Memorias de viajes
Un paseo a pie: desde Cibeles hasta Atocha Desde la Plaza de la Cibeles hasta la estación de tren Atocha, en la capital de España, se extiende el Paseo del Prado, con una arbolada explanada central hacia la cual miran preciosos edificios de fachada neoclásica. Caminarla a paso lento toma alrededor de media hora. Es lo que pretendo hacer, iniciando mi deambular en la Plaza Cibeles, con su simbólica fuente del siglo XVIII a cuya diosa, Cibeles, este año, el capitán del Real Madrid colocó una bufanda y dos banderas (del club de fútbol y de España) en una tradicional ceremonia que el equipo celebra cada vez que conquista el título. Frente al imponente grupo escultórico se levanta el edificio de Correos, hoy sede del Ayuntamiento, cuyo estilo me recuerda un pudín de boda. En esta confluencia de Alcalá con Paseo del Prado, en la esquina con Paseo de Recoletos está el Palacio de Linares, del siglo XIX, donde hoy funciona Casa de América. Cuentan que en su interior se han escuchado, a veces, extraños sonidos en las noches y se han visto raras sombras, por lo cual varios estudiosos de estos temas, entre ellos Argumosa, tío de mi primo Carlos, pernoctaron una vez en el local. En otra esquina funciona el Banco de España que en el año 1884, como proyecto arquitectónico obtuvo la Medalla de Oro en la Exposición de Bellas Artes, sección Arquitectura. Y a la izquierda, ya en el trayecto hacia Atocha, está el Museo Naval. La entrada es gratis, mas, por ser recinto militar exigen un documento de identidad. Unos días antes tuve que regresar al hotel para buscarlo. Sin él no me dejaban entrar. A mitad de camino está la Fuente de Apolo y, casi al frente, a la izquierda, la Plaza de la Lealtad, con el monumento a los caídos el 2 de mayo. Al otro lado de la calle se distingue el Museo Thyssen-Bornemisza, en el Palacio de Villahermosa, con obras de pintores de los siglos XIII al XX. En los meses de verano recomiendan cenar a la carta en la terraza de la cafetería-restaurante, gestionada por la cadena catalana Paradis. En torno a la Fuente de Neptuno, en la Plaza de Cánovas del Castillo, confluencia del Paseo del Prado con Carrera de San Jerónimo y otras calles de menor importancia, funcionan ñen aceras diagonalmente enfrente- dos famosos hoteles de gran lujo: el Ritz y el Palace. En el Ritz, abierto en 1911, se han alojado los más representativos personajes de la aristocracia de Europa y del mundo financiero y de la más alta sociedad. Sus instalaciones gurmé atraen también a quienes no tienen el más alto poder adquisitivo, según deduzco de un cartel en un muro exterior: de 14:30 a 15:30 ofrece té y merienda en su lobby. Asimismo proyecta su restaurante, su chef y sus platos recomendados. En cuanto al Palace, otro símbolo de la hostelería española, el edificio de 1910 es un ejemplo de la arquitectura franco-belga. En 1914 fue premiado por el Ayuntamiento de Madrid como el edificio mejor construido (uno de los primeros en tener estructura total de hormigón armado en la capital de España). Cuando la explanada del Paseo del Prado empieza a estrecharse, la vista tropieza a la izquierda con el complejo que aloja una de las más importantes colecciones pictóricas del mundo: el Museo del Prado. A su lado, la pródiga naturaleza del Jardín Botánico, mientras haciendo esquina con la calle de Almadén ñen el lado contrario- desde hace poco tiene abiertas sus puertas Caixa Forum, cuya colección de arte contemporáneo puede verse sin pagar entrada. Cerca de la Plaza del Emperador Carlos V, a la derecha, está el Centro de Arte Reina Sofía, donde destaca el famoso cuadro Guernica, de Picasso. Hace unos años acudí a conocerlo. Es imponente. Ya en el extremo donde termina el Paseo del Prado, se levanta la Estación de Atocha, con un invernadero de abundantes plantas. En una de las zonas aledañas se levanta el monumento en honor a los muertos por el atentado terrorista del 11 de marzo a varios trenes. No llego hasta él pues, por más que pregunto, me confundo en el trayecto.
