La República

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Cuba: Patria y vida

Rafael Cox AlomarSanto Domingo, RD

“Para Cuba que sufre la primera palabra.”

Fue con estas conmovedoras palabras que José Martí comenzó uno de sus más esclarecidos discursos allá para el 26 de noviembre de 1891 ante el Liceo Cubano de Tampa --- cuando Cuba aun languidecía bajo la despótica bota del colonialismo español.

Aquellas palabras --- pronunciadas con ternura por el Apóstol de Dos Ríos cuando las banderas de Yara batían a media asta y el movimiento soberanista desmantelado en Zanjón andaba exiliado con Antonio Maceo en Costa Rica y Máximo Gómez en República Dominicana --- convocan hoy a todas las almas nobles que aman a Cuba.

Cuando el mundo aun no salía de su asombro por el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse a manos de mercenarios colombianos, irrumpió en escena el valeroso pueblo cubano con su grito de hastío reclamando en las calles lo que le corresponde: una vida en plena dignidad.

¿Y por qué Cuba se tiró a la calle? ¿Cuál es el detonante de la crisis cubana? ¿El COVID? ¿La inflación? ¿La hambruna? ¿La carestía de alimentos? ¿La falta de vacunas? ¿Los apagones? ¿El bloqueo?

Si bien es cierto que la sumatoria de cada una de estas calamidades constituye el catalítico inmediato de la sublevación popular del pasado domingo, el problema cardinal de Cuba yace en si misma: en un régimen comunista anacrónico y desfasado que en las propias palabras del trovador cubano Pablo Milanés es “incapaz de aportar nada nuevo.”

Lo que comenzó en 1959 como una revolución reivindicadora de los valores fundacionales que dieron vida a la república en la manigua cubana --- valores ultrajados bajo las dictaduras corruptas e inmorales de Gerardo Machado y Fulgencio Batista --- se degeneró en un régimen dictatorial y autoritario falto de humildad y autocrítica.

Y muy a pesar de la mendacidad del bloqueo (que no es más que una lacra de la Guerra Fría urdida por Eisenhower en 1960 y que tal parece no desaparecerá bajo Biden), ha sido la terquedad del alto mando cubano y su aparato de represión lo que llevó a la erupción de un volcán que aparentaba estar dormido.

Es un hecho no sujeto a rectificación que mientras Cuba, en palabras de Silvio Rodríguez, pide “a gritos una revisión de montones de cosas, montones de conceptos, hasta de instituciones,” el politburó del Partido Comunista y el Consejo de Estado anteponiendo sus propios intereses personales a los del pueblo cubano continúan anclados a una visión cavernaria y antihistórica del mundo.

Tan es así, que la tan pregonada reforma constitucional de 2016 (proclamada por Raúl Castro en los trabajos del VII Congreso del Partido Comunista el 16 de abril de 2016) lejos de abrir espacios para la convergencia popular sobre la base de un modelo político abierto y democrático lo que hizo fue asfixiar aún más a Cuba --- reteniendo íntegramente en el nuevo texto constitucional los artículos 3 y 5 de la vieja Constitución que establecen la inmutabilidad del régimen comunista y el absolutismo institucional del Partido Comunista.

Quienes desde las encumbradas instancias del Partido Comunista se dicen hoy herederos de Martí bien harían en acudir a las Bases del Partido Revolucionario Cubano (1892), donde el Apóstol advirtió de forma clara y contundente que el movimiento revolucionario cubano no podía “perpetuar en la República de Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia.”

Paradójicamente quienes sí aparentan haber comprendido la máxima martiana son esos cubanos de a pie, liderados por centenares de trabajadores de la música y la cultura, que hoy sufren presidio simple y llanamente por aspirar a vivir con dignidad.

Patria y Vida.

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