puso desde el nacimiento de cada uno de sus hijos, por quienes evitó durante mucho tiempo trabajar fuera de casa. Asimismo, a la fe que le inculcaron tanto ella como su fenecido esposo. “Muchos de los problemas que se dan en la sociedad son por falta de educación, por los padres no estar ahí. La educación (de los hijos) se la dejamos al servicio”, afirma. ¿Si el enviudar hizo cambiar su relación con sus hijos? “Ahora hay más amistad”, dice Milton, el menor, quien asegura que el ejemplo de su madre lo hace sentirse motivado a seguir. Es que, con todas sus responsabilidades, a Lucía le quedó tiempo para graduarse en la universidad, no de Medicina, carrera que soñaba estudiar cuando llegó de Fantino a la Capital, sino de Psicología. Se trata, dice ella, de su cuarto título; los otros tres, sin duda los más valiosos, son sus hijos.