TERCER CAMINO
Sobre nuestros representantes
Viajando de Santiago a Mao en compañía de uno de mis hijos que reside en Estados Unidos, nos llamó enormemente la atención la cantidad exagerada de letreros y vallas con las fotos de los candidatos a las elecciones de este pasado 16 de mayo. En cualquier país civilizado, esta proliferación es controlada en las carreteras, porque se considera como una fuente de distracción para el conductor, que puede generar accidentes lamentables. Lo triste de todo este despliegue es que pasadas las elecciones, nadie, ni los que perdieron ni los que ganaron, se ocupa de limpiar los postes de las ciudades o carreteras, y esos retratos se quedan por tiempo indefinido en su mismo lugar, hasta el punto que aparecen hasta en nuestros sueños. ¿Existe por casualidad una autoridad que exija a los candidatos que así como los pusieron los retiren? ¡Cuánto dinero perdido, y cuántas de nuestras escuelas sin butacas! ¡Cuánto derroche, y cuántos niños con hambre! Se ha convertido en un negocio lucrativo el crear un partido político, pues aunque los presidentes de dichos partidos sepan que no van a ninguna parte, la meta es coger el dinero que les corresponde por ley para hacer campaña, y al final aliarse con el mejor postor. Y así queremos que no haya delincuencia juvenil, cuando la deshonestidad comienza con nuestros representantes... Me quita el sueño reconocer que ya no hay ideología en los partidos políticos, sólo afán de lucro personal. Si estoy en el blanco y no me conceden el puesto que quiero, y me lo dan en el rojo o en el morado, me brinco de uno a otro “porque quiero ayudar al pueblo”. ¡Ay Duarte, ¿dónde se quedó tu lucha, y en qué palo enganchamos nuestra dignidad y nuestra vergüenza? Oí a alguien decir que para alcanzar una senaduría, la persona tenía que contar por lo menos con treinta millones de pesos. No lo creí, pero este 16 de mayo al ver personas vendiendo y comprando votos, por primera vez en mi vida, me avergoncé mientras echaba mi voto en las urnas del engaño y la corrupción.