El resultado de 2024 está en juego ahora

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Felipe CipriánSanto Domingo, RD

El resultado real de la lucha del gobierno contra el coronavirus y el balance del enfrentamiento con la corrupción iniciado por la gestión de Luis Abinader, constituyen dos piezas clave para ordenar el rompecabezas “subjetivo” del posicionamiento partidario para las elecciones de la primavera de 2024.

Aparentemente falta mucho tiempo para que los partidos se preparen para la próxima contienda electoral, pero visto ante los dos procesos definitorios que están en marcha (problema sanitario y lucha contra la corrupción), el calendario está encima y la improvisación táctica sería imperdonable.

No quiero hacer anticipación de cuál será el resultado de la gestión abinaderista del Covid-19 en el país, pero es notable el desespero del tándem gobierno-empresarial por “quemar etapas” y “tenderle trampas” al virus para “abrir totalmente la economía”, que no son más que dar un paso hacia adelante y dos hacia atrás como ha sucedido en otros países.

¿Se corresponde con la realidad del Covid-19 en el país la decisión del gobierno de eliminar el toque de queda y hacerse el ciego ante el nulo distanciamiento y la pobre educación sanitaria del país para prevenir altos riesgos de salud?

¿Está preparado el gobierno para hacer frente a la avalancha de nuevos casos de Covid que podría aparecer en el país por la presencia de las variantes “Delta” y “Lambda”, de terrible poder de contagio y circulando ampliamente en países muy conectados con República Dominicana?

Confiando en que la vacuna hará el milagro, el gobierno está arriesgando mucho y si los dominicanos tienen que pagar con vida y deterioro de su salud un manejo poco profesional de la pandemia, no hay duda de que se la cobrará en las urnas en la primera oportunidad.

La corrupción En la lucha contra la corrupción es más que evidente que estamos en presencia de un ajuste de cuentas político propio de un país donde las instituciones se amoldan a “caprichos, deseos o fines” de quien maneja el Presupuesto General del Estado.

Eso explica por qué en la lucha contra la corrupción –hasta ayer- el ministerio público se enfile solamente contra exfuncionarios y asociados al pasado gobierno del PLD, sin importarle ningún escándalo mayúsculo anterior, como los casos de la compra de los aviones Tucano, los vínculos de reconocidos narcotraficantes con líderes de todos los partidos y la ostentación de fortunas inexplicables en poder de políticos, testaferros y allegados que no resisten una auditoría visual.

Tampoco puedo anticipar resultados de esta venganza política que se hace pasar por lucha anticorrupción, pero hay señales importantes de acciones del ministerio público que están poniendo en evidencia la verdadera intención de la persecución al robo público y lo difícil de lograr condenas definitivas.

La primera es el afán de humillar a los perseguidos, recurrir a procedimientos extremos frente a gente que no tiene capacidad de resistirse a nada, como es el caso de colocar administrativamente impedimentos de salida del país.

Lo otro es que a pesar de los atropellos innecesarios contra los “justiciables”, el ministerio público les obstaculiza el acceso de ellos y su defensa a los presupuestos acusatorios, pero los filtra a la prensa en abierta violación a la fase secreta de la investigación.

Parece increíble que en nombre de la sociedad y del gobierno, el ministerio público quiera “condenar” en la opinión pública (periódicos y redes sociales) a sus perseguidos antes de que tengan la oportunidad de conocer de qué se les acusa, lo que a su vez se constituye en una presión más para los jueces que deben determinar si hay lugar a juicio.

Conozco a la procuradora Miriam Germán muy bien aunque ella no tiene que recordarme y por eso estoy convencido de que difícilmente comparte las travesuras de sus subordinados.

Es ella y no otros la que representa la credibilidad y la independencia porque lo ha mostrado en su trayectoria como juez y sabe el precio que se paga por ser responsable, la más grande virtud del ser humano.

Dudo mucho que ante fiscales diciendo en audiencia a la juez “cómo es que hay que hacer las cosas” y haciendo derroche de arrogancia, Germán continúe por mucho tiempo al frente de la Procuraduría. Si ella se va, hasta ahí llega el mito de la independencia del ministerio público y los ápices de moderación procesal que aun le quedan.

Si la persecución de la corrupción se queda en el ámbito de los exfuncionarios peledeístas, la gente verá con claridad que se trata de la venganza, nada más. En cambio, si la cruzada se extiende a otros litorales políticos, Abinader y el PRM van a crear las condiciones ideales para que en el país surja un frente unido electoral para desalojarlos del poder.

Los partidos Las pasadas elecciones demostraron que el bipartidismo retornó al país en clave inversa: El PRM y el PLD dominan la gran mayoría de la simpatía popular, relegando a los otrora poderosos Partido Reformista y Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que han devenido en bisagras para cortejar a la fuerza que huele a poder.

Los demás partidos, llamados eufemísticamente emergentes, están atrapados en un sistema que les cercena sus derechos, lo que unido al hecho de que representan exactamente los mismos presupuestos programáticos e “ideológicos”, no constituyen alternativa real de cambio aunque no lo admitan.

El PRM tiene una ventaja: Está en el control del gobierno y gran parte del Estado. Que pueda aprovecharse de esa ventaja depende de cómo evolucione su gestión, principalmente en los dos ámbitos que he descrito. Si tiene éxito, debe retener el poder en 2024, de lo contrario, el fracaso convertiría su oportunidad en un gran agujero que la gangrenaría.

En el caso del PLD, ahora está recibiendo en forma exclusiva los embates de la “lucha anticorrupción” del gobierno y de una sociedad civil que se salió del armario para apoyar al PRM y entrar en su gobierno al grito de “queremos presos”.

Frente a esa persecución política, la actitud del PLD y de los propios perseguidos es penosa y lastimera. Su defensa se limita a agachar la cabeza y sobre ella golpean sin piedad. Con un año más de golpes y llantos, la tronera será grande.

No entiendo cómo hay personas (hoy presas o temiendo la prisión) que son tan atrevidas para manipular las aspiraciones populares y amasar fortunas, y luego no tienen el valor de caer con dignidad. No son dignas ni siquiera de su propio sufrimiento.

Me lleno de asombro cuando veo la “vida” de los partidos dominicanos en esta etapa, reducidos a realizar ruedas de prensa y sus dirigentes colocar mensajes en redes sociales, mientras los ciudadanos no saben qué hacer frente a la carestía de los alimentos, el desorden del tránsito, el hacinamiento en las cárceles, el desastre de la agropecuaria y la parálisis de la inversión pública.

Es evidente que por fuera de esos partidos sobra espacio para que la mitad decente de la sociedad dominicana forje una nueva visión de la participación política y sea capaz de crear nuevos instrumentos de lucha social y electoral para enfrentar la indecencia y seguir el camino de Chile y de Perú en los últimos meses.

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