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Las declaraciones de Pedro Livio

EL GENERAL RETIRADO JUAN TOMÁS DÍAZ HABÍA SURGIDO, DE LOS CUARTELES DE LA ERA

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José Miguel Soto JiménezSanto Domingo

SANTO DOMINGO.- Las Fuerzas Armadas Dominicanas, mayoritariamente trujillistas, estuvieron, a pesar de lo que se ha dicho, mayoritariamente representadas en la trama de ese acontecimiento histórico singular que se llamó el 30 de mayo. El general retirado Juan Tomás Díaz, E.N. reconocido por la mayoría de los declarantes como jefe de la conspiración, había surgido de los cuarteles, siendo identificado como un militar de larga data y activo ejercicio castrense, con una tradición familiar en este campo que se remonta a sus ancestros desde la época de la independencia. La implicación en el complot del general Pupo Román, Secretario de las Fuerzas Armadas, y de un grupo de oficiales de su cercanía activos y retirados, corroboran lo que afirmo, sin perder de vista la importancia que el primer teniente Amado García Guerrero, del cuerpo de ayudantes militares tuvo en la trama, ni desechando el hecho de que Antonio de la Maza y Pedro Livio Cedeño habían sido capitanes del ejército. Salvador Estrella venía de una familia de militares de alto rango. Antonio Imbert, que había sido marino mercante en su primera juventud, tenía un hermano mayor de la guardia y era bisnieto del general José María Imbert, héroe de la batalla de Santiago del 30 de Marzo y de la batalla de Beler cuando la guerra de la Separación, otro de sus ancestros, fue héroe de la Restauración y participó activamente en las guerras intestinas. El ex capitán Pedro Livio Cedeño Herrera, dominicano, de cincuenta años, natural de Higuey, casado, negociante, cédula numero 3236 serie 28, fue llevado a declarar a la fiscalía el 26 de junio de 1961, siendo quizás de los últimos implicados que se presentaron ante “Lolito” Tejeda el “Procurador fiscal del Distrito”, aunque, como es sabido, muchos de los participantes declararon posteriormente varias veces más, ante el juez de instrucción y otras instancias. De todas formas, Pedro Livio no era un declarante más relacionado con los hechos, no solo porque llevaba en su cuerpo las huellas físicas del 30 de mayo, sino porque fue uno de los actores más involucrados en la acción final de este acontecimiento. Gravemente herido en el atentado, operado de emergencia en la “Clínica Internacional” y trasladado al hospital militar de la Base Aérea de San Isidro para otras intervenciones y atenciones, fue reservado como el testimonio más importante del proceso y, por eso, se puso especial empeño desde el principio en salvarle la vida. Al estar aislado en el centro asistencial de la “Base Aérea”, no entró en contacto con los demás implicados de la trama y ello despejaba cualquier posibilidad para coordinar una coartada o algún intento de ponerse de acuerdo en un aislamiento prácticamente inviolable. Desde que cayó herido hasta su internamiento, entre los apremios de la inconsciencia, las mordidas desesperantes del dolor y la anestesia, tampoco hubo espacios para acordar o componer nada. Cuando comenzaron a interrogarlo de mala manera los miembros del SIM, que se lo arrebataron a los vapores del éter después de la primera operación, mantuvo una actitud valiente y “desafiante”, según nos ha dicho en varias ocasiones el doctor José Joaquín Puello, para entonces practicante de servicio en aquella noche del 30 de mayo. Por eso las declaraciones de Pedro Livio, no solo son valiosas porque rematan categóricas todas las demás, sino porque corroboran las mismas desde otra dimensión, agregando y puntualizando aspectos que aclaran todo lo que se ha dicho de forma especulativa de su propia circunstancia. Pedro Livio confirma, por ejemplo, que el plan de la Avenida se comenzó a gestar en febrero del 1961, o sea según sus palabras “tres meses” antes del martes 30 de mayo de ese año. Cuando Cedeño dice que llegando un día a la casa de Juan Tomas, “me acerque a los señores Antonio de la Maza y Huáscar Tejeda quienes conversaban