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Los reportajes de Mariela Mejía en Ventana y La Vida fueron un preludio de lo que pasaría en su futuro: convertirse en una de las periodistas más laureadas del país.

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Soranyi CampañaMadrid, España

Ciertamente, cuando empezamos esta travesía no sabíamos a que nos íbamos a enfrentar, pero las incertidumbres se fueron desvaneciendo al ver la acogida y el apoyo que recibimos de los periodistas más experimentados, así como la confianza que los editores depositaban en nosotras al asignarnos trabajos periodísticos de mayor envergadura y responsabilidad. Recuerdo el día que vimos la firma de Yaneris en la portada de la sesión de espectáculos, gracias a una magnifica entrevista que hizo a la bailarina clásica Michelle Jiménez. El orgullo y la alegría por su logro no nos cupo en el pecho y, a partir de ahí, nos esforzamos más para también ser merecedoras de ello. Los reportajes de Mariela en Ventana y La Vida fueron un preludio de lo que pasaría en su futuro: convertirse en una de las periodistas más laureadas del país. La calidez y ternura de Eli eran patentes en las páginas de la revista infantil Al Compás. Mientras que la talentosa pluma de Desirée se sentía firme desde el Cibao, y actualmente es uno de los referentes periodísticos de Puerto Plata. La madurez y formación de Lucivel eran muy visibles en sus escritos y la especial sensibilidad artística y social de Gelys Mar eran su mayor sello de identidad en sus redacciones. En el caso de Nazaret, su brillantez fue tal, que la respetada Carmenchú Brusíloff, editora de la revista Aldaba, no titubeó para contratarla, incluso antes de que terminase el programa. En mi caso, mi paso por la sección de espectáculos fue muy especial y solo puedo agradecer infinitamente a Ramón Almánzar, su editor, por dejarme volar a la hora de escribir. Aprendí mucho de él y de mis maravillosas compañeras: Ynmaculada Cruz Hierro y Emelyn Baldera.

Sin duda, el Listín fue una escuela de vida. Un lugar donde encontramos un padre llamado Cherny Reyes, creador del programa, y un maestro: Luis Beiro, que era como nuestro “señor Miyagi”. Un hombre dispuesto a defendernos, sin importar los obstáculos. No nos enseñaba estrategias de combate, pero sí nos invitaba a reflexionar sobre la responsabilidad social del periodismo y, lo hacía a través del cine. Cada semana nos reuníamos en uno de los salones de la empresa para ver una película relacionada con el quehacer periodístico. Ese momento era sagrado. No podíamos faltar a ese encuentro con el séptimo arte y la sapiencia de Don Beiro. Recuerdo que el periodista Ramón Pérez Reyes le llamaba “la escuelita de Beiro”, porque era como una clase de filosofía de vida del periodismo. Ciudadano Kane, considerada una de las 100 mejores películas del cine, y Tinta roja fueron algunos de los tantos títulos que pudimos apreciar.

Finalmente, he de confesar que Periodista Por un Año significó un punto de inflexión en nuestro devenir profesional y que nos marcó positivamente para siempre. De hecho, diez años después de haber tenido esa experiencia laboral decidí hacer mis maletas para iniciar una nueva etapa de mi vida en el extranjero. Vendí mis bienes materiales y sólo le di espacio en mi maleta a aquellas cosas que consideré esenciales y que me ayudarían a recordar los mejores momentos vividos en mi país. Entre ellos estaba: una foto impresa con mis compañeras del programa junto al periodista y amigo Alexei Tellerías. También, dos trozos de papel con las publicaciones que guardaban mayor significado para mí: una entrevista a Francisco Céspedes, uno de mis artistas favoritos, y un extenso reportaje sobre Samaná, el lugar más hermoso de la tierra.

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