Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Mentiras, mentiras, mentiras

A partir de esta semana, el espacio en Lecturas de Domingo de Carlos Alberto Montaner será ocupado, de manera alterna, por su hija Gina Montaner y el reputado periodista y analista, Andres Hernández Alende.

Donald Trump y Vladimir Putin son muy buenos amigos.

Donald Trump y Vladimir Putin son muy buenos amigos.

Había mucha expectación en torno al foro con Donald Trump que CNN anunció a bombo y platillo. Pero más que interés por lo que pudiera decir el ex presidente, la gran curiosidad radicaba en si la cadena de noticias y la moderadora elegida para lidiar con el personaje serían capaces de contener, o dar réplica debidamente, a un mentiroso compulsivo al que la verdad le produce urticaria.

Si hubo apuestas con dinero contante y sonante, la noche del pasado miércoles se llenaron los bolsillos aquellos que estaban seguros de que el town hall de marras les explotaría en la cara a los nuevos directivos de CNN, por no hablar de Kaitlan Collins, joven promesa del periodismo que se dejó arrojar a la pista del circo con un peligroso animal sin bozal. Como acompañamiento, un público entregado aplaudía cada vez que la criatura mostraba los afilados colmillos ante una domadora domada.

Por supuesto que Trump no iba a decir nada nuevo ni relevante porque lo suyo no es ser un hombre de Estado, sino carne de reality a destajo y directo a la yugular de quien se le ponga delante. Se sabía, porque así ocurrió durante las campañas presidenciales y a lo largo de su singular mandato, que dispararía falsedades con tanta rapidez como las ráfagas de los rifles semi automáticos que siegan vidas en Estados Unidos por la complacencia de políticos como él con la todopoderosa Asociación Nacional del Rifle. En el transcurso de una hora su boca pequeña fue una ametralladora de mentiras que, como en la canción que hizo famosa la cantante italiana Mina, Parole, parole, parole, la moderadora no supo frenar. Nada pudo hacer Collins, vestida de blanco como una virgen que va al martirologio, cuando de principio a fin Trump insistió en que las elecciones de 2020 habían sido “fraudulentas”. Sin resquemor alguno validó el ataque golpista del 6 de enero, mintiendo descaradamente sobre su papel como instigador principal de un intento de golpe de estado que maquinó desde que comprendió que había perdido en las urnas. La moderadora malamente contuvo el aluvión de trolas, mientras una audiencia republicana en su totalidad (más bien, fanáticos de la secta trumpista) aplaudía cuando el invitado se mostraba faltón.

Como el disco rayado que siempre ha sido, el favorito en las primarias republicanas pasó de su elogio al golpismo a otro de sus temas favoritos: la burla hacia las mujeres, esos “coños” que ha agarrado alegremente por ser “famoso” y “poderoso”, aguijoneado por el fallo de un jurado que hacía unas horas lo había hallado culpable de abuso sexual y de difamación contra la periodista E. Jean Carroll. Habló con desprecio de una demandante a la que deberá pagarle cinco millones de dólares y que, seguramente, después del foro se estaría planteando demandarlo por nuevas calumnias. Como les ha ocurrido a otras moderadoras en el pasado, en un momento dado Trump le dijo a Collins que era una “desagradable” (nasty) y el público lo jaleó con entusiasmo.

Eso tiene Trump. Es reincidente en sus agravios y faltas. Por ejemplo, en el encuentro organizado por CNN el ex mandatario volvió a mostrar la debilidad tan grande que siente por Putin. La moderadora le preguntó varias veces si desea que Ucrania gane la guerra. Trump no pudo asentir porque hace mucho que vendió su alma (¿acaso tiene?) al hombre fuerte del Kremlin. Eso sí, antes de que finalizara tan lamentable espectáculo aseguró que, si en esta ocasión no gana, el país “estará en apuros”. Sólo faltaron las risas enlatadas. Una vez más, ya sabemos a qué atenernos.

Tags relacionados