Karla Sánchez, la víctima costarricense del Jet Set que vivía para su familia y los viajes

Lo que empezó como el viaje soñado de la costarricense Karla Sánchez Solórzano para ver auroras boreales al sur del círculo polar ártico, dio un giro fatal e inesperado que terminó en una de las peores tragedias en la historia reciente de República Dominicana.
Karla, de 41 años, cambió de destino a último momento, luego de que se cancelara su vuelo desde Atlanta hacia Islandia por actividad volcánica. Junto a su esposo, el piloto comercial Pedro Leonardo Cepeda, decidió entonces asistir al concierto del merenguero Rubby Pérez en la discoteca Jet Set, en Santo Domingo.
A las 12:44 de la mañana, del martes 8 de abril, el techo del local colapsó, provocando la muerte de 235 personas, incluida Karla, quien luchó por su vida durante varios días en un hospital de Santo Domingo. Su esposo también falleció.
Su hermana Jarumy Sánchez contó los detalles de ese fatídico paseo. Esa semana, sin saberlo, Karla y Pedro Leonardo pospusieron para siempre las auroras boreales y se enrumbaron a su último concierto.
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Originaria de Desamparados de Alajuela, Karla tuvo un hijo en su primer matrimonio, un niño que hoy tiene 12 años. En octubre del 2020 se casó con Pedro, dominicano radicado en Nueva York, a quien conoció durante un paseo en Costa Rica.
A ambos les apasionaban los viajes. Por eso, a inicios de abril, Karla dejó a su hijo con su padre y voló sola a Atlanta el viernes 4, donde se reuniría con Pedro para tomar el vuelo a Islandia.
Sin embargo, al aterrizar en Atlanta, le avisaron que el vuelo había sido cancelado. Desde allí voló a Nueva York para reencontrarse con su esposo, y juntos decidieron cambiar de planes y volar a Santo Domingo, donde llegaron el domingo 6.
La última vez que Jarumy habló con su hermana fue la tarde antes de que Karla saliera del país. “Le dije: ‘mirá, estoy aquí donde mami, ¿por qué no sube?’ Y ella me respondió: ‘ay no, hermana, ya me tengo que ir, mañana viajo’, porque iba a empacar”, recordó.
En la madrugada del martes 8 de abril, Jarumy hablaba por teléfono con otra hermana, preocupadas por la salud de una sobrina enferma, cuando sonó el teléfono fijo en casa de su madre. Atendió la mamá.
“Mi mamá me dice: ‘es que dicen que Karla estaba en una disco, y hubo un derrumbe. Dicen que está estable, que ella dio el número de la casa, pero está muy golpeada’”.
La persona que llamó colgó sin dejar número. Esa llamada, desde la isla caribeña, puso a las alajuelenses al tanto del principio de la tragedia.
“Yo entré en la desesperación y decía, ‘¿a quién llamo?’. Lo que hice fue bajar a ver si en el tele daban algo. Yo no encontraba nada". Fue en YouTube donde finalmente se topó con un video que confirmaba el colapso del techo de la discoteca Jet Set, relató Jarumy.
A través del video descubrieron que Karla había sido trasladada al Hospital Marcelino Vélez, de Santo Domingo. Consiguieron el número del centro médico, y allí les confirmaron que su familiar estaba internada y consciente, pero su estado de salud se complicaba por una hemorragia interna, y por lo tanto debían inducirle un coma.
En ese momento, lo único que les importaba era encontrar una manera de llegar a Santo Domingo lo más pronto posible.
Compraron tres boletos que esa misma tarde salían en tres vuelos diferentes de Copa Airlines, pero los tres fueron sobrevendidos, contó.
Finalmente, Jarumy encontró un vuelo de Avianca que salía ese día, pero debía hacer una escala de ocho horas en Colombia que para ella fueron eternas.
Su madre no pudo viajar por su estado de salud, y su hermana se quedó con ella y los hijos de Jarumy.
Al llegar sola a República Dominicana, recibió asistencia de la Embajada de Costa Rica para llegar más pronto al hospital y ver a Karla.
“No te puedo decir cuál fue la parte más dura de lo que viví allá, pero para mí fue muy impactante ver a mi hermana en una cama, conectada a una máquina, a un respirador, es muy feo”.
El resto de la semana se hospedó en la casa de una familia dominicana conocida de ella, pero la mayor parte del tiempo la pasaba en el hospital, esperando noticias sobre el estado de Karla, quien había sufrido una grave lesión en la columna y tenía un pulmón colapsado.
Dos días después del accidente, Karla recibió una compleja operación de casi 12 horas, periodo en que Jarumy recibía actualizaciones de los doctores cada hora y media.
El sábado 12, se despertó a las 4 a. m. y se dirigió de nuevo al Hospital Marcelino Vélez. Mientras esperaba afuera de la UCI, una doctora le dijo que entrara.
“Yo dije, ‘aquí la cosa no está bien’; sin embargo, yo iba pidiéndole a Dios cuando entraba a la UCI. La doctora me dijo: ‘ella acaba de entrar en un paro, nos costó mucho despertarla, pero volvió a agarrar fuerza‘”, recordó.
La invitaron a verla, y aprovechó para darle palabras de ánimo, estrecharle la mano y besarla.
Volvió a la sala de espera, pero minutos después la llamaron de nuevo. Cuando iba de camino, se encontró con una doctora. Le explicó que hicieron lo humanamente posible, pero Karla no lo había logrado.
“Me dejaron volverla a ver, ahí sí me tocó despedirme, le dije lo mucho que yo la amaba, y darle gracias porque en realidad ella me esperó”, relató.
A Jarumy le tocó gestionar la larga lista de trámites necesarios para trasladar el cuerpo, que llegó a Costa Rica cerca de la medianoche del 16 de abril, y fue enterrada un día después en el cementerio de San Pedro de Santa Bárbara, en Heredia.
Apasionada por los viajes
Al haber solo un año de diferencia entre Jarumy y Karla, su relación de hermanas fue especialmente cercana. “Nos criamos como gemelas, íbamos a la escuela juntas, hicimos juntas la primera comunión”, afirmó.
Por eso, ella pudo describir con detalle cómo era en vida, cuánto le apasionaba viajar, conocer culturas diferentes y explorar la gastronomía de cada lugar a donde iba.
“Ella era una persona muy especial: cariñosa, y siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Era super vanidosa y elegante. Le encantaba bailar; creo que era una de las cosas que mejor hacía”, contó.
Atenta con sus dos hermanas y su hermano, consentida con sus sobrinos y dedicada a su hijo de 12 años, quien quedó con su padre.
“Era de esas personas a las que solo le importaba su familia, y eso era uno de sus mayores tesoros”, expresó.
Ahora, la familia se tomará el tiempo para decidir si demanda a los posibles responsables de la tragedia, pero al tratarse de un caso ocurrido en otro país, con las dificultades que eso conlleva, no es una decisión que se puede tomar a la ligera, aseguró Jarumy.