Preparación y sentimientos detrás de los camareros

Alimentar el entusiasmo que una vez se despertó cuando limpiaba las mesas, pisos y la cocina de un restaurante, fue la principal motivación de Julio César Lapaix para adentrarse de manera formal al oficio de camarero.

A sus 18 años de edad inició trabajando como conserje y siempre tuvo aspiración de llegar a ser camarero por la cercanía que estos tenían con la gente, su empatía por servirles, la forma elegante con la que vestían y también por las remuneraciones económicas que recibían por el servicio.

De manera inteligente fue construyendo su nicho tomando pequeños cursos a discreción y observando minuciosamente los pasos de los camareros y cada detalle mientras desempeñaban su labor.

Tiempo más tarde, uno de los camareros tuvo que renunciar a sus labores, siendo esta noticia la oportunidad para aprovechar e incursionar en el área. Postularse para la vacante fue acertar como un tiro al blanco.

“Calladito fui haciendo mis cursos y cuando un compañero renunció aproveché y le dije al jefe que estaba preparado para pasar al área de camarería. Allí me desempeñé como bartender, cajero y de todo para adquirir experiencia”, detalló.

Trato a las personas Durante su trayectoria de 23 años en hotelería, nunca ha tenido inconvenientes significantes con los comensales, porque utiliza la estrategia de sobrellevar la actitud de cada persona y de tratarlos de acuerdo como él es: sencillo y humilde.

“Si es una persona complicada le busco la vuelta para no entrar en conflicto ni discutir con ella, pero hay quienes son sencillas y humildes y ahí es más fácil”, dijo.

Señaló que en todos los lugares existen personas con diferentes personalidades, entre ellas, muy complejas, sin embargo, indicó que el servicio al cliente está muy relacionado con la forma de ser de cada quien.

“Si tú eres buena persona sabrás darles el servicio pero si eres todo lo contrario, así mismo te comportas con el cliente”, sostuvo resaltando que la paciencia ha sido su mejor aliado durante el paso de los años.

Hasta el momento Julio presta servicio en el restaurante El Conde, ubicado en la Ciudad Colonial, desde hace 19 años, y tiene un total de 23 años de experiencia.

Cambio Por su lado, otro de los camareros, Miguel Ángel Rodríguez, atendía una cafetería cercana al mercado de la provincia San Cristóbal, sirviendo café y jugo a los comerciantes del entorno, despertando un interés de superación y de servir a la gente sin importar su estatus económico.

El joven cristobalense de 26 años de edad se interesó por investigar acerca de los cursos relacionados con el servicio al cliente, averiguó y averiguó hasta que consiguió donde cursarlos luego de que salía de la cafetería.

“Yo trabajaba hasta las cinco de la tarde en la cafetería, entraba a las seis a Infotep y de ahí salía a las 10 de la noche”, expresó atinando que nunca imaginó encariñarse de su profesión técnica que inició por superación.

Este se especializó en camarería, bartender y cocina para tener un conocimiento más amplio del área.

Luego de una experiencia memorable en un reconocido restaurante del Malecón, siguió tocando puertas en otros establecimientos de Punta Cana, hasta incorporarse de manera estable en el restaurante El Conde.

Miguel Ángel relató a LISTíN DIARIO que poco tiempo después de iniciar el servicio en ese restaurante, la pandemia del coronavirus obligó a cerrar las puertas del negocio y a paralizar el equipo de camarería sin fecha de regreso.

Sepa más Autodidacta en el oficio YouTube. Mientras que a Gilbert Batista, hoster del restaurante Morro Fino, le ha servido bastante documentarse mediante videos de la plataforma de YouTube.

Habilidad. “Fui autodidacta dentro de la camarería, aprendí en internet leyendo sobre el tema y con videos hasta ir perfeccionando con distintas experiencias”, señaló.

Regalos. Obsequios de diferentes magnitudes y buenas propinas son algunos de los regalos que reciben en muchas ocasiones los camareros del restaurante en agradecimiento por el buen servicio.

Cuidadosos.En algunas ocasiones los extranjeros y dominicanos piden autorización a sus supervisores o encargados para hacer de su conocimiento los presentes otorgados y así evitar perjudicar su humilde labor.