en ese momento en relación a las posibilidades de un atentado contra la persona del Jefe”, queda claro que Pedro Livio llega a la conspiración por la vía de los hermanos Díaz Quezada, para “conseguir”, según sus palabras, “la caída del gobierno”, cosa que dimensiona los propósitos políticos del atentado. Sin embargo, si nos llevamos del libro del Doctor Hans Wise Delgado, podemos encontrar indicios de que Cedeño tenia ciertos resentimientos personales que lo llevaron a la trama, mucho antes de la propuesta que él menciona en su interrogatorio, ya que el entonces administrador de la “Azucarera Haina” en su obra “Trujillo: Amado Por Muchos, Odiado por Otros”, cuenta que siendo Pedro Livio administrador de la fábrica de “Baterías Hércules”, acudió a esa entidad para suplir acumuladores de energía a la flota de camiones de los ingenios, y que habiéndosele otorgado en principio el contrato, luego se le comunicó que el “generalísimo” solo le había otorgado el cincuenta por ciento del mismo, cosa que llenó de ira a Cedeño hasta el punto de referirle airado a Wise, a quien apenas conocía, “que a ese hombre había que matarlo”, que había que salir de él, expresión que llenó de aprensiones al administrador, que tuvo la nobleza no sólo de no denunciarlo, sino de hacerle efectivo después lo del 50% de lo acordado. He oído también versiones especulativas de que Pedro Livio, relacionado sentimentalmente con una hija de José Pimentel, “cacique” Trujillista de San Cristóbal, tuvo problemas personales con este lugarteniente del “Jefe”, que lo enemistaron seriamente con el régimen. De todas formas, Cedeño afirma que ese día del mes de febrero, se enteró “por boca de Antonio de la Maza de lo que se planeaba”. Con posterioridad Pedro Livio afirma que se reunía con Antonio en su casa o en la de él. “Antonio me fue dando los datos sobre mi participación en el atentado de acuerdo a lo que ellos me decían”, refiere claramente en sus declaraciones. Comprendiendo la relación de Pedro Livio con Juan Tomas y Modesto Díaz Quezada, y lo dicho por otros sobre la intención un tanto descabellada del sector político de secuestrar a Trujillo, entendemos lo que dice Cedeño al respecto de esta intención, ya que según sus declaraciones el plan “tenía por objeto secuestrar al “Jefe” y hacerle llegar la noticia al general Román, (Secretario de las Fuerzas Armadas) por mediación a “Bibin” su hermano, quien formaba parte del grupo. A continuación Pedro Livio identifica por sus nombres a los complotados conocidos de la trama, o sea, en su mayoría la gente de la avenida, casi todos muertos o apresados, a excepción de Imbert y Luis Amiama, al momento de su interrogatorio. Una declaración inusitada que habían referido otros de forma más sutil, se hace categórica en Pedro Livio cuando agrega que Antonio de la Maza le comunicó la versión de que “por mediación de un familiar suyo, iban a poner el atentado en conocimiento del Presidente Balaguer”, para ver si él daba su “asentimiento”, “pero no sé si se le llegó a decir”, añade aclaratorio. Pedro Livio habla también de las demás intentonas. “Antonio de la Maza, Salvador Estrella y algunos otros iban a la avenida George Washington casi todas las noches, con el fin de verificar si el “Jefe” le daba oportunidad de salir para San Cristóbal para consumar los hechos”, estos intentos son referidos en otras declaraciones, lo que habla de la determinación de los complotados. “Yo estuve en la avenida el jueves de la semana anterior (25 de mayo) acompañado de los demás, ya que se nos había dicho que el “Jefe” vendría vestido de verde olivo, pero esa noche el “Jefe” no fue”, recalca sin temores. Como vemos Cedeño confirma los demás interrogatorios anteriores casi de forma literal y cuando pasa a narrar los hechos del 30 de mayo, también lo hace sin grandes diferencias. “La noche de los hechos yo estaba en casa de Juan Tomas Díaz”. Refiriendo entonces que Antonio de la Maza lo llamó diciéndole que “había pasado por su casa a buscarlo y no lo había encontrado” ya que esa noche se daría el asunto.

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