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La ignorancia y el orgullo

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Víctor Manuel Grimaldi CéspedesSanto Domingo, RD

Uno de los principales problemas que tienen los parti­dos políticos dominicanos es la ignorancia que acusan o cargan consigo la mayoría de sus miembros y simpati­zantes sobre la historia de los orígenes y desarrollo de su organización.

Desconociendo la evo­lución de sus organizacio­nes y de sus dirigentes, sin haber relacionado esa evo­lución con la historia lo­cal y la internacional, sin entenderla, sin hacer con­ciencia del presente producido o generado por la historia, las personas vincu­ladas a los partidos se com­portan caóticamente.

Así se confunden y se de­jan manipular las mayorías, se masifican, y se evita que utilicen la conciencia como freno para evitar comporta­mientos erráticos de los di­rigentes de los partidos.

Es que la ignorancia es dañina. Obstaculiza un sa­no desarrollo organizacio­nal y pone obstáculos al ejercicio de las funciones públicas y al servicio que se debe ofrecer a los ciudada­nos que han confiado en los partidos políticos.

La falta de conciencia de la mayoría sobre la historia de sus organizaciones parti­darias es una debilidad del sistema democrático de go­bierno después de sesenta años del fin de la dictadura trujillista.

En el caso del Partido de la Liberación Dominicana, PLD, la masificación y el po­pulismo crearon una brecha de conocimiento histórico entre sus dirigentes y las ma­sas que votaban por la orga­nización durante los últimos treinta años. Fue un peligro sobre el cual Juan Bosch aler­tó de muchas maneras en sus obras. La consecuencia ha sido la división y la derro­ta electoral de una organiza­ción creada para organizar y concientizar a las masas, pa­ra crear un modelo armónico de desarrollo de la sociedad dominicana.

De la ignorancia se ha lle­gado a la pérdida del orgullo de haber pertenecido a una organización que, a pesar de los errores cometidos en el ejercicio del poder, ha con­tribuido a propiciar impor­tantes logros económicos y sociales para el pueblo de la República Dominicana. En mi artículo anterior ha­bía sugerido la urgencia de

“Una autocrítica donde no cabe el cinismo” y me refe­ría a que el Papa Francisco en un encuentro con 500 mujeres y hombres pobres de todo el mundo celebra­do el viernes 12 de noviem­bre en Asís, Italia, había di­cho que es tiempo ya de que se abran los ojos para dar­nos cuenta del estado de desigualdad en que tantas familias viven, además de que dijo que será un final triste para la humanidad si los líderes se empecinan en crear conflictos en vez de propiciar el diálogo y el en­cuentro para solucionar los graves problemas que afec­tan a la gente.

También recordé lo que para los empresarios y polí­ticos el conocido periodista Antonio Galdo indicó en un libro sobre la cuestión de si la clase dirigente será capaz de tener la visión para con­ducir por el mejor camino a la sociedad. Sostengo yo que la crisis sanitaria desatada por el virus COVID 19 les ha quitado la ropa al ci­nismo y a la hipocresía en que se ha vivido durante es­tos tiempos, y ha puesto al desnudo las profundas dife­rencias sociales y económi­cas que sufren miles de mi­llones de seres humanos.

La ausencia de una soli­daridad efectiva, la falta de caridad, el egoísmo, es lo predominante.

Apliquemos esto también a la sociedad dominicana y muy especialmente a sus di­rigentes políticos y empre­sariales. En todas las orga­nizaciones, y por supuesto también en el Partido de la Liberación Dominica­na, deberá producirse una autocrítica donde no cabe el cinismo, si es que pre­tendemos alcanzar o bus­camos un presente y un futuro de libertad y autén­tico desarrollo, bienestar y progreso para los pobres y todos los demás ciudada­nos de este país.

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