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Enfoque

¿Es posible negociar con Haití?

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Julio César Castaños GuzmánSanto Domingo, RD

No es preciso que esperemos terminar el muro fronterizo que nos beneficiará a todos: haitianos y dominicanos, para que aplicando el método de negociación, magníficamente articulado por los profesores Roger Fisher y William Ury, en su obra ya clásica: “Sí … ¡De acuerdo¡”, identifiquemos los temas concernientes al provecho de ambas naciones, con la finalidad de que procedamos a negociar, sobre las bases de un calendario estratégico, los puntos de legítimo interés que sean del beneficio de ambas partes.

Aunque la tarea sea ardua debe ser acometida sin vacilaciones, pero sin caer en las ingenuidades que, debido a posiciones no sustentables, han llevado a determinados sectores del vecino país a considerar la Isla como “única e indivisible”, desconociendo de raíz que se trata de dos estados soberanos que ocupan cada uno su territorio respectivo en la “Isla Española”. ¡Ese caso está cerrado!.

Análogo el asunto, referido al conflicto Palestino-Israelí, tal y como lo trata Brian Tracy, en su obra “Negociación”(2015), de conversaciones estancadas porque una parte insiste en la abolición del Estado de Israel. En ese predicamento, las negociaciones podrían durar décadas, pero ninguna solución es posible.

En primer lugar, debemos separar las personas y el problema, en lógica los argumentos ad hóminem, es decir, poner a depender una certeza material en consideraciones y juicios sobre la persona en sí, serían falsos por definición; no resuelve nada plantear un asunto sobre la base de malos y buenos. Identificar el problema objetivamente en sí, supondría un punto de inflexión que objetivamente nos permitiría avanzar.

Contra este propósito naturalmente conspira la historia respectiva que nos llevó a vivir en la misma isla y separados, situación que nos conduce necesariamente a no considerar posible ni conveniente, ni aun a largo plazo, la integración de ambas naciones; pero sí es posible, que nos concentremos en que haitianos y dominicanos vivan soberanamente cada cual en su territorio, sin que esto sea óbice del beneficio común de acuerdos puntuales que beneficien ambos pueblos; sin vencidos … y ambos vencedores.

En Segundo lugar, pero no menos importante, es que hay que salvar la tendencia a negociar un problema, después de identificado, desde el ángulo agudo de un único criterio, lo cual genera considerar como únicamente válido nuestro propio punto de vista, ya que una posición siempre es la base para tomar partido, pero al mismo tiempo tiende a tornarse en un obstáculo insalvable para arribar a un pacto, en tanto no permite objetivamente considerar el problema en sí.

Dicen Fisher y Ury, en la obra ya citada, que: “Un acuerdo sensato puede definirse como aquel que satisface los intereses legítimos de ambas partes dentro de lo posible, que resuelve los conflictos de intereses con equidad, que es durable, y que tiene en cuenta los intereses de la comunidad.

Concentrémonos en los intereses, no en las posiciones.

Un modelo de negociación basado en principios consiste en concentrarse en los intereses básicos, en opciones convenientes para las partes, y en criterios justos, por lo general este esquema propicia las condiciones para un acuerdo equilibrado.

Los principios de justicia en un acuerdo son vitales, nos recuerda amargamente John Maynard Keynes, en su obra “Las Consecuencias económicas de la paz”, refiriéndose al Tratado de Versalles, que la injusticia cometida por las Grandes Potencias contra Alemania imponiéndole condiciones gravosas y extravagantes al final de la Primera Guerra Mundial, generó un resentimiento tal en el pueblo alemán, que incubó ese demagogo fascista llamado Hitler… y por supuesto, la desgracia global de la Segunda Guerra Mundial.

Un acuerdo duradero solo es posible sobre la base de los intereses y no sobre las personas. La ecuación es ganar-ganar.

Está más que claro que en el ámbito comercial, por ejemplo, las exportaciones de la República Dominicana a Haití han superado algunos años los US$1,000 millones de dólares, lo cual objetivamente lo convierte de hecho en nuestro segundo socio comercial en importancia, solamente superado por los Estados Unidos de América, sobre todo teniendo en cuenta que durante los años 2012 al 2020 la República Dominicana exportó a Haití US$8,312.4 millones de dólares, aun cuando Haití, de acuerdo a cifras oficiales, en ocho años solamente exportó hacia República Dominicana únicamente: US$169.4 millones de dólares.

Otro interés identificado y destacado, es el del trabajo que prestan los migrantes trabajadores haitianos en el país, que abarca faenas agrícolas en los distintos renglones agrícolas: cacao, azúcar, tomate, café, fincas ganaderas, seguridad en los edificios, etc..

Solamente en el sector de la construcción, de acuerdo a declaraciones recientes a “Diario Libre” de la representante de la Asociación de Constructores y Promotores de la Vivienda, esta afirmó que de 300,000 empleos en el sector de la construcción la mitad son desempeñados haitianos, es decir, unos 150,000 de los cuales hay varilleros, carpinteros y albañiles, entre otros.

El trabajo, que evidentemente es un interés común identificable, debe estar reglamentado, para salvar a los empleadores dominicanos y los trabajadores extranjeros de contrataciones ilícitas, penadas por la Ley Núm. 285-04 de Migración, debido a la condición migratoria ilegal de los laborantes.

“Art. 132.- Serán sancionados con multas de cinco a treinta salarios mínimos los empleadores que contraten o proporcionen trabajo a extranjeros ilegales o no habilitados para trabajar en el país.”

En tercer lugar, debe generarse una cantidad importante de opciones, ya que los problemas siempre tienen más de una solución, y en todos los casos cuando aparentemente ya están resueltos en el papel, son los resultados los que al final definirán si el camino que se ha emprendido es el más adecuado y conveniente para las partes.

En este sentido, afirmó el ex primer Ministro de Inglaterra Tony Blair, en sus Memorias (2010), que una vez pactado el proceso de paz con Irlanda, su implementación duró más de diez años.

Esto último, le llevó a concluir que: “la resolución de conflictos es un proceso, no un evento.”

Por supuesto, que ningún tema puede tratarse sin el conocimiento ostensible de los datos objetivos, y esta sería la cuarta consideración en el esquema sugerido. “Cambien los datos y cambiaré de opinión.” Decía Keynes.

Finalmente, se podría argumentar, para desairar el propósito de este escrito, que la situación política de Haití hace imposible en estos momentos, un interlocutor válido con quién tratar estos temas y que lo acordado sea vinculante, y en eso estaríamos de acuerdo, pero como nada es estático, les aseguro que en algún momento el hermano país de occidente, alcanzará un nivel en su propia gobernanza, que permitirá hacer posible la implementación del objeto propuesto en este trabajo.

Y cuando llegue ese momento… debemos estar preparados. Es como le dijo mi padre, Julio César Castaños Espaillat, a su amiga Golda Meir, Primera Ministra de Israel, en el año 1971: “No se trata Excelencia de ganar la Guerra en Seis Días… lo importante es ganar la Paz.”

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