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La Victoria: un recinto más humano

Actualmente hay 5,471 internos por encima de su capacidad general

De derecha a izquierda, Ángel Valdez, Audry Trinidad, Cibely Ramírez, Cayena González, Melanie Cuevas, José Osvaldo Cabrera, Sauro Scalella, Lauren Jiménez, el mayor Céspedes y Luis Beiro frente a la entrada del recinto. Fuente externa.

De derecha a izquierda, Ángel Valdez, Audry Trinidad, Cibely Ramírez, Cayena González, Melanie Cuevas, José Osvaldo Cabrera, Sauro Scalella, Lauren Jiménez, el mayor Céspedes y Luis Beiro frente a la entrada del recinto. Fuente externa.

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Sauro ScalellaSanto Domingo, RD

El hacinamiento en la Penitenciaría Nacional de La Victoria es vox populi (voz del pueblo). Para las autoridades no es un misterio el estilo de vida que tienen allí alrededor de 7,574 privados de libertad, cuando su capacidad general de alojamiento siempre ha sido para 2,103 internos, es decir, que hay 5,471 reclusos por encima de lo establecido, según datos recogidos en el informe estadístico del mes de enero 2023, publicado por la Dirección General de Servicios Penitenciarios y Correccionales de la Procuraduría General de la República.

Desde hace unos años, las intenciones por modernizar la histórica cárcel La Victoria se han nublado. El último aliento de esperanza de los más de 7 mil internos era el traslado hacia el Centro de Corrección y Rehabilitación Las Parras, sin embargo, por decisión de las autoridades ese centro estaba ocupado por los casos de corrupción de la Operación Medusa.

Hasta ahí, las mínimas ilusiones se desvanecieron. Ahora, en lugar de custodiar la vida de esos internos, Las Parras es prisionera de la mayor negligencia gubernamental, luego de haberse gastado más de seis mil millones de pesos para la construcción de aquel entramado carcelario.

Una madre devastada llora mientras conversa con su hijo privado de libertad, un interno infectado de lupus, mientras se queja de la “injusticia” que, según él, unos vecinos cometieron en su contra y que le ha marcado de por vida; mientras un grupo de siete o nueve prisioneros observa quienes entran y salen de La Victoria y decenas de internos caminan por los alrededores como si estuvieran en el ‘patio de su casa’. Ese era el escenario de un día cualquiera en esa prisión tradicional.

El centro penitenciario parece ‘tierra de nadie’, y es que, desde la entrada hasta el mínimo rincón, el panorama luce contaminado por su descuido. Además, en las afueras, donde está la puerta principal de acceso, impera un vertedero de basura y aguas cloacales que aturde la respiración.

También, el área donde los oficiales penitenciarios revisan a los visitantes sobresale por esas condiciones que se resumen en dos palabras: suciedad y negligencia.

Pasadas las 10:00 de la mañana, ya los periodistas del Listín Diario se encontraban dentro de la cárcel, tras pasar el acostumbrado chequeo policial.

Sin saber hacia dónde iban y sin un oficial esperándolos, un preso grita: “Yo los llevo”. Pero, el policía encargado de la entrada, le ordena, buscar un oficial para que los guíe hacia el despacho del director interino del penal, José Osvaldo Cabrera Ventura. “Son míos ya”, dice con autoridad el mayor Céspedes, subcomandante del recinto, al momento de recibirlos en el segundo piso del edificio.

Los esperaban el Director del Penal, el subdirector de Asistencia y Tratamiento, Rafael Mejía, conocido como “El Bailarín” y el subdirector de Seguridad, Ariel Mejía. Los visitantes no se conformaron con informaciones preliminares y miradas de asombro. Desde un principio expusieron sus deseos de recorrer no solo los lugares tradicionales y emblemáticos, donde habitan reclusos que aceptan con disciplina aquella realidad, sino también algunos sitios de alto riesgo, de puro caos años atrás.

El director interino no tiene reparos en decir la realidad: “La Victoria es un reflejo representativo de la sociedad (…), es la imagen de lo que somos”.

