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El río Dajabón: Más que una frontera hidrográfica

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Carlos R. Altuna TezanosSanto Domingo, RD

El petróleo siem­pre se conside­ró como el re­curso que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, hoy el agua es con­siderada el “oro del siglo XXI” debido al dramático cambio climático que asedia al pla­neta. En la medida que la ca­lidad del agua se degrada o disminuye, la cantidad dis­ponible para satisfacer la de­manda de la población mun­dial, su escasez es cada vez mayor, es previsible que se in­tensificarán los conflictos en­tre los usuarios y los Estados.

Históricamente, las cuen­cas de los ríos que atraviesan fronteras políticas han gene­rado conflictos en diversas re­giones del mundo, como su­cedió en el año 2,500 A.C., donde el uso de las aguas del río Tigris generó conflictos entre las ciudades-Estado de Lagash y Umma –Irak– dan­do lugar al primer tratado de la historia sobre el agua, fina­lizando la controversia sobre el uso del agua a lo largo de dicho torrente.

Según la Agencia para la Agricultura y la Alimenta­ción (FAO), desde el año 85 de nuestra era, se han redac­tado más de 3,600 tratados relacionados con recursos hí­dricos internacionales, seña­lando que en los últimos 150 años se han producido 37 des­avenencias donde ha habido estallidos de violencia, que a pesar de las complejidades de las mismas relacionadas con el agua siempre pueden ser solu­cionadas por la vía diplomáti­cas.

Como aconteció en 1957, tras el acuerdo marco de la Comisión del Río Mekong en­tre Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam, que logró mantener intercambios técnicos y uso de sus aguas, a pesar de la guerra de Vietnam; En 1995, Israel y Jordania, celebraron conver­saciones para compartir las aguas del río Jordán; En 1999 se acordó un marco para la cuenca del río Nilo, que invo­lucró a 160 millones de perso­nas distribuidas en 10 países, a fin de lograr una utilización equitativa de los recursos hí­dricos comunes y distribución equitativa de beneficios, entre otras referencias.

Hacemos este preámbulo, antes de entrar en el análisis de la impactante noticia publi­cada en diferentes diarios de circulación nacional el pasa­do 30 de abril, donde resalta­ba la construcción de un canal de riego agrícola por parte de Haití, que se abrevaría directa­mente del río Dajabón o Ma­sacre, acequia que le falta po­cos metros para su conexión.

La República Dominicana posee 7 ríos que tienen un re­corrido común a lo largo de la región fronteriza con Hai­tí, cuyo cauce sirve como de­marcación física-limítrofe en­tre ambos Estados. En nuestro territorio nacen 5 de estos ríos: Dajabón, Artibonito, Macasia, Arroyo Carrizal y Pedernales, y en el país vecino 2, el río Li­bón y el arroyo Capotillo.

La línea limítrofe mide exactamente 391 kms 654 mts con 46 cm –392 Kms li­neal– cálculo realizado en ba­se a medición directa de los 97 planos del levantamiento fronterizo, hecho por don Am­brosio Álvarez Aybar, quien era el padre del actual canci­ller de la República.

El 3 de mayo del presente mes, el Listín Diario publicó en primera página, bajo el tí­tulo HAITÍ CANALIZARÁ RÍO “LE GUSTE O NO” A LA RD, y más que sorprendido, real­mente quede incrédulo ante la afirmación desafiante he­cha por el vicegobernador del Departamento Noroeste de Haití, Louis Joseph, quien tras hacer la afirmación, pi­dió comprensión al pueblo dominicano, porque a su jui­cio esas aguas las necesitan los haitianos. El gobernador haitiano junto a una comiti­va de oficiales de la policía y funcionarios de ese país, acudieron el pasado viernes 30 de abril a una reunión convocada por la goberna­dora de la ciudad de Daja­bón, a fin de buscar una solu­ción al conflicto surgido por el canal que se pretende ha­cer en Juana Méndez.

Aunque la gobernadora Pe­ña, convocó a la parte haitiana a otra reunión para las 10:00 am del martes 4 de abril, fue oportunamente cancelada por el ministerio de Relacio­nes Exteriores del país, quien envió una nota diplomática al gobierno haitiano. Es bueno precisar, que los funcionarios haitianos al abandonar la re­unión vislumbraron que “no asistirían” al próximo encuen­tro, reafirmando que el canal se construirá, guste o no a las autoridades dominicanas, y que fue una orden de su presi­dente Jovenel Moïse.

No pretendo ser erudito en materia de diplomacia, pero el sentido común nos in­dica que cuando surgen estos tipos de desavenencias entre Estados, los mismos se diluci­dan por vía de los canales co­rrespondientes entre las can­cillerías de ambos países, en base a los acuerdos existentes y normativas internacionales relacionadas al caso que les compete.

Tal como sucedió, cuando la República Dominicana que­ría hacer un dique sobre el río Pedernales para aprovechar sus aguas, tuvimos que apelar al “Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje” firmado el 20 de febrero de 1929, en­tre la República Dominicana y Haití, que especifica en su Artí­culo 10: “En razón de que ríos y otros cursos de aguas nacen en territorio de un Estado y co­rren por el territorio del otro o sirven de límites entre los dos Estados, ambas Altas Partes Contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ningu­na obra susceptible de mudar la corriente de aquellas o de al­terar el producto de las fuentes de las mismas”.

Basado en este articulado, el 9 de febrero del 1978, el Canci­ller dominicano, vicealmirante Ramón Emilio Jiménez hijo y su homólogo haitiano, Edner Bruts firmaron el acuerdo para construir el “Dique Derivador Internacional sobre el río Pe­dernales”, cuyas aguas serían de beneficio mutuo para los habitantes de la región de Pe­dernales y Anse-Á-Pitre.

En tal sentido, ninguno de los dos países puede asumir decisiones unilateralmente so­bre los recursos acuíferos co­munes ubicados en la línea fronteriza de acuerdo al trata­do suscrito entre ambos Esta­dos, de la misma manera co­mo lo hicimos en 1978 para usar las aguas del río Peder­nales. ¿Por qué el gobierno haitiano no lo hace del mis­mo modo? En vez de aventu­rarse a tomar decisiones que afectarían la buena conviven­cia, además de perjudicar el río Dajabón a lo largo de sus 55 kms y una cuenca de 858 kms2 de extensión, que afec­taría todo un ecosistema hasta su desembocadura en la bahía de Manzanillo.

Es bueno precisar que no­sotros al igual que ellos, tam­bién necesitamos agua pa­ra el consumo humano y la producción agrícola e indus­trial de la zona de Dajabón, Restauración y Manzanillo, y nunca hemos pretendido represar dicho río en la par­te alta de su cuenca. Como Estado, los diferentes gobier­nos en el tiempo tomaron las previsiones necesarias de te­ner las presas de Maguaca y Chacuey, así como la cons­trucción de la presa sobre el río Guayubín, para garanti­zar energía, el abastecimien­to de agua para la población, la agricultura e industria en esa región.

Cualquier decisión al res­pecto, deberá hacerse sobre la base del consenso y consenti­miento mutuo de ambos Esta­dos, que los beneficie de ma­nera equitativa, como sucedió con el Dique Derivador Inter­nacional del río Pedernales, pero jamás fundamentada en imposiciones absurdas, capri­chosas o bajo una descabella­da pretensión de un gobierno en crisis dentro de un Esta­do fallido, que pretende crear cualquier situación antagóni­ca con el fin de sostenerse en el poder a como de lugar.

El autor es miembro fundador del Círculo Delta

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