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Legado digital: ¿Qué pasa con tus redes sociales cuando mueres?
En medio del dolor que representa la pérdida de un ser querido, surgen muchas preguntas para las que rara vez estamos preparados. Una de las más frecuentes en esta era digital es qué hacer con las cuentas de redes sociales de alguien que ha fallecido. ¿Se eliminan? ¿Se mantienen activas? ¿Quién tiene acceso? Estas son interrogantes que cada vez más familias enfrentan sin haber tenido conversaciones previas ni orientación clara. Lo que pocos saben es que existen protocolos establecidos para manejar estas situaciones y que anticiparse a ellas es también una forma de cuidar a quienes dejamos atrás.
En el caso de Facebook, los usuarios tienen la opción de designar en vida a un "Contacto de Legado", una persona de confianza que podrá administrar ciertos aspectos limitados del perfil si este llega a convertirse en cuenta conmemorativa. Esto significa que, al fallecer, el perfil no desaparece, sino que puede mantenerse como un espacio de memoria y tributo, con funciones restringidas para garantizar la privacidad del fallecido. Esta figura no tiene acceso al contenido privado de la cuenta, pero sí puede, por ejemplo, fijar una publicación, actualizar la foto de perfil o incluso solicitar la eliminación definitiva de la cuenta, si así fue establecido por el titular.
Instagram, aunque no permite designar un contacto específico, sí ofrece la opción de convertir la cuenta de una persona fallecida en un perfil conmemorativo, una vez se presenta la documentación que acredita su deceso. Desde ese momento, la cuenta permanece visible pero bloqueada para futuras interacciones, preservando así su contenido como una especie de cápsula digital. Sin embargo, lo que ambos casos tienen en común es que, sin una planificación previa, el proceso puede volverse emocionalmente confuso y burocráticamente desgastante para las familias.
Estas posibilidades abren una conversación necesaria sobre el concepto de “legado digital”, que se refiere al conjunto de activos, cuentas, recuerdos e identidades que una persona deja en entornos virtuales al momento de fallecer. Desde fotografías hasta mensajes y comunidades enteras, todo lo que compartimos en redes sociales forma parte de nuestra narrativa personal. Pensar en cómo queremos que esa narrativa continúe —o se cierre— después de nuestra partida, debería ser parte de cualquier proceso serio de planificación de legado.
En muchos casos, los familiares no saben si pueden acceder a una cuenta, ni cómo solicitar su eliminación o su conmemoración. Y en contextos de duelo, esos trámites pueden resultar abrumadores. Por eso, tomar decisiones hoy y dejar instrucciones claras puede convertirse en un acto de amor para quienes se quedan. Así como organizamos un testamento o designamos tutores para nuestros hijos en caso de emergencia, también deberíamos tener conversaciones sobre quién podrá acceder a nuestros recuerdos digitales, cómo queremos ser recordados y qué plataformas deseamos que permanezcan activas.
Reflexionar sobre estos temas no es morboso, es responsable. El silencio digital después de la muerte también puede ser una herida abierta si no fue gestionado con antelación. Por eso, en un mundo donde nuestra presencia se extiende mucho más allá de lo físico, planificar el destino de nuestras redes sociales es, sin duda, una nueva forma de cuidar nuestro legado.

