Refugio

Después nos quejamos...Hace días una amiga y yo tuvimos una breve discusión “constructiva”. Ella me decía que en este país hacer una maestría era muy difícil para personas como ella, que tienen un solo empleo y sus ingresos son muy bajos. Yo le decía que muchas veces es más fácil quejarse y “despotricar” contra el Gobierno por todo lo que nos pasa, sin hacer nosotros el mínimo esfuerzo. Le decía, por ejemplo: ¿por qué no se buscaba otro empleo, en vez de cuando sale de su empleo a las 2 de la tarde irse a su casa? Otra de mis propuestas es que si ella entendía que en su lugar de trabajo no le pagan como se merece, que busque otro lugar donde sí valoren su esfuerzo. El caso es que si quería hacer su maestría debía hacer hasta lo imposible para lograrlo. Y eso quiere decir, dejar de ver las telenovelas de las tres, evitar las reuniones con las vecinas, ahorrar dinero del salón, entre otras cosas, que aportan poca cosa a su intelecto. Una vez alguien me dijo que aquí la gente se queja mucho, y me retó a hacer un recorrido a media mañana por los principales barrios del país, y para nadie es un secreto ver ciertos “ejemplos” de deseos de avance. Un hombre jugando dominó, o un grupo desayunándose en una fritura y haciendo cuentos, teorizando sobre la situación política del país, sobre la economía, incluso haciendo recomendaciones de cómo las cosas deberían funcionar. Todo el que me conoce, en una mínima parte, sabe que no soy progobierno, ni nada por el estilo. Poco me importa lo que dicen, sus propuestas políticas y todas susÖ eso mismo. Sin embargo, sí creo en que el ser humano puede desarrollarse tanto como se lo ha propuesto. Conozco personas que a pesar de venir de familias muy humildes son ahora exitosos profesionales. Gente que se propusieron sus metas y que no perdieron tiempo en cosas que no valían la pena. Tengo el placer de conocer a Ciprián Reyes, presidente del Grupo Ciresa, un hombre exitoso, que luego de llegar a la Capital en un camión de carga y con todas las necesidades que usted se pueda imaginar, se graduó de abogado, y luego de ser un mensajero de un banco desaparecido del país, hoy tiene unas de las más prestigiosas firmas de abogados, con otro banco importante como uno de sus clientes. Ahora bien, estoy segura que Ciprián bebió pocas cervezas en los colmadones, que cuando salía a la universidad, no perdía su tiempo en cosas que no le daban provecho. Puedo asegurar que estaba muy enfocado en lo que quería. Así como él hay muchos ejemplos en este país. Hace muchos años, el escritor dominicano Adrián Javier, me dijo mirándome a los ojos: Sylvana no pierdas tiempo... Desde ese momento hasta ahora esa frase la tengo muy presente... Creo que ha sido unos de los grandes tesoros que me dejó el poeta... ¡¡Mil gracias!!

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