EN OTRA DIMENSIÓN
El hombre bello y el murito
Caminaba tranquila una noche más... ¿la idea? Cumplir con mi trabajo diario. Cubrir uno de los interminables actos sociales que tenía en mi agenda de trabajo. Si me voy a los recuerdos, era una noche cálida, fresca, el estacionamiento de la recién inaugurada Casa de España estaba casi vacío. Mientras caminaba, utilizaba los minutos antes de llegar para organizarme, imaginar quiénes estarían, pensar en algunas preguntas y preparar “el estilo”, por si acaso la vida, o la situación me regalaban alguna sorpresa... ese es el periodismo diario.
Mientras trataba de “arreglar mi cabeza” imaginaba que algún día llegaría hasta mí ese amor tipo Corín Tellado ¡Ja! jJa! Yo, con un muchachito que me esperaba en casa y que come tanto, muchos gastos, el colegio, los pantalones de moda, el traje de baño, los tenis Nike, la mochila de moda, y ahora un deseo de estudiar ingeniería en una universidad que solo Tú, Papá Dios, sabrás cómo pagaré. De pronto, me sacó de mis pensamientos la mirada escrutadora de uno de los hombres más interesantes que conocí en todos mis años de reportera. ¡Jesús, qué susto!
- ¿Qué fue, Magda? ¿Te saqué de tus pensamientos?
- Pues mire que sí.
- Estás tan bonita, luces tan moderna y con tanta tranquilidad que me das envidia.
- ¿Yoooooo?
- Sí, tú. ¿Por qué te asombras?
- Porque usted que lo tiene todo, decirme a mí esoÖ tiene que asombrarme.
- Ven, vamos a sentarnos en este murito, porque ese salón está vacío y por lo menos a mí no me gusta ser el primero y cuéntame lo último de lo último.
- Pues lo último de lo último son sus amores, y ese lío en el que usted anda metido con esa de regalar tantas joyas caras, comentan que está vuelto loco y sin idea.
Mientras él cambiaba de cara, yo pensaba de dónde iba a sacar el dinero para pagar la universidad del Titi, y cómo sería que resolvería mis cosas sin con tan solo uno de esos aretes que él regalaba yo pagaba dos años de universidad.
- ¿Otra vez ida, Magda? ¿Y en qué es lo que tú tanto piensas? Porque ahora que empezaste el cuento tienes que terminarlo, porque, oye Magda, ¿qué haría la República Dominicana sin ti?
- No me provoque porque entonces me descompongo y no le cuento nada.
Comenzó a llegar la gente, y nos vimos en la obligación de caminar. Nunca vi una noche con tantas estrellas sobre mi cabeza, por eso usé su belleza y el fulgor de su luz para darle la razón, le dije que lo único importante en esta vida era el amor; que si así lo consideraba, lo defendiera, pero que no le hiciera daño a nadie ni regalara más nada porque eran las mismas dueñas de las tiendas que salían a contarlo. Que por una puerta salía él, y por la otra, una de ellas llamaba a los diarios. Que como él quería saber cuál era el tema de moda, pues ya lo sabía.
Se armó un lío tan grande que casi se me sacó del control, digo, porque para ese tiempo como yo no salía de un problema tenía una especie de maestría para salirme limpiecita de temas que yo misma iniciaba, porque ese estilo de columnas por lo que cansan con el tiempo es porque hay que sufrirlas, sudarlas, hacerlas showÖ para que las lea usted con placer.
Hoy día, me “topeto” de cuando en cuando al “barba azul” de este cuento y en medio de los recuerdos quedó algo bueno: me mira y ¡explota de la risa!