SIN PAÑOS TIBIOS

El mantenimiento cuesta

Pasado el shock y la conmoción, la sociedad transita el camino de la impotencia, la ira y los cuestionamientos.

A manera de catarsis social, la histeria colectiva de una nación destrozada ha mutado hacia un sentimiento de ansiedad generalizada en torno al estado de seguridad y funcionalidad de nuestras infraestructuras públicas.

De repente, el “Puente de la 17” se vuelve viral, circulan imágenes de algunas de sus vigas o losas que meten miedo, y todo el mundo se convierte en “puentólogo”; también se saca del cajón de los recuerdos la tragedia de noviembre de 2023, esa que desembocó en la creación de una comisión presidencial para auditar determinadas obras públicas –que oportunamente entregó su informe–, pero que aún no se ha hecho nada al respecto.

Se suben fotos en las redes de aproches, bordillos, hoyos famosos, puentes menores con problemas, grietas en algunos edificios, etc.; y, aunque en las buenas intenciones se cuelan las malas también –porque hay gente que intenta pescar en las olas más grandes de las peores tormentas–, lo que importa es que hay muchos pendientes en supervisión y mantenimiento de obras públicas.

Es correcto que el MOPC realice labores de mantenimiento preventivo en el puente en esta Semana Santa, pero son muchas las obras que merecen una acción similar, no por un tema de potencial desgracia, sino por la más elemental de las labores preventivas.

En justicia, la lista de pendientes es enorme y la desidia institucional trasciende presidentes, gobiernos, partidos y ministros, porque es intergeneracional; porque no llevamos como sociedad el gen del mantenimiento, porque lo dejamos todo para último.

Si queremos pasar la página, si queremos evitar que tragedias como las del Jet Set ocurran en el ámbito de infraestructuras públicas, urge, no sólo hacer el inventario de obras, su nivel de priorización, estado de situación, diagnóstico, recomendación de intervención y su correspondiente costeo. No. Necesitamos también, como sociedad, discutir abiertamente de dónde saldrán esos recursos.

Con los presupuestos ordinarios del MOPC no podemos hablar con seriedad de acometer las labores de mantenimiento y extensión de vida útil de las obras priorizadas, no en la escala de tiempo requerida por la sociedad. Hemos dejado acumular demasiados pendientes por décadas y ha llegado la hora de ponernos al día.

Para hablar de un plan nacional de mantenimiento y mejora de infraestructuras públicas, tenemos que hablar de instrumentos extraordinarios de financiamientos focalizados, ya sean préstamos o bonos. Para ello, el problema no será convencer a Mr. NO y su (entendible) fobia al incremento de la deuda frente al PIB; a quien hay que convencer es al liderazgo político, empresarial nacional, y a toda la sociedad. Para ello, diálogo, apertura, transparencia y rendición de cuentas por parte del gobierno, serán imprescindibles.

Parafraseando el refrán chino: el mejor momento para darle mantenimiento a las infraestructuras públicas fue hace veinte años. El segundo mejor momento es ahora.