ALGUNOS ATRACTIVOS
El sorprendente Taiwán
A PESAR DE SER UNA ISLA PEQUEÑA,PUEDE SERVIR DE MODELO PARA LAS GRANDES CIUDADES DEL MUNDO
Cuando llegas a Taiwán, una brisa fresca te saluda, la que a los dominicanos particularmente le resulta muy familiar. De inmediato se observa un montón de edificios muy altos que parecen sostener su indetinible desarrollo. Mientras avanzas, te das cuenta de que por la forma de su escritura, la inmensa cantidad de letreros que cuelgan en las diferentes estructuras parecen obras de arte indescifrables para los que no entendemos el mandarín. Ni hablar de la “CH”. Sí, esta consonante compuesta que en el idioma español tiene poca utilidad, allí es la protagonista de la pronunciación. Las señas universales en ese hermoso espacio del mundo también tienen su importancia. Ellas te ayudan a lograr el objetivo deseado con sólo apuntar con el dedo, levantar el mentón o abrir bien los ojos. Al fin y al cabo tratan de entenderte, pues su única misión es hacer que el turista se sienta como en su casa. Al compenetrarte en la ciudad, es fácil notar que la calidez de su clima comulga con la hospitalidad de su gente. En cada rostro se advierte el deseo de servir con amabilidad, respeto y una educación comprobada. Allí todo tiene su atractivo. Desde sus platos típicos hasta sus antiguos monumentos, hacen de Taiwán uno de los destinos más visitados del continente asiático. RecorridoVisitar la torre Taipei 101, el Museo Nacional del Palacio, el Templo Confucio, el Monasterio Budista, trasladarse a otras ciudades en el tren bala o acudir a descubrir su historia debajo de las rocas de la isla Penghu, mantiene cautivo al más exigente de los visitantes. 101 AVENTURAS EN LOS 101 PISOS DE LA TORREConsiderado hasta hace poco el más alto del mundo, el Taipei 101, tiene una altura de 508 metros. Sus ascensores turbo son los más veloces del mundo. El ejemplo es que subimos al piso 89 en 32 segundos y bajamos en 45. Cada piso tiene su encanto y lo más importante, cada uno es capaz de favorecer la más inolvidable de las aventuras. Taiwán en una semana El viaje cambió de fecha. Por supuesto, la antelación trastornó los planes, pero igual, todo quedó resuelto. Una llamada mientras me desplazaba hacia la terminal le aseguraba a José, del Deparatamento de Prensa de Taiwán en República Dominicana, que yo estaría a tiempo para tomar el vuelo que había de llevarme al primer destino: New Jersey. Todo en orden. La espera en el aeropuerto de Newark eran siete horas, las que aproveché para ir con Danilo, quien me esperó allí, a Nueva York. La ida por la vuelta, claro. Tomé el segundo avión, el cual, seis horas después, me desmontaba en Alaska. Faltaban alrededor de 11 horas de vuelo. Ya el cansancio y el sueño se apoderaban de mí, aunque era más fuerte el deseo de llegar. Tomar de nuevo el avión, era lo que seguía. Una buena lectura me acompañó. El tiempo pasó y a las 6:00 de la mañana de Taiwán ya me encontraba allí. EntusiasmoVer mi nombre a la salida del aeropuerto fue como sentir el saludo de bienvenida de todo Taiwán. Un señor muy amable me recibió y de inmediato me pasó un celular. Era Carmen, la persona encargada de cumplir la agenda estipulada. Ya mis ánimos estaban mejor y sólo esperaba encontrar una cama para descansar. A las 12:00 del mediodía alguien de nombre Carlos me estaría esperando en el lobby del hotel. No lo conocía y, aunque le pasé por el lado, no advetí su presencia. La intuición, la ayuda de Fernando Ramírez, un periodista argentino que también estaba en el lugar, o tal vez la diferencia de mis rasgos físicos lo llevaron donde me senté a preguntar en buen español si yo era Marta. Todo arreglado. No había tiempo que perder. Un chofer estaba dispuesto para llevarnos a conocer el Mercado de las Flores, algunos centros de artesanía, la torre Taipéi 101 y dar un paseo en tren hacia Rao-ho, donde el romanticismo te invade y la necesidad de tomarte un rico café se hace necesaria. La agenda del día termina y Carlos, Fernando y yo ya parecíamos amigos de antaño. Misión cumplida para Carlos, quien se marchó a su casa alegre por haber engrosado su lista de amigos. Un baño era lo que seguía para que