¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?
“¿De dónde sale la cizaña?”
Durante toda esta semana Jesús ha estado fuerte con el hombre que no es capaz de comprometerse por el Reino, y le habla en parábolas, “porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender” (Mt. 13,13). Se les ha embotado el corazón por el pecado. Cada día que pasa, es una lucha entre el bien que queremos hacer y el mal que hacemos. “En realidad no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí... En efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí”. (Rm 7, 17-20) “El ser humano se desconoce a sí mismo. Por eso no sabe lo que quiere, y sus metas van cambiando a lo largo de su vida, a lo largo incluso del día. Como no sabe adónde va ni adónde quiere ir, no sabe a qué atenerseÖ Pugna el egoísmo, que quiere satisfacer todos sus deseos individuales, con su reputación, que vela por su honor y teme el desprestigio.” (El inconsciente, ¿morada de Dios?) Y entonces Jesús nos habla de la caridad para con los más necesitados, que hoy se le llama solidaridad: “El que dé a beber, aunque sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecitos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga”. (Mt 10,42) Pero, el mundo de hoy se ha vuelto insensible, indolente, apático, ante todo dolor humano. Es tal el adiestramiento a través de los medios de comunicación social hacia toda violencia, hacia el ojo por ojo del Antiguo Testamento, que tal parece que Jesús ha pasado a la historia, o que vivir el mensaje del Evangelio es como volver de nuevo al Coliseo de Roma a morir en boca de los leones, y dar la vida por Él, pero que nuestra fe no es tan comprometida para eso. Y preferimos “unirnos” a las demás voces que gritan, que piden, que exigen, pero que están muy lejos de ofrecer soluciones, de responsabilizarse para lograr un mejor manejo de la sociedad. Parece ser que no estamos dispuestos a coger la cruz que nos ha tocado vivir y seguir a aquel que sí supo dar su vida por nosotros aún siendo pecadores. Y que siempre fue responsable de la misión que le tocó vivir. Todavía permitimos al pecado que sea nuestro guía. Hemos sido incapaces de decir no al maligno. Seguimos coqueteando con las fuerzas del mal. Seguimos sembrando la cizaña entre nosotros. Y no estamos dispuestos a dejar todo aquello que nos aleja de Él, ya sean familiares, cosas, sueños, actividades, etc. Y por eso no somos dignos de Él. Jesús nos pone en aprietos. ¿Cuál va a ser nuestra respuesta? ¡Cuánto dolor siente Jesús ante esas ciudades en las que ha realizado tantos milagros y sin embargo, no han sabido convertirse y cambiar su forma de vida licenciosa y vergonzosa! ¡Tantas leyes absurdas, tantas aberraciones, tanta muerte y dolor. Pero tampoco somos capaces de hacer un alto y reflexionar ante tanta maldad! ¡Somos de dura cerviz! ¡Tan soberbios, tan prepotentes, tan orgullosos! Quizás por eso Jesús le da gracias a Su Padre, por haber escondido todas estas cosas a los sabios y a los entendidos y habérselas revelado a la gente sencilla. Tanta gente sencilla como la que habita este país. Pero que a pesar de haber conocido La Palabra, no ha sido capaz de ponerla en práctica. Esa gente sencilla que el mundo de hoy tanto discrimina, y subestima, pero que llena nuestras iglesias. ¿Qué ha pasado que no hemos sido capaces de enseñarles lo que valen ante Dios y cuál es su responsabilidad de bautizados ante la maldad que nos arropa? ¿Cómo podremos defender nuestra fe en los barrios, en las comunidades, si no tenemos confianza en nosotros mismos ni en nuestras instituciones? Debemos unirnos y descartar la cizaña antes de que ésta se mezcle con el trigo. Pues, entonces, solamente Jesús podrá con ella. Él nos está alertando. Y “guerra avisada no mata soldados”. Vamos a enfrentar a todo aquel que con su mediocridad desea contaminar nuestro hábitat. El Señor es muy claro en el Evangelio de hoy: “Pero mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó”. (Mt 13, 25). Y es que el que echa la cizaña es el que actúa en la sombra. Todo aquel que no es transparente utiliza las malas mañas para hacer daño, porque tiene envidia de la felicidad ajena; es demasiado mediocre para disfrutar las bondades del otro. El Señor nos alerta: “la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores, los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de Su Padre. El que tenga oídos, que oiga”. (Mt. 13, 38-43) Oh Señor, ayúdanos a no ser cizaña para nadie. A no impedir el crecimiento de los demás. Que seamos capaces de negarnos a nosotros mismos y de transformar el mundo a través del Evangelio.
