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La derrota de los pesimistas dominicanos

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Gedeón SantosSanto Domingo, RD

“Y sin embargo Juan Pablo Duarte tuvo el coraje de creer que, en un territorio pequeño, deshabitado e incomunicado interior y exteriormente, podía establecerse una república. Para creer eso era necesario tener una fe inconmovible en la capacidad de lucha del pueblo dominicano, y Duarte la tuvo.” Juan Bosch

Desde que nacimos como República, hemos tenido que luchar contra todo tipo de adversidades. Pero de todas las adversidades, la más desalentadora y persistente ha sido la lucha contra el pesimismo. Los pesimistas aparecieron temprano en nuestra historia, sembrando la duda sobre la factibilidad de crear una república en un territorio pequeño, despoblado, pobre, aislado del mundo y abandonado por España; y luego sobre la viabilidad de mantener y desarrollar esa república con nuestras propias fuerzas y con nuestros propios recursos. Es por ello que la idea de no independizarnos, o la de anexarnos a España o a Estados Unidos, estuvieron en los planes de los pesimistas del siglo diecinueve. Esa poca fe en nuestras capacidades como pueblo continuó durante todo el siglo XX y continúa hoy en la primera etapa del siglo XXI.

La distopía de los pesimistas Los pesimistas son aquellas personas “que tienen la tendencia de ver y juzgar las cosas en su aspecto más negativo o más desfavorable”. Suelen tener una visión dantesca de la realidad, por lo que sólo ven catástrofes, hundimientos, crisis y debacles por doquier. Su mensaje catastrofista, casi siempre exagerado y magnificado, puede despertar miedos, pesadillas colectivas y sentimientos oscuros en una sociedad. Crean una distopía del presente y del futuro sobre la base de que todo anda mal y que las cosas no van a mejorar sino a empeorar. Suelen ver el vaso medio vacío y ver problemas y dificultades donde otros ven soluciones y oportunidades.

Los pesimistas niegan cualquier avance del país y ven en cada acción gubernamental un retroceso. Apuestan por el fracaso, no reconocen los éxitos y le restan calidad a cualquier iniciativa, aunque esté bien intencionada y orientada al desarrollo y al bienestar social. Los pesimistas al tener un sesgo catastrófico, no creen en los datos ni en las estadísticas positivas, pues se aferran a su dogma negativo y no a los hechos fácticos emanados de la realidad o de instituciones de prestigio.

Hoy, todo ese discurso distópico, se ha amplificado con las redes sociales y con la Internet, pues los pesimistas usan los diferentes medios para sembrar confusión, retorcer verdades, imponer su visión apocalíptica e intentar destruir a todo aquel que ose decir que avanzamos o que vamos por buen camino; eso a pesar de las abrumadoras evidencias de que, no sólo avanzamos, sino que somos los que más rápido lo hacemos en toda América Latina.

El indetenible camino hacia el progreso Sin embargo, los pesimistas han subestimado la inteligencia de nuestro pueblo, su capacidad de lucha, su espíritu emprendedor, su deseo de crecer, y su continua apuesta por vivir mejor. Desde que se fundó el Estado dominicano, nuestro país no ha cesado en sus esfuerzos por alcanzar el desarrollo y el bienestar. Y aunque a veces hemos caminado lento, hayamos encontrado tropiezos o parezca que retrocedemos, nunca nos hemos detenido en la búsqueda de nuestro sueño.

Cada tramo de nuestra historia, muchas veces con sangre y sacrificio, ha sentado las bases del siguiente peldaño de nuestro desarrollo. Así, viendo el vaso medio lleno, podemos decir, que con la independencia construimos un Estado y con la restauración lo rescatamos. Bajo el régimen autoritario de Lilís se traen las primeras estructuras capitalistas como los ingenios azucareros y el ferrocarril. Con la ocupación estadounidense de 1916 se hicieron las primeras infraestructuras viales que unieron al país, se creó la primera institución del orden, así como el primer andamiaje jurídico para consolidar el Estado. Con la dictadura de Trujillo, a sangre y fuego, se estabilizó el país, se amplió y se cohesionó el Estado, se crearon nuevas infraestructuras en todo el territorio y se expandió el capitalismo industrial, comercial y financiero.

