Análisis
Iniciativas para superar el desorden que arrastra el país desde hace años
La República Dominicana está insertada en los estándares generales de la modernidad pero para aprovecharlos mejor necesita superar lastres evidentes que taladran el bienestar de las personas, la calidad de vida y la imagen de los dominicanos.
Esos lastres son múltiples, pero en la coyuntura actual que vive el país y el mundo, algunos pueden ser enfrentados sin mayores costes financieros, pero con una alta disposición de voluntad política gubernamental y cooperación ciudadana.
Hablo de poner orden en aspectos que anteriormente el país era ejemplo y por tanto hay una experiencia que utilizada como punto de partida, puede ser una referencia positiva para dar un salto de calidad.
Los problemas de orden que se pueden encarar sin pagar grandes costos políticos ni económicos prepararían a mediano plazo a este país para subir peldaños en situaciones más complejas, como la inseguridad ciudadana, el respeto a las leyes por voluntad propia y en cumplimiento del deber, la urbanidad y despertar la solidaridad entre seres humanos que comparten el mismo territorio.
Orden en las calles
El gobierno de Luis Abinader tiene la oportunidad de dar pasos prácticos para que todas las calles, avenidas y carreteras del país estén identificadas con su nombre o número, utilizando un formato único en cuanto a color, tipo de letra y tamaño del rótulo.
Lo mismo es necesario hacer con la numeración de las casas y edificios, actualmente es un verdadero caos intentar localizar una dirección postal para llegar a ella, peor aun si se trata de un visitante que va de una ciudad a otra o un extranjero que desconoce el sector.
Esta es una tarea que debe asumir el gobierno junto con los ayuntamientos de todo el país, contando con la cooperación de las juntas de vecinos, las empresas y las congregaciones religiosas de todas las denominaciones.
Lo que hay hoy es un arcoíris de colores y tipos de letras que intentan identificar vías y localizaciones, pero las que faltan por colocar son mayores.
El día que las calles, avenidas, carreteras, casas y edificios estén debidamente rotuladas, utilizando un material resistente, pintura de calidad y exactitud en el dibujado, el país exhibirá orden y brindará información útil a toda la colectividad.
Policías acostados
Constituye un gran contrasentido, propio de un país que admite que las leyes no se respetan, que en las calles aun se coloquen muros para reducir la velocidad (policías acostados), pese que constituyen un factor de daños constantes a los vehículos, derroche de combustibles que se compran con divisas y taponamientos gigantes, conflictos entre conductores, vendedores ambulantes que obstruyen el tránsito, y hasta asaltos y despojos.
Los muros han sido colocados en lugares que provocan un pandemónium en temporadas de mucha circulación vehicular, como Semana Santa, Navidad y Año Nuevo, entre otras fechas que provocan grandes desplazamientos desde la capital hacia ciudades del interior del país, y viceversa.
Ciudades como Baní forman inmensos tapones porque frente a la Fortaleza Máximo Gómez hay un policía acostado que frena totalmente a los vehículos y luego entran en molote al casco urbano y cruzar dos kilómetros dentro de la población consume más de 25 minutos.
Ese muro viene de la Guerra Fría cuando se utilizaba como retén para registrar vehículos e identificar perseguidos, pero eso ya no tiene utilidad porque en un país que no está en guerra no necesita obligar a los vehículos a detenerse como un ritual.
Si fuera necesario montar un retén, la Policía dispone de vallas y conos que coloca provisionalmente y retira al terminar su operativo, pero someter a miles de vehículos, a todas horas, a brincar muros dañando el sistema de rodamiento, frenos, suspensión, remeneando cargas de furgones, es una locura que el gobierno debe ponerle fin en coordinación con los ayuntamientos.
Nunca me he explicado cómo es posible que por “razones de seguridad” se coloquen muros frente a puestos, destacamentos, compañías de la Policía o de las Fuerzas Armadas en casi todo el país para obligar a detener la marcha de los vehículos, mientras frente al Palacio Nacional, el Ministerio de Defensa y el Palacio de la Policía Nacional, no los hay y nunca se han necesitado.
Durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco (PRD-1982-1986) se adoptó la decisión de que frente a un semáforo en rojo, el conductor puede continuar la marcha doblando a la derecha. Hasta ese momento eso estaba prohibido.
Esa sola medida ha representado miles de millones de dólares en ahorro de combustible a lo largo de los años y hoy todos ven muy natural que se pueda doblar a la derecha en rojo, lo que a su vez contribuye a ahorrar tiempo y evitar congestionamientos de calles y avenidas.
Sé que para algunas personas puede resultar pesimista obtener resultados de acciones como estas dado el nivel grosero de violaciones a la ley, de irrespeto y la conducta caótica de la gran mayoría de los dominicanos, pero estoy convencido de que cuando la gente ve el empeño por ofrecer servicios de calidad y el ejemplo del gobierno, acepta los cambios, aprende a respetarlos y luego los disfruta.
Cuando la Ley de Tránsito dispuso que los conductores de vehículos debían guiar con el cinturón de seguridad colocado, a muchos les pareció de imposible cumplimiento, pero resultó que el presidente Leonel Fernández (PLD) juntó al ingeniero Hamlet Hermann y al general Pedro de Jesús Candelier, el primero al frente de Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) y al segundo dirigiendo los agentes del Tránsito, y en poco tiempo usar el cinturón de seguridad se volvió común, voluntario y ha contribuido a salvar incontables vidas.
Al gobierno corresponde poner en marcha este tipo de iniciativas que pueden dejar una impronta positiva y perdurable para el disfrute de las presentes y futuras generaciones. Ojalá que el presidente Abinader haga disposiciones claras, precisas, directas, sin necesidad de crear nuevas capas burocráticas que ralenticen los procesos o hagan lo mismo que hacían en el pasado las “comisiones investigadoras”.
El próximo viernes traigo otras sugerencias para mejorar el orden y preparar al país para aprovechar el Metaverso que se abre paso vertiginosamente y no puede hacerlo sobre ciudades arrabalizadas y desconcertantes.