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Análisis

Coctel peligroso para una economía batida por la pandemia del Covid-19

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Felipe CipriánSanto Domingo, RD

Si al conductor de un camión car­gado y que va por una autopis­ta se le ocurrie­ra acelerar la marcha y a la vez clavar la palanca del freno, el vehículo pesado terminaría obedeciendo al freno y no al acelerador, aunque probablemente haga un giro brusco, obs­truyendo la vía, si está en una recta.

Si al momento del con­ductor hacer tan absurda maniobra se encuentra en una curva o en una pen­diente, lo más probable es que tenga un accidente y tanto la vida de las perso­nas como la carga, sufran daños.

Si esa suposición tiene ló­gica, solo la he puesto ahí co­mo ejemplo de lo que puede pasar en el país si el gobierno (que conduce el camión) se lanza por la pendiente jabo­nosa de combinar en un mis­mo momento y lugar: alto endeudamiento y aumento de impuestos, en un contex­to de creciente despido de empleados, cierre de nego­cios y colapso del turismo.

Una de dos

El gobierno de Luis Abina­der –como tampoco el de Donald Trump- es culpable de la irrupción del corona­virus que provoca Covid-19 y que para contenerlo hizo necesario el cierre casi total de las operaciones producti­vas y de negocios.

Pero el de aquí y los go­biernos de todos los paí­ses son los responsables de actuar para contener la pandemia, salvar a la po­blación y luego definir los senderos para reorganizar la “vida normal” que inclu­ye reactivar la economía, llenar las escuelas de per­sonas preparándose, dina­mizar los servicios y reabrir la vida social en general.

Para eso tiene que deci­dir si la prioridad es pisar el acelerador del camión o meterle el freno, porque los dos a la vez conducen al precipicio.

Este tiempo es para ace­lerar las actividades produc­tivas en los sectores que per­mitan crear riquezas para el mercado interno y las expor­taciones, sin que se convier­tan en una pista de libre na­vegación del Covid-19.

Esa aceleración es posi­ble con políticas públicas orientadas a facilitar la in­yección de capital para la producción y el consumo, abriendo proyectos gigan­tes de infraestructura esen­cial, soluciones a situacio­nes anacrónicas como el caos del tránsito, el perver­so sistema carcelario, el dé­ficit de viviendas, la caren­cia de agua potable con calidad y continuidad en los hogares e industrias, las carreteras y caminos de los municipios, entre otros.

Algunos de esos proyec­tos ya han sido anunciados por el gobierno y yo me ale­gro porque serán fuentes de empleo y eso a su vez movi­liza la demanda de todo ti­po de mercancías, lo que provoca mayor dinamismo de la industria, la agrope­cuaria y activa el comercio.

Pero si el gobierno en­tiende que este es el mo­mento de provocar un aceleramiento de las activi­dades productivas y de ne­gocios, no le puede meter la palanca del freno con una reforma tributaria.

Reforma tributaria

A finales del mes de ene­ro el gobierno publicó en la prensa un extenso espacio pagado donde informa que las empresas del sector tu­rístico, desde los más gran­des hoteles hasta las más modestas agencias de via­jes aéreos y marítimos, que­daban exoneradas de pagar anticipos de impuestos por determinados períodos.

Cuando lo vi y leí una por una las empresas beneficia­rias de esta exoneración, me pareció correcta porque ese sector está colapsado y no se le puede obligar a pagar im­puestos cuando lo que está teniendo es pérdidas.

Pero ¿puede un vende­dor de coco de agua pagar ITBIS por una fundita de agua, un plátano o un hue­vo que compre en un super­mercado?

Si la reforma tributaria se concreta, que no es otra co­sa que aumento de impues­tos con gasto discrecional del Estado, el gobierno tiene que prepararse para ver cómo lo que hace con las manos (ace­lerar la economía) lo desba­rata con los pies (aumentar los impuestos).

Y será así porque las fa­cilidades crediticias se que­darán en los bancos por­que ningún empresario con dos dedos de frente se va a arriesgar a endeudarse para improvisar negocios en me­dio de una pandemia incon­trolada si además le advier­ten que habrá que subir la carga tributaria para las ga­nancias, las operaciones de venta, los salarios y los bie­nes muebles e inmuebles.

Habría que estar loco pa­ra hacer ese sacrifico o tener el instinto animal de con­vertirse en el cuarto padre de la patria, después de los inmortales Duarte, Sánchez y Mella.

Nadie duda de que el go­bierno necesita mayores in­gresos para hacer frente a los compromisos de man­tener el funcionamiento del aparato estatal, dar res­puesta efectiva a la pande­mia, entre otras, pero… ¿acaso este es el momento apropiado para subir im­puestos?

Anoten ahí: Si suben los impuestos, incluso los indirectos, crecerá la ya grande evasión fiscal por­que empresarios y perso­nas saben muy bien cómo burlar al fisco en todo tipo de operaciones financieras y comerciales.

Aquí hay una ley anti la­vado muy clara que estable­ce que es ilegal hacer pagos en efectivo por un monto mayor a 10,000 dólares o su equivalente en pesos.

¿Quiere alguien meter­me a mí la enema de que esos dominicanos que vi­ven en Boston, Nueva York y Miami compran un che­que de administración ban­caria cuando adquieren una casa, una finca o un negocio en bancarrota en República Dominicana?

¡Ay no, tío! Ellos dan RD$500,000 aquí en efec­tivo y “allá” completan el pago en dólares que que­dan momentáneamente en el exterior, pero que llegan luego como remesas o mon­tados en “mulas”. ¡It’s the same!

Endeudamiento

El dominicano, como los gobiernos de los otros paí­ses, se está endeudando en proporciones nunca vistas hasta ahora.

Pero no tienen opciones. Reitero que no critico el en­deudamiento de este go­bierno, sobre todo si es para combatir la pandemia y es­timular la producción agro­pecuaria, modernizar los servicios, apoyar la indus­tria, los emprendimientos y negocios en general que no se conviertan en un inver­nadero de contagios del Co­vid-19.

Naturalmente, esas deu­das se tendrán que pagar y eso solo será posible si los fi­nanciamientos van a secto­res que están en capacidad de producir, no solo de con­sumir y recapitalizarse lue­go de las pérdidas del año pasado, porque así nos iría­mos a la cesación de pagos y nos tendríamos que con­formar con comer casabe de yuca amarga con mante­ca de cerdo importado.

Esa dieta ya indigesta a muchos políticos y nuevos potentados que nacieron con comadronas en camas “Colombina” y al crecer dormían en barbacoas que tenían como colchón las ya­guas que deshoja la palma real, emblema del Partido Dominicano.

Pero esos tiempos queda­ron atrás porque esos perso­najes hicieron carrera polí­tica o sintonizaron con la “cuña, el cabildeo y la sumi­sión”, que enajena más que la cocaína.

De paleteros, sastres y pulperos, saltaron a “em­presarios” con directas co­nexiones con funcionarios que funcionan porque son “políticos” y aunque el po­bladito donde nacieron no tenga agua, ellos tienen pis­cinas y estanques para sus peces y tortugas con miles de galones que cambian con frecuencia porque el as­pecto no gusta a la doña, la novia o el novio.

El “morir soñando”, mez­cla de leche con jugo de naranja y azúcar, ya no es aconsejable, porque indi­gesta.

Si se trata de acelerar la dinámica productiva y co­mercial, dejen el freno de los impuestos quieto, por­que ambas no pueden con­vivir con éxito. Habrá un tiempo más apropiado para aumentar impuestos.

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