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Periodismo, democracia y andar en bicicleta

La autora fue ganadora del Premio Gabo 2019 de la Fundación Gabriel García Márquez. Aquí reflexiona sobre la importancia del ejercicio libre de la profesión.

Libertad. Ese fue el reclamo de los cubanos, muchos jóvenes, que salieron a las calles el 11 de julio. | CEDOC

Libertad. Ese fue el reclamo de los cubanos, muchos jóvenes, que salieron a las calles el 11 de julio. | CEDOC

No conocía a Fer­nando Ruiz hasta que leí el libro que compila con tex­tos suyos publica­dos en La Nación, Infobae, Cla­rín o PERFIL. Me alegra haberle conocido a través de esta lectu­ra. Fernando Ruiz es argentino y yo soy cubana, pero la realidad de la que habla no me es ajena. Los problemas de América Lati­na, antes de la pandemia y du­rante la pandemia, son bastante parecidos en su esencia, aunque sus síntomas difieran.

El autoritarismo, la violencia, la corrupción, la desigualdad, la injusticia atraviesan las narrati­vas que se construyen de nues­tras naciones. Y Fernando Ruiz lo sabe. Sus análisis no se cir­cunscriben a las fronteras argen­tinas. Abarcan la complejidad de toda una región que se defi­ne desde la cultura y la historia más que desde los territorios y que incluye información genéti­ca de distintos sitios del mundo.

Así lo advierte en El bicente­nario de un país universal: “To­dos los países de la Tierra, y en especial la Argentina, son mul­tinacionales. Nuestro torren­te fue formado con oleadas de inmigrantes de distintas nacio­nalidades cuyas historias des­bordan nuestro actual relato nacional”. Pero Ruiz entiende que ese proceso no ha fina­lizado. La humanidad conti­núa moviéndose, emigrando, y cada vez más las tecnologías contribuyen a difuminar las distancias y estimular las comu­nicaciones.

Quizás por eso una lo lee y siente, a medida que avanza, que habla de su propio país. Cuando Ruiz se refiere a las profesiones vencidas por cierto realismo profesional “que las lan­za hacia rutinas de mediocridad generalizada”, inmediatamente yo pienso en Cuba, porque más que describir fenómenos de Ar­gentina está describiendo fenó­menos típicos de las sociedades contemporáneas.

“Muchas profesiones están así porque perdieron por el camino la fuerza de la vocación”, sostie­ne Ruiz. “La vocación es lo que ha­ce que la misión de una profesión pueda cumplirse. Por ejemplo, la misión de la salud para los médi­cos, la justicia para los abogados o la verdad para los periodistas”. Y seguido agrega: “¿Qué es una pro­fesión vencida? Es aquella en la que sus miembros están conven­cidos de que no pueden cumplir esa misión profesional. Con esa actitud, el profesional incorpora la mala praxis como parte de su ruti­na. Cuando esta actitud se genera­liza, estamos en problemas”.

Esa fue precisamente una de las razones por las cuales yo me volví periodista independiente en Cu­ba: no podía cumplir mi misión profesional en un medio pertene­ciente al Estado que subordinara sus decisiones editoriales a los in­tereses del Partido Comunista. Es­taba frustrada. Mientras trabaja­ra para el Estado no sería más que una vocera, una marioneta que, de una u otra forma, reproduciría el discurso hegemónico. No logra­ba sentirme plena y orgullosa de mí.

Siempre digo que, en ese perío­do de mi carrera, que se extendió por casi dos años, sólo veía dos al­ternativas para sobrevivir a la cen­sura: volverme cínica o volverme mediocre. Al final, decidí ser li­bre y respetar mi vocación. Pero el costo de buscar la libertad en Cuba es bastante alto. Implica ex­ponerte al riesgo de que te encar­celen por ejercer el periodismo, implica vivir bajo constante acoso de la Seguridad del Estado, impli­ca que no tienes derecho a acce­der a la mayoría de las fuentes de información y a reportar, implica trabajar sin garantías jurídicas.

En una ponencia de 2017 com­pilada en el presente libro, titula­da El futuro del periodismo como profesión democrática en América Latina, Ruiz advierte que “la rela­ción entre periodismo y democra­cia no es condicional, sino deter­minante. Hay algunas profesiones que pueden desarrollarse al máxi­mo en el interior de una dictadu­ra. Se podía ser un gran arquitecto o un gran ingeniero en el interior de la Unión Soviética, o en la Chi­na de Mao, o en la Italia fascista o la Alemania nazi. Pero no se pue­de hacer gran periodismo en el in­terior de una dictadura. Existen limitaciones insalvables para con­sultar a todas las fuentes, obtener la documentación necesaria, y na­rrar con la suficiente libertad po­sible. Por supuesto que ha habido y hay ahora periodistas heroicos que hacen lo imposible por ejercer su profesión bajo el techo de las dictaduras, pero su producto final es incomparable con el que puede producir un periodista que vive en una democracia con todas las li­bertades disponibles”.

