La República

La enseñanza de Galileo

RAMÓN PÉREZ FERMÍNSanto Domingo

En honor a la verdad, lo cierto es que desde el gobier­no tal vez hemos perdi­do frente a la sociedad, una parte del debate so­bre el tema de los com­bustibles.

Al margen de ello, se erige casi como axio­mática la afirmación de que la verdad y los he­chos pueden circunstan­cialmente recorrer rum­bos separados, pero que más temprano que tar­de, confluyen en su jus­to espacio.

Los ideales coperni­canos, por ejemplo, le­garon un robusto testi­monio.

Descontada la astu­cia politiquera, la com­plejidad que reviste el tema de los precios de los combustibles y la multiplicidad de fac­tores que componen la metodología del cálcu­lo, hacen que el gobier­no, cualquier gobierno en cualquier país, ten­ga un reto didáctico ti­tánico al explicar con legitimidad el compor­tamiento de los deri­vados del petróleo y su subsecuente impac­to en las economías do­mésticas; máxime en países no productores del llamado oro negro, como es el caso nues­tro.

Demás está decir, qué si a esto le sumamos la crisis más severa de to­do el sector de los hidro­carburos en las últimas décadas, el escenario para ilustrar con pre­cisión y credibilidad se torna empinado y en complicado reto. Hace unos días en la ciudad de Laredo, contemplaba los valores prohibitivos que tienen las gasolinas en el Estado de Texas, sin dudas locación paradig­mática de explotación y comercialización de de­rivados del petróleo y por ende referente obli­gatorio de toda la región en materia de combusti­bles.

Como buen domini­cano en playas extranje­ras, no dejé de hacer mis obligadas conversiones a nuestra moneda local, llegando a la obvia con­clusión que muchos co­nocemos y que, aunque no todos admitamos y sincerizamos en los jui­cios comparativos, están ahí y admiten poca con­troversia por no afirmar que ninguna.

¡El tipo de cambio del peso dominicano fren­te al dólar norteamerica­no es la variable del cál­culo de los precios de los combustibles que presio­na con mayor intensidad en la formación de los precios locales que se­manalmente determina el gobierno!

Al margen de Petro­caribe y los cuestiona­mientos deontológi­cos de su performance y descontado el mode­lo entusiasta de apro­bación exponencial de estaciones de expendio de la última década; lo cierto es, que si pon­deráramos solamente el tipo de cambio para hacer un ejercicio com­parativo de los precios de los combustibles en RD, entre el periodo de la última crisis del sec­tor de los hidrocarbu­ros, remontada al año 2014, y la de hoy día, solo por el efecto de re­valorización de la mo­neda norteamericana frente a la criolla, las gasolinas acusan un au­mento de alrededor de 40 pesos.

Si realizamos una ope­ración análoga con el diesel, el valor aumenta­do a la fecha se sitúa por encima de los 30 pesos y en el caso del gas licua­do de petroleo (GLP) el incremento del valor so­brepasa los 23 pesos do­minicanos.

Con el ánimo de con­textualizar lo planteado, en el año 2014 el tipo de cambio se situaba alre­dedor de los 43.87 pesos por dólar y al momento de asumir el presidente Luis Abinader, el gobier­no heredó una tasa que rondaba los 58 pesos por dólar;

Asimismo el valor Platts FOB (precio de re­ferencia internacional) del barril de gasolina co­tizaba cercano a los 100 dólares y hoy día lo ha­ce en torno a 103. Si so­lo se convierte a pesos y luego se divide entre 42 (la unidad de volumen de un barril son 42 galo­nes), fácilmente se pue­de obtener el costo del galón de dicho combus­tible previo a su importa­ción hacia nuestro país, radicando aquí la princi­pal razón de la diferen­cia del precio de antes y de ahora.

Dicho esto, ¿por qué se obvia del debate com­parativo tan importante elemento? Si la iniciati­va es seria, ¿por qué de­jarlo de lado? ¿A quién le conviene manipular la información y también a la población?

Recuerdo de mis dece­nas de domingos en la pa­rroquia Santiago Apóstol, la promesa bíblica de que no hay nada oculto que no haya de ser manifes­tado, al tiempo que sigo reflexionado sobre la ge­nialidad que aconseja a la prudencia sobre todo en lo de la ingesta de pesca­do y en el decir mentiras.

Al margen de ventajas circunstanciales y rentas coyunturales ¡Eppur si mouve!.

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