MEMORIAS DE VIAJES
Una andadura en bus por París
Frente al monumental Hotel des Invalides, desde el cual relumbra la cúpula dorada de la Église du Dome, donde se encuentra el mausoleo que aloja la tumba de Napoleón, bajamos del autobús. (Hotel no tiene aquí la acepción de edificio para pernoctar, sino que alude a un palacio en un grupo de construcciones con museos y monumentos relacionados todos con la historia militar francesa). Es un alto en el camino para tomar un refrigerio en una cafetería con una peculiar característica en su muro exterior: huellas de impactos de balas cuyos huecos han sido rellenados pero sin tratar de ocultarlos. En el interior, me siento a la barra a tomar un café expreso. De vuelta al vehículo, enfila el conductor hacia la zona de la torre Eiffel, que en medio del Champ de Mars se eleva impresionante desde 1889 con su estructura de hierro pudelado. Levantada para celebrar el centenario de la revolución, estaba por ser demolida en 1909, pero no fue destruida debido a su importancia en las transmisiones de radio y teléfono trasatlánticas. Lo que en principio iba a ser algo temporal es hoy en día uno de los más admirados puntos de interés que mayor número de personas atrae en París. En este recorrido panorámico, como asunto curioso llama el guía la atención hacia unas fundas públicas de basura. No les veo nada de raro hasta que aclara que reemplazan otro tipo de envases, como una forma de impedir que en ellos sean colocados artefactos explosivos. Es que en tiempos atrás fueron utilizados en tres o cuatro atentados con bombas. ¡Ay, Dios! Había olvidado que existe el terrorismo... Tan pronto cruzamos hacia el Distrito 16 cambia el panorama. Es un mundo de costosas y elegantes residencias, muchas de las cuales sirven como sede de embajadas. Es la zona del “triángulo de oro”, así conocido por el alto costo de las propiedades. Apenas las miramos de refilón. Alcanzamos el Arco de Triunfo y la Plaza Etoile hoy llamada Plaza Charles de Gaulle, hacia la cual fluyen doce avenidas. Casi ni tiempo da para mirar con detención el internacionalmente conocido arco cuya altura es de 50 metros. Tampoco puedo desde el autobús regodearme en los detalles: cuatro gigantescas esculturas y muchos escudos en su parte superior. Bajo este arco, que hizo construir Napoleón I en honor a su Gran Armada, está enterrado desde 1920 el Soldado Desconocido. En esta andadura en bus transitando por la avenida Champs Elysees, hacia un lado está la entrada poco llamativa del internacionalmente renombrado club nocturno: el Lido de París, al que esta noche iremos varios del grupo. En la acera de al frente, haciendo esquina está Fouquet’s, restaurante fundado en 1899. Su fachada con toldos no me llama la atención y, sin embargo, aquí celebró Nicolas Sarkozy su elección como Presidente de Francia, y en este restaurante, a cuya terraza acuden turistas a desayunar, también festejan sus bodas muchos hijos de multimillonarios árabes. En el extremo oriental de la avenida Champs Elysées llegamos hasta la más grande plaza parisina: Place de la Concorde. Tiene 86,400 metros cuadrados de extensión y, en su centro, sube hasta 23 metros de altura el varias veces milenario obelisco de granito rojo que anteriormente custodiaba la entrada del templo Luxor en Egipto. ¡De cuánta historia ha sido testigo en diferentes continentes!