Anima Mundi

La sonrisa de IngridBajo su sombrero de paisana y su ropa de camuflaje, la sonrisa de Ingrid ilumina la pantalla. No lleva maquillaje ni ha pasado por la peluquería, pero está reluciente. Sus ojos brillan con un resplandor especial. La libertad tiene ese poder, la felicidad también, ambas se unen ahora en esta mujer que durante seis años se constituyó en el símbolo de los secuestrados. Hoy Ingrid Betancourt ha vuelto a ser esa mujer vivaz y espontánea que la distinguió durante su vida política. Abraza a su madre y a sus hijos, toma la mano del marido, y en París, saluda a Sarkozy y su Carla Bruni y habla con los medios con una naturalidad y agudeza que te hacen creer que su encierro ocurrió en un club campestre y no en la terrible selva amazónica. Viéndola desde la imagen que reproducen las fotos y la tele, es difícil asociarla con la fotografía que circuló hace un tiempo con la figura lánguida, la piel macilenta, y la cara oculta. Sin embargo, detrás de esa debilidad física combatía una mujer fuerte, cuyo espíritu de lucha le hizo ser capaz de soportar el encierro y las humillaciones sin perder la cordura, sin abandonar la fe, que es lo único capaz de mantenernos firmes en los momentos difíciles. Hoy celebramos el regreso de Ingrid a la vida, y con este operativo se vislumbra lo que parece el final de una guerrilla debilitada y acéfala, cuyos métodos de secuestro y sus alianzas con el narcotráfico, echaron por el suelo la confianza que en algún momento pudo despertar entre grupos de izquierda. Las FARC están solas y debilitadas. Ingrid está fortalecida. Quien fuera una aspirante más a la presidencia de Colombia, después de su calvario parece tener mucho más allanado el camino hacia la casa presidencial.

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