TERCER CAMINO
¿Quién decide qué?
Uno de los retos más fuertes en materia de crecimiento emocional es tener el control de sentir nuestras propias emociones, en vez de apropiarnos de las ajenas. Muchas veces nos levantamos motivados, contentos, optimistas y con la mayor disposición de pasar un día feliz. Todo parece ir bien hasta que por alguna razón nos ponemos en contacto con alguien que está frustrado, enojado, deprimido, o sencillamente pasando por un mal momento. Sólo basta que esa persona nos niegue un saludo, nos responda mal, nos confronte inapropiadamente, o simplemente nos ignore, para que nuestro estado de ánimo se modifique, y terminemos sintiéndonos tensos, enojados, o deprimidos. Nos alteramos a causa de la conducta de los demás, y somos parte entonces de lo que alguien llamó el “efecto cascada”: Una persona actúa mal, pasa una preocupación o descarga su rabia a otra, que a su vez la pasa a otra, formando una verdadera cadena de infelicidad. Esto pasa porque somos entes sociales que necesitamos compartir con nuestros semejantes nuestro diario vivir, y en ese proceso permitimos que las actuaciones de los demás determinen nuestras propias reacciones, y que otros nos pasen su forma de sentir. Personas con alto poder de cambiar nuestro estado mental son los agresivos pasivos. Pueden tocar nuestras zonas vulnerables muy fácilmente, y provocar nuestro paso de alegría a enojo, en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, somos responsables de nuestra conducta, aunque a veces nos resulte más fácil dejar que otros decidan cómo nos vamos a sentir, pues es la manera más cómoda de culpar a los que nos rodean de la forma como actuamos. De ahí la frase: “Me hiciste sentir... de tal o cual manera”. La realidad es que nadie tiene el poder de hacernos sentir mal o bien, a menos que nosotros se lo permitamos. Por eso preguntémonos: En nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos, en nuestras acciones...¿Quién Decide Qué?