Osvaldo Cabrera define esa cárcel como una “comunidad”, ya que su sobrepoblación, de más de 7 mil privados de libertad, la hace ver como ‘un barrio marginado’, en el que seres humanos castigados por la justicia viven de manera similar a ‘sardinas en lata’.

No obstante, su relato cambia de tono cuando afirma: “La carencia que se ve en el país también se va a reflejar en el centro penitenciario”.

Debido a esa realidad, Cabrera revela que las autoridades carecen de la posibilidad de identificar las razones por las que ha llegado un preso a La Victoria. Y explica: “Todos se tratan por igual, sin distinción, somos solidarios y entendemos la realidad de cada cual y luchamos porque tengan los mismos derechos y deberes. Solo se separan cuando no aceptan nuestra mano y deciden asumir otro tipo de actitud”.

En La Victoria solo existen 3,664 internos “condenados” de los siete mil y tantos recluidos. Es por ello que la cantidad de mayor relevancia es la de internos “preventivos” con un aproximado de 3,910 presos, entre dominicanos y extranjeros. En estos casos, allí se recluyen hasta que una sentencia lo disponga o no.

La alta cantidad de recluidos que esperan el dictamen judicial para cumplir o no su pena es problema judicial. No existe otro sitio donde mantenerlos como preventivos. Las autoridades puntualizan que por esa razón hacen un esfuerzo para que los reclusos convivan en paz y entiendan que la justicia tiene sus procedimientos que deben cumplir.

En el mes de enero seis privados de libertad salieron de La Victoria: uno fue trasladado -se desconoce el cambio de recinto-, mientras que diecisiete ingresaron a esa cárcel, según establece la Procuraduría General de la República.

En el penal se siguen los pasos de la Dirección General de Prisiones. El director interino asegura que no “acostumbran” a indagar las razones por las que llegan los reclusos, sino, que tratan de cumplir con las ordenanzas del penal y hacer posible de que se sientan humanizados, con independencia del motivo por el que llegan.

“Nosotros somos soldados”, de esa forma se describen los agentes allí destacados. En los últimos tiempos solo se ha conocido una fuga del penal.

Ocurrió en horario nocturno y se desplegó un operativo para intentar regresarlo a su estatus. La seguridad del penal está garantizada. Por igual, dentro del penal está prohibido el uso de la Internet, sin embargo, muchos internos disponen de esa conexión.

Los reclusos tienen derecho a la televisión, tanto individual como privada y, para que la señal sea lo más nítida posible, se les permite, con la debida autorización y asesoramiento de las autoridades, colocar pequeñas antenas para mejorar la imagen que llega a través de las señales de los distintos canales de televisión.

En La Victoria hay bibliotecas, gimnasios, talleres de música, ebanistería, artes visuales, iglesias, escuelas, y muchos otros espacios donde las ramas del saber están al alcance de los que deseen pasar su tiempo de reclusión en actividades útiles, que ocupan su mente.

También, hay un área especial para los internos recién llegados. Allí, permanecen unas dos semanas para realizarles pruebas, estudios psicológicos y, sobre todo, ver el tipo de conducta que traen de la calle y la manera que aceptan adaptarse a su nueva vida.

Los internos tienen que usar pantalones cortos, mientras que los instructores utilizan camisetas de color azul. Con esa medida se distinguen a los internos. Además, les enseñan a ser afables, disciplinados y a entender la importancia del bajo perfil.

La Victoria también es una cárcel internacional, donde conviven junto a los nacionales: holandeses, jamaiquinos, cubanos, peruanos, venezolanos, colombianos, alemanes, italianos, haitianos, españoles y demás extranjeros.

Hay algo a tener en cuenta sobre los allí recluidos: son seres humanos que han quebrantado el orden y por ello deben cumplir condenas.

Pero, hay que entenderlos, aceptarlos como son y tratar de incorporarlos a la sociedad como elementos útiles.

Despacho del director interino de La Victoria, José Osvaldo Cabrera Ventura. Fuente externa.

Los periodistas conversan con las autoridades penitenciarias en la biblioteca del penal. Fuente externa.

Pabellón Alaska.