El día a día para comer de los que ganan poco

“Voy con RD$200, compro un chin de pollo y los condimentos para sazonarlo. No dan para comprar dizque arroz y pollo. Si uno no va con RD$500, uno no puede hacer comida”, comienza a explicar Lucila sobre lo que pasa cuando sale a buscar los ingredientes del almuerzo.

Lucila tiene 67 años y actualmente reside en Pantoja, Santo Domingo Oeste, junto a su esposo, sus dos hijos mayores y dos nietas.

Un aumento en los precios de los alimentos significa para ella y su familia “mucho”, ya que su esposo Ramón de 68 años, se dedica a la venta de jugos naturales, y uno de sus hijos es taxista.

Lucila describe que ambos salarios que perciben (que no sobrepasan juntos los RD$8,000) no son suficientes para abastecerse de alimentos como quisieran durante todo el mes, pero que hacen rejuegos con una tarjeta del gobierno que tiene unos RD$1,500.

“Él vende cosas en la calle, pero ahora con esta situación no se está vendiendo, es poca cosa que se está vendiendo. Y lo poco que él (Ramón) gana, se va en pasajes”, cuenta. No obstante, sin querer darle vueltas al tema, Lucila dice que “vive conforme y con confianza en Dios”.

“Si sube uno no puede hacer nada, porque subió. Lo que tenemos es que ser conformes con lo que Dios nos dé”, fueron sus palabras.

Como Lucila, Alayda tiene un escenario similar. Es trabajadora doméstica y percibe un salario de RD$9,000 con dos hijos a los que tiene que mantener.

“Esos RD$9,000 no me dan. Yo tengo responsabilidad de casa desde los 11 años, porque desde que yo tenía 11 mi mamá me flojo la casa de ella misma y yo nunca había pasado lo que se está viviendo ahora mismo”, relata Alayda.

Para su “suerte” sus dos hijos son conscientes de todo y cuando debe buscarles desayuno o merienda, obedecen a “lo que tenga o no tenga encima”, sin embargo, es una situación difícil.

Expresaba que los precios un día están bien, pero cuando va a comprar lo que compró el día anterior, están peor, más altos.

“Yo hoy compro una cosa en RD$50, ya mañana no compres con los mismos RD$50, porque te dicen RD$55 y tú dices: Pero yo ayer lo compre a 50 pesos… ¡Sí, pero ya hoy subió! Así es que te dicen… y es obligado comprarlo porque uno lo necesita”, cuenta Alayda de 48 años.

SEPA MÁS

En los sistemas de informa El quintil I

De acuerdo a sus ingresos, Lucila y Alayda pertenecen al quintil I, es decir, la población con menor ingresos en el país.

La canasta básica familiar del quintil I aumentó de RD$21,512.18 en octubre de 2020 a 22,463.32 en mayo de 2021, mientras que el salario mínimo en el país va entre RD$10,729 y RD$17,610.

Comerciantes Durante el mes de mayo se registraron incrementos en los precios del arroz (2.10%), el aceite de soya (6.21%), los aguacates (15.46%), el pollo fresco (0.92%), los huevos (1.91%), la carne de res (0.17%), los ajíes (5.02%), el agua purificada (0.83%) y las naranjas (7.53%), según el informe IPC emitido por el Banco Central.

Los comerciantes y vendedores aseguran que cada vez que se producen estos aumentos, las ventas se ponen “lentas” y los consumidores empiezan a quejarse y se limitan a comprar.

“Las ventas están lentas en todos los sentidos, no sólo es el pan. Hay un alza que no combina como con la sociedad yo diría. Los precios están muy descontrolados”, manifestó Domingo García, vendedor en el colmado Doble A.

Domingo, quien lleva seis años comercializando productos de primera necesidad, expresó que a veces él mismo se perjudica, ya que debe mantener los precios iguales por un tiempo porque vende en un sector pobre.

“Como estos sectores son muy empobrecidos nosotros tenemos que ir acordes con el lugar”, dijo.

Por otro lado, otros atribuyen lo negativo de la situación a la pandemia del Covid-19.

“Desde que el coronavirus llegó ha subido todo. Yo he dejado de vender pan, arroz, azúcar y aceite. Vendía plátanos ahí afuera y también lo he dejado de vender. Lo que vendo es refresco, agu¨ita, chucherías. El pollo lo deje de vender porque lo único que me estaba dejando es pérdidas, lo único que yo vendo más barato es la sal, o sea, esto porque es mío (el local), si hubiese sido alquilado, ya lo habría dejado”, cuenta Marichal Montero, de 54 años.

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