el bulevar de la vida

Agonía, pasión y muerte del Derecho Internacional

Estados Unidos ataca unilateralmente a Irán, que a diferencia de Gaza no es un erial de bracitos y calaveras de miles de niños muertos, sino una teocracia dura para quien es muy difícil, casi improbable PERO NO IMPOSIBLE, construir armas nucleares como las que ya poseen muchos de los países imperialistas y/o colonialistas responsables de las mayores atrocidades y actos de terror en el mundo, y pienso ahora en Estados Unidos y una CIA en franca competencia con la Gestapo, la KGB, el Mossad israelí, o la Stasi de Alemania comunista.

Estados Unidos ha atacado a un país (Irán) con el que no está en guerra, y que no ha lanzado un alfiler a su territorio continental, lo que plantea una crisis del derecho internacional en cuestiones tan fundamentales como la soberanía de los Estados, el uso de la fuerza y el respeto a los derechos humanos. Recordemos que en su artículo 2 (4), la Carta de la Naciones Unidas habla de que los Estados miembros deben abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.

Este ataque (a cargo de un presidente Trump que no consultó al Congreso), realizado con la complicidad de “la flaca, cané y descangayada” Unión Europea, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, y sin que sea posible justificarlo bajo el derecho a la legítima defensa, pues Irán no le ha atacado, ha dado inicio formal a una Guerra Mundial Terrorista (GMT) mediante la cual, Estados Unidos se declara en el derecho de bombardear, asesinar, derrocar y llevar el terror a cualquier país que no siga sus directrices. Mientras la respuesta de Irán, que ha asegurado que atacará intereses estadounidenses dónde, cuándo y cómo lo crea conveniente, ha terminado por convertir todo el globo terráqueo en un posible campo de batalla, una batalla que si llegara a ser nuclear... podría ser la última, vuelvo a decir.

Entonces, era mentira la fábula del derecho internacional, la superstición de los derechos humanos, la protección de la niñez sobre cualquier cosa, como era mentira esa ONU convertida ya en el escaparate que dice Cortez, “un montón de etiquetas, un decorado, un simple personaje de opereta, un fruto de consumo consumado”. Agonía, pasión y muerte del Derecho Internacional.