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Judicializar la política genera inestabilidad

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Ángel LockwardSanto Domingo, RD

La democracia en América que desde 1978 desterró las dictaduras - Pinochet, Zomosa, Duvalier, etc.,- de derecha trayendo libertad política, está involucionando y, en gran medida es por la judicialización de las actuaciones de la clase política que, en casi todos los casos, se ha revertido, empezando por una de las más estables, Venezuela.

Carlos Andres Pérez persiguió a Jaime Lusinchi obligándole a exiliarse en Costa Rica. Pérez terminó destituido de la Presidencia, enjuiciado y obligado a vivir en el exilio hasta su muerte… El resto es historia hasta la tragedia que hoy se vive allí.

Con posterioridad a lo largo de 30 años más de 20 mandatarios elegidos a tiempo fijo, que es una de las principales características del sistema presidencial, han sido destituidos constitucionalmente – ciclo iniciado por Color De Mello en Brasil - y, reciente y actualmente, muchos que concluyeron sus mandatos con altos porcentajes de aprobación, están siendo perseguidos. En la primera década del presente siglo, Lula Da Silva el presidente más popular del mundo y que más gente sacó de la pobreza, terminó enjuiciado – y encarcelado - junto a su destituida sustituta, Dilma Rouseff en el segundo mandato de esta.

Dilma ocupaba en el 2012 el quinto lugar en aprobación con un 62%, momento en que Rafael Correa – Ecuador –, también enjuiciado y condenado, alcanzaba en el primer lugar de América, con el 80%, seguido de Funes – El Salvador – con 72%, también, procesado al terminar su mandato, para solo citar el destino de los más populares.

Pero otros también fueron perseguidos al terminar sus periodos, como Martinelli de Panamá y su sustituto y perseguidor Varela, Cristina Fernández, de Argentina, Evo Morales –, de Bolivia – destituido-, Humala de Perú, Lobo de Honduras, Funes en El Salvador, Oto Pérez en Guatemala, entre otros.

En todos los casos la judicialización de la política ha terminado mal, excepto en las dictaduras de izquierda que no se someten a reglas democráticas, como Venezuela y Nicaragua y, es porque en realidad la justicia es una aspiración filosófica a la que como Poder se le asigna una responsabilidad que debe ejercer con independencia de los demás poderes públicos, pero que en realidad, nunca es independiente de los intereses que la designan y sirven de soporte o control de los jueces: Es una abstracción ética que debe conjugarse con la realidad de una política el Estado para que sea útil.

El mayor control a estos y sus actuaciones son las leyes que “entendemos” dictadas por órganos – legislativos - interesados en el interés general, pero que por igual son en realidad una expresión normativa obligatoria de quien detenta el poder – la mayoría - y, por ello, su aprobación, no siempre responde al ideal de lo justo, ni siquiera de lo bueno.

Lamentablemente olvidamos lo que desde el principio de la república moderna escribió Madisson, “Si los hombres fuesen ángeles, el gobierno no sería necesario. Si los ángeles gobernaran a los hombres, saldrían sobrando lo mismo las contralorías externas que las internas del gobierno. Al organizar un gobierno que ha de ser administrado por hombres para los hombres, la gran dificultad estriba en esto: primeramente hay que capacitar al gobierno para mandar sobre los gobernados y luego obligarlo a que se regule a sí mismo”.

y mujeres que actúan en nombre de la Justicia - jueces y fiscales - dependientes e “independientes”, al margen de sus agendas oficiales, suelen tener su propio interés personal, en razón de la forma por la que llegaron al cargo o por la idea de promoción que tienen para sus carreras, ello al margen de la política criminal y, en este caso de control de la corrupción, a veces la persecución daña a la democracia más que la ayuda que pretende proporcionarle, tanto por los motivos que la impulsan, como por la forma en que se plantea.

Intentamos explicar la involución democrática de América Latina a través de las variables económicas y, en particular, de la mala distribución de la riqueza o de los efectos del neoliberalismo; sin embargo, la variable de mayor importancia en la desestabilización es la judicialización de la política que crea inestabilidad y elimina las condiciones del consenso para pactar soluciones políticas a los problemas nacionales. Acá pienso que la Reforma Fiscal que nos permitiría enfrentar los desajustes económicos y la crisis importada y local, así como algunas de las otras reformas propuestas por el Presidente son más importantes para el país.

Con frecuencia, pasados unos años, los perseguidos son declarados inocentes – Lula en Brasil -, muchos de ellos son reelegidos por sus pueblos – Alan García en Perú, Piñera en Chile-, pero la inestabilidad creada, tiene un alto costo y es difícil de revertir.

La judicialización de la política en América parece tener una raíz latina, puesto que no se evidencia igual matriz en Estados Unidos, Canadá y las ex colonias inglesas del caribe, por ejemplo ¿Era inocente Richard Nixon en el caso Watergate, fue mentira el affaire de Bill Clinton con la joven Lewinsky, no nos llevó a una guerra George Bush con sus mentiras sobre las armas químicas de Sadam y, Donald Trump, pagó sus impuestos? No, pero el costo de judicializar sus faltas era mayor que el de pasarla dejándoles sólo la sanción moral.

Por lo general quien llega al Gobierno – entusiasmado - desea hacerlo mejor que su antecesor y, reniega de todo acto anterior…que con frecuencia, desprecia y persigue; es años más tarde que se entera que estuvo equivocado, deja de ver la paja en el ojo ajeno prestando más atención a la viga que hay en el suyo y aprende que la primera tarea del gobernante es mantenerse en el poder, mantener en equilibrio los diversos y contrapuestos intereses de la República, misión imprescindible para organizar el Estado y procurar el bien común, que es su misión fundamental… pero a veces, cuando se aprende la lección – sobre la realidad del arte de gobernar-, ya es tarde.

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