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Fado y tranvías, un amor de verano por calles de Lisboa
LISBOA.- El fado, el estilo musical por excelencia de Lisboa, y los pequeños tranvías que recorren las estrechas y empinadas calles de la ciudad se unen en los veranos de la capital para explicar la esencia de la “saudade” portuguesa. Los viejos tranvías, uno de los símbolos del paisaje urbano de Lisboa, acogen durante las fiestas de la ciudad las actuaciones de cantantes de fado, que con sus letras muestran que lo suyo es puro sentimiento, “saudade” y reflejo de la cotidianidad del pueblo portugués. Para demostrar que la voz de Lisboa sigue viva, el fado se sube cada verano a los clásicos “amarillos” para pasear este estilo musical que pretende ser considerado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La iniciativa del Ayuntamiento de Lisboa, que este año reúne a 58 fadistas, 13 guitarras acústicas y otras tantas guitarras portuguesas, es acercar a la calle una música que en los últimos años se había encerrado en casas de fado. El reconocido fadista Luis Braga dijo a Efe que le gusta actuar en los tranvías, porque las “personas que suben a los ‘eléctricos’ son gente que, quizás, económicamente no se pueden permitir ir a una casa de fados, que son muy caras”. De esta forma, el fado más tradicional y castizo deja los restaurantes y sale a la calle para encontrar a las gentes que pasean por la ciudad y que en ella viven. Braga explicó que es agradable actuar en un lugar en el que siente más cerca el calor del público y en el que el “ruido de los platos y los cubiertos es sustituido por el sonido propio de los tranvías, que tiene de por sí un encanto especial”. Ver el espectáculo está al alcance de cualquier bolsillo y no va más allá de los 1.35 euros que cuesta un billete de tranvía, aunque también se aceptan pases mensuales, que abarata aún más si cabe la entrada al concierto. El escenario son algunos asientos de los tranvías que recorren las líneas 18.25 y el mítico 28, el más conocido de los “eléctricos” de Lisboa y frecuentado por los turistas que quieren conocer los típicos barrios de la capital asociados al fado. El aforo, escaso, apenas una docena de asientos y 38 plazas de pie, contribuye a conciertos entre cabezas y brazos de personas que se agarran a los asideros para mantenerse vertical, a pesar de los habituales zarandeos del tranvía, que pasa rozando casas y coches con su particular “traquetreo”. La expectación provoca largas esperas para escuchar fado en los tranvías y las protestas de los que se quedan fuera, ante la falta de suficiente aforo. A mitad de recorrido también se puede sumar uno a la fiesta, y así lo hacen sorprendidas personas entregadas a sus quehaceres diarios que se suben al tranvía con maletín o las bolsas de la compra en la mano.
