Historia de la coronación de La Altagracia
Tengo en mis archivos más de 25 investigaciones sobre la historia de la Altagracia de Higüey, aparte de mi tesis doctoral, elaborada en la Universidad Javeriana de Colombia sobre la Imagen misma de la Altagracia, que es un libro escrito no con palabras, sino con símbolos, equivalente a un pequeño tratado de Mariología.
Con esto queremos recordar que la Altagracia, además de ser “devoción religiosa de un pueblo”, “religiosidad popular”, es historia y es teología, que debe ser tratada científicamente.
Ahora vamos a tratar una de esas investigaciones: la historia de la Coronación Canónica de la Altagracia. Voy a tocar 10 puntos.
1. La idea de la Coronación Canónica fue de Monseñor Adolfo Alejandro Nouel, entonces Arzobispo de Santo Domingo.
2. Decimos “Canónica”, porque ya la Virgen está coronada. Es Reina, es la Madre del Rey del universo. Es un tema bíblico e histórico. Canónica, porque se realiza bajo las normas o cánones de la Iglesia. De hecho, es una explicitación pública y universal de una realidad que le pertenece por derecho. Es Reina, aunque no se haga la Coronación Canónica.
3. En el año 1920, Monseñor Nouel en visita Ad Limina, a Roma, le pidió personalmente al Papa Benedicto XV la Coronación Canónica de la Altagracia. Había sido su profesor cuando era estudiante en el Colegio Pío Latino. Él le dijo: “Santo Padre, no hay hogar dominicano donde no se venere a la Altagracia”, solicitándole se dignara autorizar la Coronación. A esta petición, Benedicto XV respondió, teniendo en sus piernas la Imagen de la Altagracia y la Bandera dominicana que el Arzobispo Nouel le había llevado de regalo: “Basta que tú lo digas, Adolfo”.
4. El Documento del Papa Benedicto XV, aprobando la Coronación de la Virgen de Altagracia de Higüey, se llama “Breve”. Es del 24 de julio de 1920, dado en Roma. Lleva como título sus primeras letras latinas, como todos los Documentos de la Iglesia: “Uti ad nos attuliste” (“Como a nosotros informate”).
5. Asistieron a la Coronación cinco mitrados: Monseñor Sebastián Leyte de Vasconcellos, Legado Papal; Monseñor Felipe Rincón González, Arzobispo de Caracas; Monseñor Adolfo Alejandro Nouel, Arzobispo de Santo Domingo; Monseñor François M. Kerzusan, de Cabo Haitiano y Fr. Miguel Gregorio Vuilsteke, Obispo de Chardros y Vicario de Curacao.
6. La oración que entonces compuso Monseñor Nouel y que se viene repitiendo día tras día es la siguiente: “Virgen Santísima, Madre Nuestra de la Altagracia, ampara y defiende al católico pueblo dominicano que hoy te corona y te proclama su única Reina y Soberana”.
7. Vale la pena notar que la Coronación de la Virgen de la Altagracia en la Puerta del Conde llevaba el mensaje de decirles a los norteamericanos que no eran ellos, que entonces ocupaban la Isla, ni España, ni Francia ni Haití los que reinaban aquí, que la única Reina Soberana de este pueblo, libre e independiente, era la Virgen de Altagracia.
8. Ya la Imagen misma de la Altagracia de Higüey tiene una corona pintada, que es una enseñanza bíblica, teológica y una catequesis. La que puso el pueblo dominicano en 1922 fue elaborada por orfebres notables de Santo Domingo, pesa 7 kilos de oro puro, sostenidos por dos ángeles, también de oro, que fue donada por los dominicanos: mucho de ese oro fueron anillos y otros objetos personales donados para tal fin.
9. La Imagen sólo ha salido de Higüey para ir a Santo Domingo: ese 15 de agosto de 1922 para su Coronación Canónica; en 1944 para presidir las fiestas del Primer Centenario de la Independencia de la República; en mayo de 1955, cuando fue condecorada con las más altas Insignias nacionales; en enero de 1979, en la Plaza Independencia por Juan Pablo II, con una diadema. Con su venida de nuevo en 2022 para la celebración de los 100 años de su Coronación, ha salido de Higüey cinco veces.
10. La Virgen de Altagracia de Higüey tiene, pues, tres coronas físicas: la que tiene pintada la Imagen; la de 1922, colocada por los dominicanos; y la de 1979, coronación de Juan Pablo II.
Mons. Ramón Benito de La Rosa y Carpio es Arzobispo Emérito de Santiago de los Caballeros