En Cuba, desde los años ochen­ta, ha habido periodistas heroicos que se han salido del sistema y lo han confrontado para defender su vocación. Muchos han sido re­presaliados, han sufrido prisión o se han marchado al exilio. La ge­neración de periodistas indepen­dientes a la que yo pertenezco, que surge con la apertura de los servicios de acceso a Internet a la población cubana en 2013, tam­poco se ha salvado de la violencia política.

Ahora mismo yo me encuentro residiendo en Madrid y casi todos los periodistas con los que he tra­bajado alguna vez se encuentran dispersos por distintas ciudades del mundo. Ciertamente, ha sido posible producir periodismo in­dependiente de calidad, incluso desde fuera de Cuba muchos se­guimos insistiendo en ello, pero es inevitable preguntarnos cuánto más no podríamos lograr si nues­tras circunstancias no fueran tan hostiles y no tuviéramos que in­vertir la mitad de nuestras ener­gías en defender nuestro derecho a existir.

En la misma ponencia citada, Ruiz precisa que lo que hace al pe­riodismo una profesión democrá­tica es el hecho de que sólo puede desarrollarse si existen libertades civiles y políticas. “La primera res­ponsabilidad profesional del pe­riodismo es la defensa de la demo­cracia, porque la profesión debe en primer lugar defender el con­texto que hace posible su desa­rrollo como profesión”. Y esto es lo que explica que, en Cuba, y en otros países con regímenes auto­ritarios, como Nicaragua o Vene­zuela, los periodistas se conviertan automáticamente en activistas y defensores de derechos humanos.

Al hacer nuestro trabajo no es­tamos solamente cumpliendo una misión profesional sino también contribuyendo a la construcción de democracia. No hay democra­cia sin acceso a información opor­tuna, veraz y diversa. La informa­ción es la base en torno a la cual los ciudadanos pueden tomar de­cisiones sobre su presente y futuro y participar de la política. Un país donde prevalezca una única voz, porque las divergentes sean cri­minalizadas y silenciadas, será un país en el que proliferarán los abu­sos de poder.

En El periodismo profesional y las necesidades sociales, el autor recuerda que “en cualquier región del país y en cualquier medio, la limitación a nuestra libertad pro­fesional es un apagón masivo a amplios sectores sociales que per­derían la capacidad de decir algo en público e insertarse en la con­versación ciudadana. En nuestra historia, cada vez que el periodis­mo se cerró, una oscuridad repre­siva cayó sobre una parte o toda la sociedad argentina; y, por el con­trario, las aperturas políticas fue­ron también una expansión nota­ble de la libertad profesional”.

Para Ruiz, “uno de los roles esenciales de nuestra labor profe­sional es bucear en las opacidades del Estado que pueden ser fuente de corrupción, ineficiencia o auto­ritarismo”; señala además que “el Estado debería ser lo más transpa­rente posible para los ciudadanos, y por eso los periodistas son ilu­minadores permanentes de esas áreas oscuras”.

Sin embargo, es importante in­sistir en el respeto de los límites entre activismo y periodismo. Que el periodismo sea un motor para el cambio social no significa que la profesión deba subordinarse a intenciones políticas. En El buen periodismo es cambio social, Ruiz afirma: “el periodismo decisivo en el cambio social no es el militan­te, sino el profesional, el que abre y explora los temas abarcando sus diferentes perspectivas”; es decir, que al periodismo le basta con ser periodismo, con cumplir sus es­tándares, para promover cambios sociales.

En otro texto, el autor es inclu­so más revelador: “La construc­ción democrática pasa ahora por la recreación de una base profe­sional mínima y común que pue­da ofrecer una base informativa que la ciudadanía pueda compar­tir más allá de su orientación polí­tica. Desde esta perspectiva, para mí es obvio que el periodista más democrático es siempre el más profesional”.

Imágenes paganas (CADAL y Fundación Konrad Adenauer, ju­lio 2021) es un libro que propo­ne constantemente un equilibrio. Fernando Ruiz exhorta a la auto­crítica en el gremio, al tiempo que reconoce la necesidad de que las sociedades se involucren en la de­fensa de las libertades y funcionen como un tejido armonioso. Tie­ne claro que el heroísmo no es un modelo periodístico sustentable. Es una voz crítica y al mismo tiem­po esperanzadora, sin llegar a ser cínica, mucho menos ingenua.

Quizás una de las expresiones más claras de ello sea precisamen­te su visión de Cuba. Ruiz no cae en la tentación de la vieja izquier­da latinoamericana de romantizar la revolución cubana y presentar el gobierno que instauró hace ya 62 años como un paradigma de felicidad. Al contrario. Si algo rei­vindica de Cuba son sus exponen­tes de disidencia política. La Cu­ba de la que habla el autor no es la Cuba de los poderosos sino la de los oprimidos.

Cualquier persona que acceda a este libro percibirá esa coheren­cia en el pensamiento del autor y encontrará nuevas claves para in­terpretar su realidad, detectar el gran reto que la construcción de democracia impone y el papel del periodismo en ese reto. En algún momento, Ruiz lo dirá de la ma­nera más sencilla que una pueda imaginar: “Esto es como andar en bicicleta: si no avanzás, te vas a caer”.

1-Periodistas Independientes cubanos. 2- En Cuba el Partido Comunista controla los medios de difusión.

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