Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

ESCRITOR

Salman Rusdhie, 20 años condenado a muerte y ahora es un sir

PARIS.- Muchos escritores han muerto por sus ideas, pero sólo uno vive desde hace casi 20 años bajo una amenaza de muerte islamista: Salman Rushdie, de nuevo blanco de las iras musulmanas en su primera semana como “sir” inglés. “Emocionado, abrumado y agradecido” se declaró el escritor británico de origen indio después de que el sábado la reina Isabel II le concediera el título nobiliario de “caballero”. Tres días después celebraba su 60 cumpleaños rodeado por un nuevo vendaval de amenazas de muerte islámicas que le son familiares desde que en 1989, el ayatolá Jomeini emitió una “fatwa” (procedimiento legal) condenándolo a muerte por “blasfemo”. Algunos de los países más conservadores del islam, como Pakistán e Irán, han interpretado el título nobiliario como una “provocación” que “ha herido la sensibilidad de 1.500 millones de musulmanes”. “¡Muerte a Rushdie; muerte a Gran Bretaña!”, se ha escuchado en las calles de las ciudades de Pakistán, aliado de Estados Unidos y de la propia Gran Bretaña en la lucha contra el terrorismo. Paquistaníes e iraníes tampoco han dudado en permitir peticiones de asesinato y hasta ofertas de recompensa por la cabeza del escritor, como los 150.000 dólares prometidos por una organización fundamentalista. El ministro paquistaní de Asuntos Religiosos, Ijaz ul Haq, fue aún más lejos al justificar los atentados suicidas “para proteger el honor del profeta”, mientras que un jefe religioso sugirió que se llame a todos los perros del país “sir”. Desde su nuevo estatus de “caballero” de Su Majestad, Rushdie ha revivido así la vieja pesadilla de la “fatwa” provocada por sus “Versos satánicos”. Era su cuarto libro y en él, unas prostitutas soñaban que eran las mujeres de Mahoma; además, según Rushdie, el profeta estaba bajo la influencia del hachís cuando tuvo una visión del arcángel Gabriel. Eran solo sueños de un prometedor novelista nacido en el seno de una rica familia musulmana de Bombay que abandonó el islam en la adolescencia y se educó en una de las universidades más exclusivas de Occidente como es la británica Cambridge. Pero para el régimen integrista iraní esas páginas eran imperdonables y desató la caza al “blasfemo”. Rushdie pasó a la clandestinidad, rodeado de guardaespaldas. Una vida de infierno que su segunda esposa, la escritora estadounidense Marianne Wiggins, sólo soportó los cinco primeros meses. El mismo, desesperado, anunció en 1990 su conversión al islam. Pero los ayatolás fueron implacables: la fatwa seguía en pie. En años siguientes le costaría la vida a su traductor japonés y dejaría seriamente herido a su editor sueco. El escritor, por su parte, se limitó a raras apariciones, como una en un curso de verano de El Escorial (en las cercanías de Madrid), en 1992, en el que también participaba el peruano Mario Vargas LLosa. “Necesito moverme para que no me olviden. (...) Si me olvidan moriré”, dijo el autor. “Mientras Rushdie siga en las catacumbas, ningún escritor puede sentirse libre”, apostilló Vargas Llosa. En 1998, la pesadilla se rebajó a mal sueño. El gobierno iraní anunció su intención de no aplicar la fatwa en el ámbito de la normalización de relaciones diplomáticas entre Londres y Teherán, rotas precisamente por el llamado “caso Rushdie”. La fatwa, sin embargo, seguía existiendo, ya que el único que podía levantarla era Jomeini y éste murió sin hacerlo. En todo caso, Rushdie recuperó su libertad. Se divorció de su tercera mujer, empezó a asistir a actos mundanos y se casó en cuartas nupcias con la bonita modelo india Padma Lakshmi. Vive a caballo entre Londres y Nueva York, en esta última ciudad sin demasiados temores, pese a que a finales de 2005 Teherán volvió a endurecer la posición en su contra. En cambio, cuando cuando vuelve a Londres, siempre le espera la vigilancia total de Scotland Yard en la que el Erario inglés se ha gastado casi 15 millones de euros. El escritor considera que tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos “todos vivimos ahora bajo una fatwa”. La suya particular le ha costado al menos cuatro intentos serios de asesinato, según le contó hace unos días el propio Rushdie a uno de los pocos amigos con los que austeramente celebró sus seis primeras décadas de vida.

Tags relacionados