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Enfoque

Cómo enfrentarse al totalitarismo en América Latina

A la democracia hay que defenderla no sólo con palabras. Como en la Europa de la OTAN, es perfectamente legítimo sacar a cañonazos a los verdugos de los pueblos.

1.Joaquín Balaguer. 2. José Francisco Peña Gómez.

1.Joaquín Balaguer. 2. José Francisco Peña Gómez.

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Carlos Alberto MontanerSanto Domingo

Franklin Delano Roose­velt en 1915 era una es­pecie de viceministro de la marina americana du­rante la administración demócrata de Woodrow Wilson. En ese momento, en medio de gra­ves desórdenes, asesinaron al presi­dente haitiano Jean Vilbrun Gillau­me Sam. Poco después comenzó la ocupación de Haití mediante el desembarco de algo menos de 400 marines estadounidenses. Wilson no quería que los europeos intervi­nieran en los asuntos de su traspa­tio. FDR aprovechó para poner a prueba sus conocimientos de Dere­cho. Había estudiado “leyes” en la prestigiosa Universidad de Colum­bia en NY y redactó una Constitu­ción para los haitianos.

No era cuestión de Constitucio­nes. El país ha tenido 28 y alguna, como la de 1918, precisamente la redactada por FDR, es magnífica. Haití es el “hombre enfermo” de América Latina. (Así le llamaban a Turquía con relación a Europa). El caso haitiano ha servido, sin embargo, para educar a los presi­dentes estadounidenses en lo que no se puede hacer. FDR en 1934 ya era presidente de EEUU y de­cretó la política de “los buenos vecinos”. Algo así como un pana­mericanismo que renunciaba a imponer sus valores y principios al sur del Río Grande.

Pero esa política tenía una se­vera contradicción. USA no podía sustraerse a su condición de “ca­beza del mundo libre”, especial­mente durante la Guerra Fría, de manera que Lyndon B. John­son en 1965 utilizó a la OEA pa­ra evitar que se estableciera una segunda Cuba en República Do­minicana.

Dejemos apuntado el ejem­plo exitoso de RD, vecina de Hai­tí, con una historia también muy turbulenta, que ya lleva casi 60 años de democracia y prosperi­dad creciente. ¿Por qué? ¿Acaso porque en RD se dieron cita va­rios hombres de Estado, muy di­ferentes entre ellos, con diferen­tes ideologías, pero un común amor a la patria, como Joaquín Balaguer, Juan Bosch, Ángel Mio­lán o José Francisco Peña Gó­mez? Tal vez, pero hay un ele­mento vertebrador en la fuerza utilizada desde el exterior. Esa fue una lección aprendida por los do­minicanos.

El New York Times y Nicaragua Gioconda Belli, la excelente escritora nicaragüense, ha publicado un gran artículo en el NYT. Se titula Daniel Ortega and the Crushing of the Ni­caraguan Dream (Daniel Ortega y el aplastamiento del sueño nicaragüen­se). Primero establece sus credencia­les sandinistas. Tenía apenas 20 años cuando se enfrentó a la dinastía de los Somoza. De los diez miembros de su célula clandestina sólo sobre­viven dos personas: ella y otro más. Pero jamás confió en Daniel Ortega. Le parecía un tipo mediocre y capaz de traicionar. Lo hizo. Se convirtió en tirano. Sustituyó una dictadura por otra. Tenía, sí, astucia callejera, pero eso no lo hacía inteligente. Lo torna­ba peligroso.

Humberto Belli, hermano de Gio­conda, también había sido sandinis­ta, pero rompió con ese grupo políti­co tan pronto se hizo profundamente cristiano. Un día antes de que lo detu­vieran alguien le avisó y escapó rum­bo a Costa Rica. Los esbirros de Orte­ga revolvieron la casa y amenazaron a su esposa y a su hija de 16 años con violarlas antes de matarlas. Hum­berto fue un muy eficaz Ministro de Educación durante el gobierno de Violeta Chamorro. La señora, con­tra todo pronóstico, derrotó por diez puntos a Daniel Ortega en la década de los años noventa del siglo pasado. Hoy doña Violeta padece de Alzhei­mer. Quizás es mejor que nunca sepa que su hija Cristiana vive bajo arresto domiciliario; que a su hijo Pedro Joa­quín –diputado, exembajador, Mi­nistro, siempre periodista– se lo lle­varon preso y descalzo del hogar que compartía con su esposa de siempre, Martha Lucía; mientras su hijo Car­los Chamorro, también periodista, tuvo que exiliarse, otra vez, en Cos­ta Rica.

La estrategia (si esa cosa burda se puede llamar así) de Daniel Ortega y su “excéntrica” mujer y vicepresiden­te, Rosario Murillo, hoy odiados por el setenta y cinco por ciento de los nicas, es apresar a todos los posibles candidatos a la presidencia. Cristia­na, Arturo Cruz, y así hasta una do­cena de posibles contendientes están en el punto de mira. No se dan cuen­ta que celebrar elecciones en esas cir­cunstancias eliminaría cualquier ves­tigio de legitimidad que conservaran.

Revivir la Legión del Caribe, pero a una escala continental En los años 40 del siglo XX los guate­maltecos eligieron a Juan José Arévalo, los cubanos a Ramón Grau y a Carlos Prío, los ticos a José Figueres, los vene­zolanos a Rómulo Betancourt y los bo­ricuas a Luis Muñoz Marín. Entre todos ellos se fue forjando la “Legión del Ca­ribe” para luchar a favor de la demo­cracia y contra los espadones. Esa vo­luntad de lucha se estrelló contra los gobiernos de Estados Unidos que pre­ferían mantener en el poder a sus “son of a bitch” porque estábamos en tiem­pos de la Guerra Fría.

Hoy la situación es otra. La ola antidemocrática proviene del des­amparado comunismo cubano, del populismo de Maduro y del gali­matías de Bolivia. Afortunadamen­te, Biden entiende lo que es tra­bajar colegiadamente. La OEA y Almagro deberían ser el punto de partida. A la democracia hay que defenderla no sólo con palabras. Como en la Europa de la OTAN, es perfectamente legítimo sacar a cañonazos a Gadafi de Libia o mantener a Kosovo libre de los ser­bios. Es cuestión de forjar el instru­mento.

Juan Bosch.

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