Enfoque: Patente de corso

Las madres de antes eran más guapas

1) Madre de antes. 2) Madre de ahora. 3) Madres en Twitter.

1) Madre de antes. 2) Madre de ahora. 3) Madres en Twitter.

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Arturo Pérez ReverteMADRID, ESPAÑA TOMADO DE XL SEMANAL

Me interesa Twit­ter porque es un territorio hostil transitado por numerosos hijos de puta. Pero como nada es ab­soluto, maticemos: es una red social útil y en ella hay gente es­tupenda; pero el frecuente ano­nimato y el mundo en que vivi­mos facilitan también su función de basurero. Resulta fascinan­te el espectáculo de ignoran­cia, agresividad y vileza que, an­te tal o cual noticia, en torno a este o aquel tuiteo, suele orga­nizarse por parte de gente con pocos escrúpulos o ganas de bronca. Y si se trata de religión, política o nacionalismos, ni les cuento.

Es asombroso cómo ar­gumentos o asuntos serios que­dan reducidos a la simpleza de los 280 caracteres, que acaban sustituyendo a los verdaderos contenidos y alcanzan amplia difusión; de lo que resulta una cadena de comentarios de quie­nes no conocen el asunto origi­nal ni se preocupan por cono­cerlo, opinando sin cortarse un pelo de lo que unos dicen que otros han dicho o les dijeron. Y por supuesto, como estamos en España, abundan quienes saben más lengua que los lingüistas, más ciencia que los científicos y más historia que los historia­dores. No se trata ya de opinar, pues a fin de cuentas las opinio­nes son libres.

Se trata de insul­tar o silenciar cuanto no coinci­da con lo que uno cree saber o piensa, o no encaja en su –a ve­ces limitado– ámbito intelectual. Cualquier analfabeto se atreve a ello sin complejos. Y no les que­pa duda: si Ramón y Cajal o Cer­vantes anduvieran ahora por las redes, cada día habría gente en­mendándoles la plana. Ni puñe­tera idea tienes de ciencia, calvo de mierda. Y tú, Miguelito, cie­rra el pico, que mataste moros en Lepanto y nos conocemos, juntaletras fascista. Para Quijote bueno, el de Avellaneda.

En lo que al arriba firmante se refiere, Twitter tiene doble utili­dad. Por una parte, la del espectá­culo bronco y divertido de obser­var. Ayuda mucho a escudriñar la condición humana, y eso es útil para cuando llueva napalm –que tarde o temprano siempre llue­ve–, pues conocer lo despreciable del paisanaje atenúa un poquito la piedad y el remordimiento. La otra es lo útil de esa red social co­mo herramienta eficaz; pues, ya en lo personal, me permite enviar informaciones, responder a con­sultas, enlazar con artículos, li­bros y asuntos relacionados con mi trabajo, manteniendo con los lectores y amigos –cada lector es realmente un amigo– un contacto imposible de otro modo.

Es una forma de agradecer el interés y la lealtad; aunque no falte quien se enfada porque no respondo, o no lo hago en el acto, a su consul­ta, sin considerar la imposibilidad de que alguien con dos millones de seguidores tuiteros, que recibe cientos de mensajes diarios, pue­da responder a todos. Para eso tendría que vivir en las redes so­ciales, pero tengo otras cosas que hacer. Hago lo que puedo, cuan­do puedo. Y ojalá pudiera más.

Dicho lo anterior, Twitter tam­bién ofrece momentos maravillo­sos. Ayudar a que un perro perdi­do sea encontrado por sus amos, o que uno abandonado encuen­tre hogar, es una de mis satisfac­ciones. Y hace unas semanas, en especial, hizo posibles un par de días magníficos, que debía agra­decer de algún modo y por eso es­cribo este artículo. Había encon­trado entre viejos papeles una fotografía de una veinteañera be­llísima y elegante, la joven que en otro tiempo fue mi madre. Y aun­que nunca cuelgo fotos familiares ni apenas mías en las redes socia­les, creí que ésa sí valía la pena. Así que la tuiteé con la frase «las madres de antes eran más gua­pas».

Luego me dispuse a esperar, di­vertido, el aluvión de acusaciones de carca, retrógrado y machista que creí iba a suscitar aquello. Y sin embargo, para mi grata sor­presa, lo que siguió fueron dos días maravillosos en los que mi­llares de amigos tuiteros, anima­dos por aquello, colgaron fotos de las suyas. Y de ese modo, sin pre­tenderlo, entre todos reunimos un extraordinario álbum de ma­dres, un homenaje masivo y es­pontáneo a las felizmente vivas o ya desaparecidas, lleno de mensa­jes de ternura, de amor, de recuer­dos emocionados a todas ellas; que sin duda fueron diferentes a las de ahora porque su tiempo también lo era.

Mujeres hermo­sas por dentro y por fuera, madres que con su abnegación, con su sa­crificio, con su inteligencia, con su trabajo, con su valor y entere­za, sostuvieron a sus familias en tiempos difíciles, sacaron adelan­te a los suyos, pelearon como leo­nas por apoyar a sus hombres, por criar y defender a sus cachorros. Y es cierto, comprobamos todos. Sin demérito de las actuales, que ya tienen otro estilo, y como pudi­mos comprobar gracias a Twitter, las madres de antes eran mucho más guapas. Incluso las que nun­ca pretendieron serlo.

Twitter tiene doble utilidad. Por una parte, la del espectáculo bronco y divertido de observar. Ayuda mucho a escudriñar la condición humana, y eso es útil, pues conocer lo despreciable del paisanaje atenúa un poquito la piedad y el remordimiento.

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