Con el profesor Juan Bosch se trajo la democracia, se sembró el sueño desarrollista y se elaboró el primer marco constitucional para el Estado social y de derecho. Con el doctor Balaguer, se creó el sector empresarial, se expandió el desarrollo industrial, se amplió la infraestructura, se dio la primera expansión de la clase media y se hicieron las reformas estructurales que sentaron las bases para el subsiguiente proceso de crecimiento y desarrollo. Con los gobiernos del PRD se restableció la democracia y el estado de derecho, se inició el paso a la economía de servicios, se hicieron las primeras reformas económicas y se inició el tránsito de sociedad rural a la urbana.

En los gobiernos del PLD se trajo la estabilidad, se aumentó ampliamente el crecimiento, se consolidó la modernización, se logró la inserción internacional, se transformaron los servicios del Estado, se creó un nuevo marco jurídico para el desarrollo, se logró disminuir la pobreza la desigualdad, se mejoró el sector eléctrico y la clase media se convirtió en el sector social mayoritario.

La resiliencia de nuestro pueblo Y hoy, siguiendo el hilo conductor de nuestro desarrollo, tenemos la esperanza de que el actual gobierno nos sacará airosos de la peor pandemia que hemos padecido en décadas y de los problemas económicos y sociales que ha dejado como secuela. Asimismo, albergamos la fe en que mejorará la institucionalidad y la transparencia, continuará la estabilidad política, económica y social, aumentará la calidad del crecimiento y de nuestro desarrollo y dejará un país cuantitativa y cualitativamente más fuerte y próspero que el que heredó cuando fue elegido.

A pesar del atraso de nuestro pueblo, hemos contado (con sus excepciones) con líderes capaces y bien intencionados que con sus luces y sus sombras, han hecho avanzar el país. En los momentos difíciles hemos apostado al acuerdo y a la concertación y hemos demostrado una inusual resiliencia para superar crisis complejas y adversidades.

Un país con futuro Hoy, somos la mayor economía de Centroamérica y del Caribe y la séptima de toda América Latina, con una proyección de ser una potencia subregional si continuamos por el camino de las reformas y los cambios. Si los retos del pasado eran en su mayoría físicos y cuantitativos, los del futuro son principalmente cualitativos. Así, desafíos como cualificar el Estado y la gestión pública, cualificar la educación y la salud, dominar las tecnologías esenciales, lograr una economía competitiva, exportadora y de mayor valor agregado, garantizar trabajos bien remunerados y un retiro digno, y lograr que el desarrollo sea inclusivo y sostenible; son en su mayoría retos cualitativos que requerirán de mayor inteligencia y creatividad, aunque con un país con mayores recursos económicos que en el pasado, con mayor conectividad, con mejor gestión pública y privada, con mayor acceso a la tecnología y al capital y con una juventud mejor dotada para los cambios tecnológicos y la globalización.

Para el 2044 cuando celebremos los 200 años de nuestra independencia, nuestro país está proyectado para tener 12.6 millones de habitantes, con un PIB de alrededor de 200 mil millones de dólares (el PIB de hoy es de 89 mil millones) y un ingreso per cápita anual superior a 16 mil dólares (el de hoy es de 8,100), una de las mejores Infraestructuras del área, una sólida clase media de ingresos medio-altos, con un nivel de pobreza mínimo, con la pobreza extrema erradicada y con un nivel de vida de los más altos de América Latina. Ese sería el mayor homenaje a los optimistas fundadores de la patria y la mayor derrota de los pesimistas dominicanos.

La derrota definitiva del pesimismo En el largo camino que nos ha tocado transitar, nuestro país ha sabido resistir y superar a malos gobernantes, intento de anexiones, guerras civiles, dictaduras, ciclones, terremotos, pandemias, ocupaciones extranjeras, crisis económicas, procesos inflacionarios, devaluaciones monetarias, levantamientos sociales, años de apagones, corrupción, atraso, pobreza, y hemos salido adelante.

En 178 años hemos pasado de ser un sueño imposible a un milagro respetado, gracias a que no sólo vencimos las adversidades, sino también, a que, siguiendo el ejemplo de Duarte, hemos derrotado la falta de fe en nuestro país y al pesimismo.

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