La crisis de la clase política

Aunque los disparos se han produ­cido, exclu­sivamente en territorio ucraniano, el mundo, casi completo, es­tá involucrado en la terce­ra guerra mundial, que de nuevo, tiene lugar en Eu­ropa, aunque desde luego, el costo, lo pagamos todos.

Si a Ucrania se le ha des­truido toda su infraestruc­tura y el terror ha provo­cado que 4 millones de sus habitantes huyen, Rusia – por las sanciones - tiene pulverizada su economía, que siempre ha sido débil e ineficaz, por lo que si la invasión cesará mañana, tardará décadas en recu­perarse.

Esa situación que solidi­fica a la Unión Europea con Estados Unidos ya dio lu­gar a un nuevo orden mun­dial con China como segun­da potencia económica: Los pasos adoptados, sobre to­do en materia energética y armamentista por Europa, son irreversibles.

Esos eventos que afec­tan al mundo tienen sus efectos particulares en América Latina que, luego de la Tercera Ola de demo­cratización (1968-1986) que dejó a Cuba como la única dictadura y, de que a partir de entonces se apli­caran en la democracia libe­ral de entonces, las recetas neoliberales, tanto en go­biernos derecha como de iz­quierda, vinieron surgiendo regímenes de izquierda, con cortes totalitarios – particu­larmente con excepción Lu­la y Mujica – y, ahora, con ri­betes anti sistémicos.

En México, López Obra­dor, llama para el mes próxi­mo a una consulta revocato­ria para que los mexicanos decidan si lo quieren o no, algo insólito en la cultura presidencial de esa nación; el caso de Bukele en El Sal­vador, que propicia una au­tocracia que eliminó los contrapesos de los poderes públicos, igual a su vecino Nicaragua en donde Daniel Ortega preside una anacró­nica dictadura de izquierda que compite con la de Zo­mosa a la que derrocó en 1979.

Ya veremos el recién ins­talado gobierno de Hondu­ras y el de Chile, que estrena al Presidente Boric, el más jo­ven del mundo: Chile pare­ce haberse cansado de ser el ejemplo del continente en de­sarrollo. Perú, que en un pe­riodo de gobierno ha llegado a estrenar cuatro presidentes y, el actual Pedro Castillo, des­de su juramentación, cada mes es amenazado de juicio político para destituirlo por incapacidad moral.

El experimento del nue­vo socialismo de Venezue­la, ya hemos visto en que se ha convertido con el Presi­dente Nicolás Maduro: Un monumento a la incom­petencia que ha destruido económica política y social­mente a la nación más rica de la región con las reservas más grandes de hidrocarbu­ros del mundo compitiendo solo con Arabia Saudita.

Según algunos el conta­gio toca ahora a Colombia, una de las naciones de ins­tituciones más sólidas del continente, tanto que la de­mocracia ha sobrevivido a más de 60 años de guerrilla que cuestionan fuertemente al Estado y al narco que lle­gó a controlar amplias áreas geográficas y a llenar de ho­rror con carros bombas y se­cuestros a las ciudades.

Apunta como favorito pa­ra las elecciones de mayo Gustavo Petro, ex guerrille­ro del M-19 y ex alcalde de Bogotá, posición de la cual fue destituido en el 2013. No hay que estigmatizar por haber sido guerrillero pues también lo fueron Rousseff de Brasil y Mujica y, ambos hicieron labores de Estado dentro del sistema demo­crático: Hay que analizar sus propuestas pues des­pués de dejar la guerrilla ha sido representante y sena­dor por mucho tiempo.

El Siglo XX culminó con un sistema triunfante, la democracia, liberar repre­sentativa o Estado social y democrático de derechos, todos los estados del mun­do, decían practicarla. Chi­na, por ejemplo, se define como una república popu­lar, aunque como en Cuba, existe un solo partido.

Lo cierto es que la demo­cracia en todas sus vertientes se ejerce a través de los parti­dos políticos y, estos, en Amé­rica Latina, excepto en unos pocos países, incluida Repú­blica Dominicana, están en crisis o pasaron por procesos de fragmentación, división o atomización: Tras cada crisis democrática en el subconti­nente, hay una crisis del siste­ma de partidos.

Otro elemento ha sido la persecución política cuyo me­jor ejemplo – no el único – se inicia temprano en Venezue­la con Carlos Andres Pérez persiguiendo a Jaime Lusin­chi y, este luego aliándose para destituirlo a través del Congreso, deterioro en AD que se une – poco más tarde – a la salida de Rafael Calde­ra de Copei y su elección co­mo Presidente – en medio del descrédito de la clase políti­ca – a través grupúsculos de partidos y movimientos po­líticos: El resultado fue Hugo Chavez..., y luego, Maduro. El patrón de la persecución si­guió luego en Perú, Ecuador, Argentina, Panamá y, particu­larmente en Brasil, con Lula, entre otros, en todas partes con iguales resultados.

Otro detonante de la cri­sis de gobernabilidad, es sin dudas que a esta crisis de los partidos, en una era post-ideológica, son los diversos, efectivos y masivos canales de comunicación que han venido a representar las re­des sociales: algunos candi­datos – como Bolsonaro- lle­garon básicamente a través de las redes, que son ajenas al control político, incluso, al control legal eficaz.

República Dominicana, sin embargo, a pesar de la disminución – hasta la po­ca trascendencia - de los dos partidos políticos que die­ron lugar a la democracia, Partido Reformista y Parti­do Revolucionario Domini­cano, al surgimiento de un partido antisistema, como el Partido de la Liberación Dominicana, en 1973, con­solidó el sistema y, todos los presidentes concluyeron sus mandatos, incluso en esta­dos de excepción y de crisis mundial, como en el 2020 último periodo del PLD.

Por ello conviene que em­pecemos a considerar, como un bien jurídico y econó­mico importante de la Re­pública, mucho más que el turismo o el oro, el sistema político porque los políti­cos “corruptos de República Dominicana” han genera­do crecimiento con estabili­dad más exitosamente que en países ricos en recursos materiales, como Venezue­la, para no citar otros.

Tags relacionados