el descanso fuera pleno. ¡Pero vaya la sorpresa! El cambio de hora traicionó mi intención. A las 10:00 de la noche de allá, eran las 10:00 de la mañana de aquí. Las pautasCon el sueño pintado en los ojos y el cuerpo cansado aún, a las 9:00 de la mañana era la cita con Carlos para dirigirnos al Ayuntamiento de Hakka, donde estaba pautada una entrevista con Ze-Min Wang . Todo salió mejor de lo esperado. Un servidor público humilde se adueñó de la admiración de Fernando y de la mía. Sus atenciones no se quedaron ahí. Con entusiasmo nos acompañó a ver el Festival de las Flores, actividad que motivó la presencia de nosotros en Taiwán. Una multitud tenía su cita allí, donde la flor de town era la protagonista. Música, comida, ventas y una gran alegría expresada en cada rostro, adornaban el escenario. El día terminó. Al día siguiente ya Carlos no estaría con nosotros y no sabíamos cómo sería Carmen. Claro, el hecho de ser taiwanesa nos garantizaba que se trataba de una buena persona. No nos equivocamos. A las 9:00 de la mañana el encuentro con ella nos dio la respuesta. Una muchacha dulce, inteligente y muy linda nos identificó de inmediato. No era difícil. Éramos los únicos latinos que había el lobby del hotel. Una agenda divertidaNos apresuramos a hacer la entrevista al ministro del Consejo para asuntos de hakka, Wan-Mei Chung, para luego acudir al Museo Nacional de Palacio donde unas paredes llenas de historia y cientos de piezas que hablan de otros siglos, te golpean la mente con un rosario de interrogantes que en segundos encuentran respuestas de la mano de una guía que conoce los datos como yo sé sumar dos + dos. La visita a Radio Taiwán Internacional fue una agradable experiencia. Conocimos a su directora y allí nos hicieron entrevista, guiada por unos jóvenes latinos que ponen en alto el nombre de sus países de origen con el buen manejo del oficio. Ver un documental sobre la isla en la Oficina de Información del Gobierno, estaba en la pauta. Allí vimos a Carlos y la alegría invadió nuestros rostros. Nos apresuramos a cumplir todo lo marcado para ese día y el descanso de nuevo se imponía. Llega el día siguiente. Un viaje en el tren bala nos condujo a Kaohsiung, la cual queda a unos 400 kilómetros de distancia de Taipéi y adonde llegamos en alrededor de una hora en el veloz transporte. La belleza del lugar y su impresionante estructura nos delitó. La noche fue intresante, sobre todo para Fernando. Carmen cumplió su promesa de llevarlo a un restaurante argentino. Estaba en sus aguas. Por primera vez había comido a sus anchas. Un buen vino se hizo cómplice del momento y lo convirtió en una velada inolvidable. EN LA ISLA PENGHU CON “MAMÁ MÍA”Fuegos artificiales:Ya en Penghu la noche se tornó interesante. El festival de los fuegos artificiales deleitó a la multitud. Un puente sirvió de escenario para que los espectadores vivieran la mágica emoción que producen estos artefactos. En la mañana más que conocer la isla, conocimos a una señora dinámica, trabajadora y gentil a quien Fernando puso por nombre “Mamá Mía”. El regreso a Taipéi era bueno, pero dolía decir adiós a “Mamá Mía”. Ya en la ciudad, había que descansar y preparar las maletas. Al día siguiente un paseo mañanero era mi despedida. No oculto que dejar a Carmen y a Fernando, literamente, me arrancó el alma. Carlos tenía la responsabilidad de llevarme al aeropuerto. Despedirme de él también fue difícil. El primer avión que había de tomar no tardó en salir. Atrás dejé amigos, vivencias y recuerdos que retumbarán por siempre en mi mente. A la llegada a San Francisco, el reencuentro con mi maleta me devolvió la alegría. Sentí que mi única compañera estaba ahí como un paño de lágrimas para recordarme que no estaba sola y que ella no sólo contenía mis pertenencias, sino también todo lo que viví en Taiwán. Pronto tomé el otro avión y ya en Miami me sentí cerca de los míos. Saber que pronto vería a mis hijos y a mi familia me hacía feliz, pero admitir que del otro lado del mundo había dejado la alegría que me produjo la amistad de Carlos, Carmen, Fernando, la Japonesa, “Chinchulín 1 y 2”, así como el calor de los taiwaneses, me llenaron de nostalgia.