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Enfoque: Política

Plantados

Se les llamó “plantados” al puñado de presos políticos cubanos que se declararon en rebeldía pese a la brutal represión que el régimen de los Castro ejercía contra ellos.

El cineasta Lilo Vilaplana presentó en el Festival de Cine de Miami su más reciente filme, “Plantados”. 2) Póster de la película.

El cineasta Lilo Vilaplana presentó en el Festival de Cine de Miami su más reciente filme, “Plantados”. 2) Póster de la película.

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Carlos Alberto MontanerSanto Domingo

La historia comienza en Miami. “Ramón”, (es­pléndidamente repre­sentado por Gilber­to Reyes), un expreso político que había sufrido el rigor de los carceleros castristas por ser un plantado, cree ver a uno de sus torturadores. Lo sigue y confirma que se trata de la mis­ma persona. El episodio le trae recuerdos dolorosos de esas dé­cadas ignominiosas de los años sesenta y setenta del siglo ante­rior. El film se construye viajan­do de Miami al pasado a lomo de esos terribles “flashbacks”. Ramón llama a algunos de sus compañeros, todos exiliados, y les cuenta lo sucedido. Planean secuestrar al torturador. (No les digo más porque me han permi­tido ver la película en un pase privado, a condición de que no revele el desenlace).

–¿Ni a mi mujer se lo puedo contar?

–Ni a tu mujer.

El Festival de Cine de Miami es una de las grandes cosas que ocu­rren en esta ciudad anualmente. La otra es la Feria del libro. Este año exhiben Plantados, una pelí­cula largamente esperada por los cinéfilos. Afortunadamente, la di­rigió Lilo Vilaplana, un realizador serio y experimentado, al que hay que agradecer que se enfrentó a una historia muy dramática con total sobriedad. El guión fue obra de Ángel Santiesteban, de Juan Manuel Cao y del propio Vilapla­na. Los dos primeros sufrieron in­justamente cárcel política en La Habana, aunque muchos años después de los sucesos que narra este largometraje. La música es de Arturo Sandoval. Boncó Quiñon­go abandona su rol cómico y fies­tero y borda un papel dramático de preso político.

Se les llamó “plantados” al pu­ñado de presos políticos cubanos que se declararon en rebeldía pe­se a la brutal represión que el ré­gimen de los Castro ejercía contra ellos. Los golpeaban o asesinaban a su antojo. Algunos de ellos ha­bían tenido un comportamiento heroico y significativo contra la anterior dictadura, la de Batista. Pienso en Huber Matos y en Eloy Gutiérrez Menoyo. Otros no tu­vieron suficiente edad para des­tacarse, como Ernesto Díaz Rodrí­guez o Ángel de Fana, y les tocó desplegar todo su valor personal contra el castrismo, algo que hicie­ron (y siguen haciendo) notable­mente.

Realmente, los plantados fue­ron pocos entre los miles de rete­nidos en las cárceles comunistas durante un buen número de años. Cuando el régimen advirtió que no conseguía domarlos y debía ma­tar a todos los presos políticos –lo que no podía hacer dada su ima­gen y el hecho de su extrema visi­bilidad–, o buscar alguna forma de liberarlos, encontró la solución de su dilema en los “planes de reha­bilitación” y en el hecho posterior de que Jimmy Carter los aceptaba de buena gana en territorio norte­americano. Como siempre ha ocu­rrido, le pasaba su problema a Es­tados Unidos.

Los soviéticos, que eran grandes expertos en la materia, le explica­ron a los comunistas cubanos que ofrecer alguna recompensa a quie­nes se prestaran a participar en el “plan”, como la libertad anticipa­da, sólo podía traer ventajas pa­ra los que la otorgaban. En primer término le dividía a la población carcelaria entre un grupo de “irre­ductibles”, decididos a medir la ca­lidad de los seres humanos por la capacidad de aceptar el sufrimien­to, y otro, mucho mayor, de “razo­nables”, dispuestos a admitir que habían perdido la guerra y se refu­giaban en batallas personales o fa­miliares.

Existía además, un mecanismo psicológico que llevaba a la mayor parte de los seres humanos a “creer en lo que decían” y no al revés, es­pecialmente si se trataba de perso­nas mentalmente bien estructura­das. Todo estaba, pues, en generar las condiciones para que los presos repitieran como un mantra ciertas idioteces ideológicas. Dando por descontado que muchos tratarían de engañar a los “rehabilitadores” para alcanzar la libertad o para es­capar, pero todos saldrían cohibi­dos de volver a las conspiraciones, salvo los “plantados”.

Uno de esos plantados era Jo­sé Pujals Medero. Una persona in­tegérrima que había estado en la cárcel 28 años. Cuando salió de la prisión y de Cuba (valga la redun­dancia), habló mucho con Leopol­do Fernández Pujals, su sobrino, un magnate cubano radicado en España, y le contó todo lo que ha­bía padecido en manos de los car­celeros. Parece que éste le dijo, conmovido: “esto merece ser lle­vado al cine”. A José Pujals no le alcanzó la vida para ver esta pelí­cula enteramente financiada por su sobrino.

Los soviéticos, que eran grandes expertos en la materia, le explicaron a los comunistas cubanos que ofrecer alguna recompensa a quienes se prestaran a participar en el “plan”, como la libertad anticipada, sólo podía traer ventajas para los que la otorgaban.

Fotograma de Plantados. 2- Vila Plana en plena filmación en una locación de Miami.

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